En la semana del Orgullo Gay
Lo más suave que han dicho de él es que es diferente, afeminado, invertido, rarito… Y entre afeminado y rarito, hay un punto intermedio que es el amanerado. Desde la escuela hasta la mili lo han llamado finito, suavecito, azafranado, flojito, mariposón, melocotón en almíbar, pan de miel, bombón de licor, mermelada de frambuesa, pastel de crema, dulcito, azucarado, almibarado (con tanta glucosa, se diría que hablan de diabéticos, no de gays).
Bujeta, bujarra y bujarrón equivalen a mariquita, marica y maricón, pero con más rabia. Los llaman reinona o costurera y otros usan palabras criminalizadoras, como enfermo, en el sentido de que debe ser un psicópata comparable a Jack el Destripador, una especie de asesino en serie que mata con sólo mirar. Que exista ya es delito.
Hay otras expresiones, unas irónicas, otras burlescas y la mayoría humillantes: padece de lo suyo, hay más merengue que bizcocho, tiene más conchas que un galápago, la fruta está abichada, es más maricón que un palomo cojo, es de la acera de enfrente, abre para afuera como las puertas de los taxis, lleva el semáforo en ámbar, va pidiendo práctico como el Queen Mary, enrosca al revés como las bombonas de butano, entiende, es del ambiente, tiene pluma, es de la cáscara amarga, le patina el embrague, tiene los muelles flojos, pierde aceite…
Si hablamos de las lesbianas, el camino es más largo, doble discriminación.
Y todavía hay quien se pregunta por qué hay que seguir reivindicando la libertad sexual efectiva, o actos como el desfile del Día del Orgullo Gay.