Si exceptuamos a Julio César, Cicerón, Castelar y alguno más, la política ha sido siempre más acción que palabras. No fue Napoleón un orador fino, y a Churchill le han arreglado su famosa frase para que hoy suene falsamente «Sangre, sudor y lágrimas». Hoy, los políticos han de ser elocuentes, mediáticos y a ser posible bien parecidos.
Tienen unas muletillas, unos lugares comunes y unas frases sonoras pero insustanciales que pregonan a los cuatro vientos. Pero luego las acciones no se corresponden con las palabras, si es que estas significan algo. Estoy hasta el gorro de escuchar a la oposición decir que hay que tomar medidas para afrontar la crisis (no dice cuáles), y los distintos líderes aventan tonterías mientras tratan de arrimar la brasa a su sardina.
La perra gorda se le lleva la expresión «cambio del modelo productivo«, que dicen que es una necesidad pero no veo que se hagan movimientos en esa línea. La verdad es que la frase es aparente, suena como una sinfonía, casi tan bien como «Alianza de civilizaciones» » Geometría parlamentaria» o «Una Europa con futuro». Y es como descubrir el Mediterráneo y dárselas de piquitos de oro, porque desde que tengo uso de razón los viejos campesinos del lugar han dicho que no es bueno poner todos los huevos en el mismo cesto, y lo aplicaban hace veinte o treinta años al crecimiento brutal del turismo y la construcción, mientras se abandonaba la agricultura, se entregaba la pesca y se ignoraba hasta la más pequeña industria, como la conservera de alimentación. Está claro que no hacía falta ser adivino para saber que tarde o temprano este tipo de economía nos estallaría en la cara.
Luego, los economistas dijeron que había que «diversificar el riesgo», y ahora por lo visto se denomina «cambio del modelo productivo» a lo de los huevos de los campesinos. Manda cestos. Pitagorines.
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