Dicen que en unos Mundiales se celebraba un partido entre Argentina y Alemania (que dicen que son los protegidos de la FIFA) y estaban sentados juntos en la grada un alemán y un argentino. En cada lance del juego, el de Buenos Aires gritaba como un loco, protestaba al árbitro, maldecía a su propios jugadores por no hacer lo que él esperaba y lanzaba insultos a mansalva: «¡Mirá que sos boludo, la concha de tu hermana…!» Y así continuamente, mientras el teutón permanecía callado siguiendo el partido. Comenzado el segundo tiempo, Alemania marcó, y el de Munich se levantó y dijo solamente: «¡Gol!» Entonces el argentino la emprendió a golpes contra él, que se protegía de la granizada con las manos y sólo acertó a preguntar: «¿Por qué me pegas?» A lo que el argentino contestó: «Por fanático».
Este chiste se le puede aplicar a Maradona, que si como futbolista fue extraordinario, como persona mete la pata cada vez que habla, presa del engreimiento de la ignorancia. Se conduce como si fuese un ser alado, un semidiós, y lo triste es que hay gente que le alimenta su egomanía. Y es una lástima que deportistas que son referencia de los más jóvenes se comporten así. No espero que un futbolista sea Ortega y Gasset, pero al menos que tenga comportamientos de ser humano razonable, y ejemplos hay muchos ahora mismo, desde Pau Gasol a Rafa Nadal, pasando por los futbolistas de la selección española. Si gana Alemania, Maradona se subirá por las paredes e insultará a diestro y siniestro; si gana Argentina, peor, porque la verborrea estúpida de los horteras endiosados es aún más insultante. Paciencia.
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