Otro verano que llega
Desde ayer es verano. Este año hemos pasado del frío al calor en un suspiro, y se ha hecho añicos aquello de que esta es una tierra de eterna primavera. En realidad, no ha habido primavera, y ya estamos a un paso de la Noche de San Juan. En un despiste, nos metemos en Navidad sin darnos cuenta.
Y es así cómo se va la vida, contando veranos, Nochebuenas, cumpleaños y mundiales de fútbol. Pero no hay más, y yo creo que vivir sin más es todo un logro. Hay que plantearse metas, pero no obsesionarse con ellas, total, nunca las conseguiremos, porque las metas funcionan como la zanahoria del burro: por muy lejos que llegues, la meta está siempre más allá.
Aunque lo parezca, este no es un post depresivo ni pesimista. Al contrario, es la constatación de que somos unos imbéciles que tenemos cosas en la mano y las despreciamos mientras soñamos con la zanahoria que nunca alcanzaremos. Tampoco es un comentario conformista, sino una reflexión sobre la necesidad de mirar donde estamos. Soñar es bueno, luchar también, pero hay que ser conscientes de lo que ya tenemos en la mochila.