Delibes: el último y el primero

Con la muerte de Miguel Delibes se cierra un ciclo importante de la novela española, la que empezó inmediatamente después de la guerra y llenó gran parte de la segunda mitad del siglo XX. Este ciclo se inauguró a principios de los años cuarenta con la novela Javier Mariño, de Torrente Ballester, La familia de Pascual Duarte, de Cela, Nada, de Carmen Laforet y se remachó a finales de esa misma década cuando Delibes se dio a conocer en el Premio Nadal con La sombra del ciprés es alargada. De esa época son también Agustín de Foxá y queda Ana María Matute, con una obra tal vez no suficientemente reconocida, lo mismo que ocurrió con otra gran escritora, Carmen Martín Gaite.
migueldelibes640480[1].jpgCarmen Laforet dejó muy pronto la presencia pública y Torrente fue apartado por sus ideas, aunque en su momento formó parte del grupo de intelectuales falangistas (Laín Entralgo, Ridruejo, Sánchez Mazas). De esta manera, el dúo Cela-Delibes se convirtió durante décadas en una especie de mano a mano, como siempre suele ocurrir en España: Joselito-Belmonte, Madrid-Barça… Fueron como el agua y el aceite, Cela ruidoso y prepotente, Delibes laborioso, callado y humilde, dejando que su obra fuese la que caminase.
Su larga lista de títulos son un acta de la forma de vida de un país atrasado, que él metía de equipaje y casi oculto en sus narraciones. Ironizaba sobre las flaquezas humanas, como sucede en El disputado voto del Señor Cayo o Mi idolatrado hijo Sisí, casi sin que se notase. Luego escribió una diatriba que ya es un clásico, Cinco horas con Mario, y su última novela, El hereje, para mí la mejor de todas, en la que por primera vez sale de lo cotidiano y construye una de las novelas histórica más serias que se han escrito en España en los últimos años. Don Miguel Delibes y sus laísmos castellanos han cerrado el escritorio. Descanse en paz, porque, además (y no es poco) fue un buen hombre y un escritor honesto con su escritura.

Un comentario en “Delibes: el último y el primero”

  1. Efectivamente, Don Miguel quiso recordado como un buen hombre, y como a tal lo tengo. Y coincido con «El hereje», que incluso lo leí dos veces. Nos queda su obra, el mejor legado que deja un escritor.

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