El libro de Javier Cercas ha vuelto a poner de moda reflexionar sobre la Transición, que si fue un ejemplo para el Mundo, que si fue un traspaso vigilado, que si fue un engañabobos… Hay opiniones para todos los gustos, pero por lo que va saliendo y uno recicla de la memoria, la verdad es que cada cual tiró de la brasa hacia su sardina, y si al final se hizo una Transición aparente es porque por lo visto todavía existen los milagros.
El paso de un sistema dictatorial a una democracia parlamentaria fue muy movido, y los supuestos protagonista han sido barnizados por la pátina de la historia, de modo que ahora parecen tan nobles y tan generosos, pero lo cierto es que la mayor parte de ellos tenía más concha que un galápago. Más que como padres, se comportaron como «cuñados» de la patria.
Pero estamos donde estamos, y no está mal echar un vistazo. Como curiosidad, que tal vez carezca de significado -o no- la portada del ejemplar de lujo de la Constitución de 1978 está encabezada por un águila. La verdad es que nunca me interesó demasiado la heráldica, pero ese aguilucho no me gusta donde está, aunque tal vez en este caso no signifique lo que me temo. Pero, sí, estoy algo perplejo.
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