La república de las letras y otras ferias

Como abril es un mes republicano, viene al pelo hablar de la república de las letras, que por una parte es la revista de la Asociación Colegial de Escritores de España y por otra es la memoria de una edad dorada de nuestra lengua, rebosante de poetas, dramaturgos, ensayistas y hasta novelistas, aunque no sean las novelas lo más recordado de la aquella generación del 27 (luego se han reivindicado Ayala, Chacel y otros).
afer21.JPGEstamos en vísperas de la feria del libro en casi todas partes, que llegan con la primavera como las golondrinas (permítaseme esta cursilería como homenaje a Bécquer). Se supone que es el momento de las novedades, aunque hoy, con el desarrollo de los medios, la feria del libro es permanente en los escaparates mediáticos, y el problema es que siempre están los mismos, y por eso hay que pedirle a las ferias tradicionales que nos expongan los libros que no nos muestra la televisión.
La novedad contemporánea viene de la mano de los medios cibernéticos y audiovisuales; ya sabíamos hace quinquenios de la informatización de enciclopedias, de la visualización por magnetoscopio de Las Soledades de Góngora y de la grabación en desfasado microsurco de vinilo de los Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Después se vendieron como novedad los libro-cassettes de El Principito en la voz de Marsillach o El maestro de esgrima leído por José Sacristán, algo que ya hizo la Disney para que los niños aprendiesen las machadas de Periquito Tragapepes (va sin segundas) y las niñas esperasen un príncipe azul, bajo la supina ignorancia de que los matrimonios morganáticos cuestan siempre una corona.
¿Son libros esos artilugios que debieran ser presentados en ferias audiovisuales? Y lo pregunto, no vaya a ser que suceda que sea en las ferias del libro donde se haga la competencia al libro. Ya estamos hablando de Internet y del libro digital, otro avance tecnológico que las asociaciones que se dedican a gestionar derechos de autor no saben cómo manejar. Puede ocurrir la paradoja de que en tiempos informáticos se vendan más libros de papel que antes, pues así ha ocurrido con la informática en general. Pensábamos hace quince años que los ordenadores suprimirían gran parte del uso del papel, pero vemos que con las impresoras se gasta más que antes con las máquinas de escribir. El caso es que sigue habiendo libros en este bosque de artilugios digitalizados, aunque es posible que esto vaya cediendo a medida que desaparezcan las generaciones que no conocían otra forma de leer que en libro tradicional y encuadernado.
Uno sigue preguntándose si las Ferias del Libro son en realidad iniciativas para la difusión o se convierten en meros espectáculos que, paradójicamente, alimentan campos ajenos al libro. En el entorno de la feria hemos visto marionetas, música folklórica y entrega de galardones, pero queda siempre la pregunta de si todo eso ha servido para que la gente lea más. El esfuerzo que supuestamente hacen las instituciones públicas, los libreros y los patrocinadores comerciales es grande. El trabajo que genera una feria es inmenso, y a veces el público no se da cuenta de toda esa labor, y siempre surge el mismo comentario descalificador.
Sin ir más lejos, yo suelo ser muy crítico con las ferias del libro que se hacen en Canarias, porque son siempre más de lo mismo, y no ayudan a que se conozca nuestra literatura. Y es que la feria, como Hacienda, somos todos. Los poderes públicos ponen las casetas, la organización contrata espectáculos y hasta traen a escritores de mucha imagen, y todo para dar a entender que el libro es un objeto cultural de suma importancia. Luego la gente responde según su parecer, pero hay que advertir que el éxito o el fracaso de una feria depende tanto del público como de la organización.
afer1.JPGComo el público es «el respetable» en el teatro y el cliente en la tienda, resulta que siempre tiene la razón, lo cual es mentira. El público es la sociedad y una sociedad que mira hacia otro lado cuando ve un libro no tiene mucho futuro, al menos futuro decente. En cuanto a los organizadores, hay que pedirle que exijan a las los libreros participantes un espacio para el libro de autores canarios, no es mucho pedir, un mueblecito con libros de la tierra, que hay espacio en las casetas. Con que pongan un libro de Pérez-Reverte es suficiente para que vendan cincuenta, ya está promocionado, no hace falta poner una torre para atraer compradores.
Y como es tiempo republicano, hay que recordar en esta feria a los escritores y escritoras que tanto nos dieron en sus obras llenas de libertad con mayúsculas y de autoconocimiento de nuestra sociedad. De Lorca a Agustín Millares, de Francisco Ayala a los novelistas canarios actuales. No conviene olvidar que en este último año nos han dejado dos grandes de nuestras letras en el siglo XX. José María Millares y Rafael Arozarena pusieron muy alto el listón de nuestras letras. No hay que imitarlos, pero sí seguir su rastro, porque son autores de una gran obra y de dos de los libros que ya son leyenda en nuestra cultura: el extraordinario poemario Liverpool y la mágica novela Mararía.
Pues mira por dónde, para mí que creo más en las obras que en los autores, no estaría mal que en las ferias del libro de Canarias tuvieran lugar especial estos dos libros, que nos han enseñado el interior de nuestra alma y nos han abierto los ojos para mirar el mundo. Pues sí, esta sería las ferias de los nuevos libros y de la memoria de Mararía y Liverpool.

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(Este trabajo fue publicado en el suplemento Pleamar de la edición de Canarias7 el 14 de abril)

Un comentario en “La república de las letras y otras ferias”

  1. La Fería del Libro , aqui en Las Palmas de Gran Canaria no es la Fería al uso que estaba acostumbrada cuando vivía en Barcelona. Se me hacía extraño que los libreros no apostasen por ella, ni promocionase nada, solo lo hacía el Corte Inglés y yo venía de una fiesta para el libro y el lector.
    Y como pones de ejempo para promocionar a nuestros escritores , que en las islas son abundantes aunque algunos terminasen en Madrid, A Arozarena, con Mararía. Ahora es normal hablar de esa novela y de ese autor, pero estando en La Laguna no.
    Había terminado de leer «Cian Años de Soledad» y como siempre cuando acabo una novela que me hacía descubrir otros mundos, me quedé huérfana de palabras, mi vecino era Lorenzo Arocena, y le dije que leo? casi como una súplica, y me dijo leete a Mararia después de Cien Años de Soledad es lo que seguro te encantará.
    Todo eso con menos palabras porque Lorenzo siempre ha hablado poco, y después me recomendaba , Gabriela Clavo y Canela, de Jorge Amado, fue un gran descubrimiento esas lecturas, en un momento en que cada día descubrias algo.
    Como recuerdo una noche de Navidad en que leí Pantaleón y las visitadoras, creo , efectivamente, que muchas veces el libro te escoge.

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