Miguel Hernández, viento del pueblo

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Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.
Los bueyes doblan la frente,
impotentemente mansa,
delante de los castigos:
los leones la levantan
y al mismo tiempo castigan
con su clamorosa zarpa.


Los bueyes mueren vestidos
de humildad y olor de cuadra:
las águilas, los leones
y los toros de arrogancia,
y detrás de ellos, el cielo
ni se enturbia ni se acaba.
La agonía de los bueyes
tiene pequeña la cara,
la del animal varón
toda la creación agranda.
Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.
Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.
***
El poeta Miguel Hernández
(1910-1942) nació en Orihuela hoy hace cien años.

2 opiniones en “Miguel Hernández, viento del pueblo”

  1. Poema Canción Del Esposo Soldado de Miguel Hernandez
    He poblado tu vientre de amor y sementera,
    he prolongado el eco de sangre a que respondo
    y espero sobre el surco como el arado espera:
    he llegado hasta el fondo.
    Morena de altas torres, alta luz y ojos altos,
    esposa de mi piel, gran trago de mi vida,
    tus pechos locos crecen hacia mí dando saltos
    de cierva concebida.
    Ya me parece que eres un cristal delicado,
    temo que te me rompas al más leve tropiezo,
    y a reforzar tus venas con mi piel de soldado
    fuera como el cerezo.
    Espejo de mi carne, sustento de mis alas,
    te doy vida en la muerte que me dan y no tomo.
    Mujer, mujer, te quiero cercado por las balas,
    ansiado por el plomo.
    Sobre los ataúdes feroces en acecho,
    sobre los mismos muertos sin remedio y sin fosa
    te quiero, y te quisiera besar con todo el pecho
    hasta en el polvo, esposa.
    Cuando junto a los campos de combate te piensa
    mi frente que no enfría ni aplaca tu figura,
    te acercas hacia mí como una boca inmensa
    de hambrienta dentadura.
    Escríbeme a la lucha, siénteme en la trinchera:
    aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo,
    y defiendo tu vientre de pobre que me espera,
    y defiendo tu hijo.
    Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado
    envuelto en un clamor de victoria y guitarras,
    y dejaré a tu puerta mi vida de soldado
    sin colmillos ni garras.
    Es preciso matar para seguir viviendo.
    Un día iré a la sombra de tu pelo lejano,
    y dormiré en la sábana de almidón y de estruendo
    cosida por tu mano.
    Tus piernas implacables al parto van derechas,
    y tu implacable boca de labios indomables,
    y ante mi soledad de explosiones y brechas
    recorres un camino de besos implacables.
    Para el hijo será la paz que estoy forjando.
    Y al fin en un océano de irremediables huesos
    tu corazón y el mío naufragarán, quedando
    una mujer y un hombre gastados por los besos.

  2. Hoy es uno de esos días para recordar a aquellos que fueron grandes y que la tragedia de España se llevó. Incluso para evocar a otro, Alberti, con la palabra que le define, frente a Lorca, frente a Hernández: COBARDE, así viviste tantos años.

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