El rapto de Europa
Lo he recordado muchas veces, y hace unos días, con motivo de la militarización de los controladores aéreos, una amiga de este blog volvía sobre este poema, que dicen que es de Bertol Brecht:
y yo no dije nada porque yo no era un comunista.
Luego se llevaron a los judíos,
y no dije nada porque yo no era un judío.
Luego vinieron por los obreros,
y no dije nada porque no era ni obrero ni sindicalista.
Luego se metieron con los católicos,
y no dije nada porque yo era protestante.
Y cuando finalmente vinieron por mí
no quedaba nadie para protestar.
Hoy, en el Parlamento Europeo, se va a aprobar una ley que deja a los trabajadores inmigrantes a los pies de los caballos. Se regirán por las leyes laborales de sus países de origen; es decir, serán trabajadores de segunda. Para ser justos, también deberían pagar por el pan, el transporte, la ropa o la vivienda lo mismo que pagarían en sus países, que es proporcional a sus salarios. Pero no, para las verdes una cosa y para las maduras otra. Muchos dirán: «No me importa, como yo no soy inmigrante, esto no va conmigo, como no me importó hace unos días cuando decretaron el estado de Alarma para meter en cintura a los controladores. Total, como no soy controlador…»
No sé si fue en una cumbre del G-20, en un café en el bar durante un descanso de la Asamblea de la ONU o en la última reunión del dichoso Club Bilderberg en la Costa Brava, pero parece que la materia gris suprema que rige este planeta ha dado ódenes concretas. Una de ellas, muy clara, es acabar con el Estado de Bienestar en Europa; otra, ir poniendo en su sitio a cada uno: inmigrantes, sanitarios, transportistas, camareros, profesores, jubilados, periodistas, oficinistas, funcionarios y toda criatura que viva de un salario o de una pensión.
Señores eurodiputados: No sé cómo van a vendernos la moto de tanto recorte discriminatorio para dinamitar siglos de conquistas sociales. Claro, pensarán que como cobran 12.000 euros mensuales -dietas aparte-, no va con ustedes, pero deberían echar un vistazo al poema de Brecht, porque cuando ya no haya democracia -y ustedes habrán sido cómplices ejecutores- tampoco se necesitarán eurodiputados.