En tiempos difíciles, cuando los líderes hablan al pueblo suelen poner esperanza en sus palabras, para que haya al menos una pequeña brizna de luz al final del túnel. Y eso está bien, pero una cosa es lo que los líderes digan y otra muy distinta que tengamos la cuota de ingenuidad precisa para que podamos al menos concederles el beneficio de la duda.
La economía es un arcano que se puede estudiar científicamente a toro pasado, como los partidos de fútbol. Mientras se mueve el balón puede pasar de todo y a menudo cosas imprevisibles; es cuando los comentaristas, en ocasión de que Estados Unidos le meta dos goles a Brasil, dicen aquello de «esa es la grandeza del fútbol». Pero es un comentario inútil, porque finalmente siempre, gana Brasil. En economía es igual, no sabemos quién gana (lo suponemos) pero sí que sabemos quién pierde siempre.
A veces nos habla el Presidente de Canarias, a veces el de España, pero ayer nos hablaron los dos, después de la reunión que mantuvieron en Las Palmas. Dos presidentes, casi nada, poniendo esperanza en sus palabras y apuntando a una supuesta luz que tendrá que empezar a verse al fondo de un momento a otro. «Esa es la grandeza de la política», que diría Luis Aragonés metido a primer ministro. Si ya es difícil creer a un presidente, tragarse la esperanza predicada por dos es una exhibición de candor. Pero seamos optimistas, que volviendo la frase al revés viene a ser un realista mal informado.
¿Un cafecito, señores presidentes?
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