DOMINGOS IMPOSIBLES (XIV)

El perro de Paulov
Cuando era estudiante me impresionaban algunas cosas que son muy viejas y que para mí era novedades. Descubrí que la Humanidad ha ido avanzando dando pequeños pasos, que parecen imperceptibles pero que han cambiado el mundo. Siempre se toman como grandes hitos el descubrimiento del fuego o el de la rueda, y es indudable que lo fueron, pero hubo otros, más pequeñitos, que también cambiaron los equilibrios y determinaron el futuro. Ahora mismo recuerdo que leí que los hititas se impusieron a los egipcios porque en sus cuádrigas de combate rodaron las ruedas un poco más adelante, con lo que sus máquinas tenían mayor maniobrabilidad, o que los mongoles eran unos jinetes insuperables porque fueron los primeros en usar el estribo, lo que les permitía mantenerse encima del caballo con las dos manos libres para usar las armas, frente a jinetes que se caían y que encima luchaban con una sola mano porque la otra la tenían ocupada con las bridas.
Perro paulov.jpg Recuerdo que una de las cosas que más me impresionaron fue la lección de psicología en la que se hablaba de los reflejos condicionados, y como ejemplo ilustrador explicaban el experimento de Paulov, un ruso que descubrió que cada día, poco antes de la hora de comer, su perro comenzaba a insalivar, porque su inconsciente relacionaba la hora del día con la comida. Esto no me pareció determinante, pero luego vi que todos nos comportamos como el perro de Paulov, porque hay estímulos que nos reproducen momentos importante o simplemente inolvidables en su pequeñez.
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Los olores son importantísimos, y un olor nos devuelve a la infancia, a un lugar remoto o a un momento especial, que estuvo impregnado de ese olor. A veces nos salta a la memoria algo que hacía veinte años que no recordábamos, y es porque algo que olía de una manera concreta activó la memoria olfativa de otro momento. Sé de alguien que cuando le llega olor a aceite de motor (qué cosa tan prosaica) se emociona, porque lo traslada a unos momentos felices en los que había aceite quemada de motor por todas partes. Qué curioso.
Y la música, ese sí que es un reflejo condicionado que activamos constantemente. Hay parejas que tienen «su canción», no porque sea una gran canción, sino porque fue la primera que bailaron o la que sonaba el día que se conocieron. Todo el mundo espera que la canción especial sea un gran tema de Elvis, Sinatra, Mina o Edit Piaf, pero casi siempre es una canción corrientita y a menudo incluso una mala canción. Pero vete a arrancar de un cerebro la emoción que le produce una canción pachanguera de un cantante espantoso, pero que era la que sonaba cuando besó por primera vez a la persona que más amó. Ese es un reflejo condicionado, y todos llevamos en la cabeza el mismo mecanismo que el perro de Paulov.
***
La primera foto circula por ahí con un pie que asegura que ese era el famoso perro de Paulov. A lo mejor, pero da igual. De lo que sí estoy seguro es de que el tipo de la foto en blanco y negro es un tal Frank Sinatra.

Un comentario en “DOMINGOS IMPOSIBLES (XIV)”

  1. ¡Boh! La canción nuestra era una de Georgie Dann. Pa que vayas mirando lo horroroso que puede llegar a ser el mundo.
    Un saludo, amigo.

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