Berlusconi
La agresión física a Berlusconi puede dar lugar a muchas bromas, pero no es asunto para chanzas, porque la violencia nunca es justificable, y mucho menos en un país democrático en el que el Primer Ministro es elegido en las urnas. Si Berlusconi está ahí es porque los italianos lo han puesto, por lo tanto agredirlo es agredir a la democracia.
Es evidente que el Primer Ministro italiano no goza de mis simpatías, porque hace y dice cosas que nunca debiera hacer un representante del pueblo. Tal vez haya que cambiar el sistema electoral italiano, para que sea más directo, o hacer que la justicia funcione si es que hay motivos para encausarlo. Todo eso es cierto, pero nadie puede tomarse la justicia por su mano o nos estaríamos cargando el Estado de Derecho. Y, por supuesto, estoy totalmente en contra del apoyo que el agresor está obteniendo en la redes sociales de Internet. Por ahí no se va a ninguna parte.
Por otra parte -y esto lo comento de manera secundaria- resulta increíble que una persona pueda agredir directamente a un primer ministro. Está claro que la seguridad falló, porque si alguien ha llegado tan cerca podría haber sido peor. También me ha resultado curiosa la reacción de Berlusconi, con actitud de pendencia, tratando de devolver el golpe como si fuese una pelea de bar, mientras sus guardaespaldas trataban de meterlo en el coche. Ese no es el temple que se espera de un primer ministro, aunque sea italiano. Pero en fin…