La primera memoria escrita

Aparte del valor infinito de las vidas humanas que se ha cobrado la guerra y el dolor por la pérdida de la integridad física de heridos y mutilados, hay también una gran pérdida que achacar al conflicto de Irak y sus derivaciones. Puede haberse perdido un trozo muy importante de la memoria de la Humanidad, porque las bombas, los saqueadores y el caos pueden haber destruido piezas muy importantes del patrimonio iraquí, que es tanto como decir la memoria física del principio de nuestra civilización.
zirak1.jpgA estas alturas es baladí tratar de culpar a las bombas o la furia de los saqueadores. Koïchiro Matsuura, Director General de la UNESCO en el momento de la invasión, solicitó a los norteamericanos medidas para preservar los lugares importantes donde se conserva el patrimonio histórico y arqueológico iraquí, haciendo especial énfasis en los museos arqueológicos de Bagdad y Mosul, que son, con el de El Cairo, las más importantes colecciones de vestigios antiguos de Oriente Medio, y por extensión del mundo.
Es evidente que, si las armas «inteligentes» han errado a menudo hasta el punto de caer sobre un mercado lleno de personas civiles, no es descabellado pensar que lugares de interés arqueológico también hayan sido blanco equivocado de los bombardeos. Luego está el problema del saqueo de los museos y los yacimientos arqueológicos. Hay especial temor por lo que pueda suceden en la biblioteca de Bagdad y en el Museo Arqueológico de esta ciudad, sin olvidar los museos de Mosul y Basora. De hecho, ya ha habido destrozos terribles, pues han ardido muchos incunables, libros imprimidos desde la invención de la imprenta hasta el año 1500, ejemplares únicos en muchos casos.
La biblioteca de Bagdad tiene más de un millón de volúmenes, manuscritos árabes de muchos siglos, y documentos de las antiguas culturas mesopotámicas (sumerios, akadios, elamitas, amorreos, babilonios…) y del esplendor de Bagdad, una ciudad fundada por el legendario sultán Raschid, aquel a quien Sherezade contaba sus cuentos de las Mil y una noches. Bagdad fue entonces lo que Córdoba sería varios siglos después, en la época de Abderramán III. Todo ese patrimonio se conserva en esa biblioteca y es posible que una parte muy importante de él haya sido destruido desde la rabia, la fiesta de la ignorancia o la maldad que se presenta aun en las situaciones más penosas.
zirak3.jpgHay otro peligro, que si siempre acecha, es más activo en momentos de caos. Se trata de los saqueadores profesionales de vestigios arqueológicos, que se mueven en conexión directa con Occidente y sus canales de distribución de obras de arte, y es por ello que en salas de subastas de Bruselas, Londres, París o Berlín se puede encontrar desde una tablilla sumeria hasta un sarcófago egipcio, y ha sido por esa vía por la que ha llegado a los museos de Europa y Norteamérica una gran parte de este legado. Se calcula que en los museos occidentales hay unas 2.500 tablillas, que en cierto modo han servido para la avanzadilla del estudio de esas culturas, puesto que son las que están más a mano de los investigadores y las universidades. De este modo, desde hace más de 30 años se edita en Chicago un diccionario sumerio-inglés, y en París otro de sumerio-francés.
Pero quedan en el Museo de Bagdad, entre otras reliquias, unas 175.000 de estas tablillas de arcilla escritas en grafías cuneiformes, la primera escritura del hombre sobre La Tierra, y que proceden de las culturas mesopotámicas mencionadas, especialmente de la sumeria. Los profesionales del saqueo, auxiliados por las mafias locales, se suelen encargar en tiempos de confusión de hacerse con objetos de este tipo, para ponerlos en circulación en Occidente, y aunque se supone que existen leyes que lo prohíben, siempre hay quien compra y a veces incluso desde instituciones supuestamente honorables.
Es conocido que buena parte de ese patrimonio hace décadas, e inclusos siglos, que está en Europa. Los museos de Londres, París, Berlín y de otras ciudades europeas y americanas se han ido haciendo con objetos de estas culturas antiguas, unas veces por medio del expolio directo en tiempos de guerras y colonias, y otras por el terrible tráficos que existe desde el siglo XIX. Hay que decir que, gracias a esas piezas que están en Occidente (la piedra Roseta en Londres, el código de Hammurabi en París, la puerta de Isthar en Berlín) tenemos una muestra de lo que fueron aquellas culturas. Pero ese es un triste consuelo, porque siguen en peligro miles de piezas de un valor infinito, puesto que la mayor parte de las tablillas con escritura cuneiforme conservadas en el Museo de Bagdad no han sido descifradas, no porque no se tengan los códigos para hacerlo, sino porque es un trabajo tan ingente que llevará décadas hacerlo. Por ello, es posible que en una de esas tablillas haya datos que puedan revelarnos asuntos sorprendentes del pasado de la Humanidad, y si son destruidas antes de descifradas habremos perdido una parte valiosísima de nuestra memoria como civilización.
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Por ello hay que salvaguardar lo que aún queda en los museos iraquís y en los yacimientos arqueológicos de Irak, para saber más de Babilonia, de Nínive, de Uruk y del nacimiento de aquella Bagdad islámica en el siglo VII, es decir, para saber más de nosotros mismos. Las advertencias de los responsables culturales de la ONU y la UNESCO y las palabras de autoridades mundiales no deben caer en el vacío, porque nos jugamos la memoria más remota de nuestra civilización, una memoria que en buena parte yace dormida esperando a ser revivida desde una tablilla que lleva cinco milenios guardando un mensaje para toda la Humanidad.
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(Este trabajo fue publicado el miércoles 30 de septiembre en el suplemento Pleamar de la edición impresa de Canarias7)

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