Ayer me preguntó un alumno de bachillerato por qué en mi novela Hotel Madrid hablaba de muchas actrices que no tenía nada que ver con la trama, puesto que la historia del fragmento que él comentaba se refería a la trasunta de Silvana Pampanini, protagonista de la célebre (aquí) película Tirma. Llegué a casa, repasé el pasaje de la novela y es cierto que en un párrafo mencionaba a Silvana Mangano, a Claudia Cardinale y a Sofía Loren. Y lo hacía para explicar que a las actrices, especialmente a las españolas e italianas, les ponen delante el artículo «la» y luego su apellido, no sé si por familiaridad, por machismo o por desidia. Y ocurre también con las divas de otras artes. Suena irrespetuoso cuando decimos La Callas, La Paulova, La Pardo Bazán, La Magnani, La Bautista, La Caballé, La Yourcenar… Y nunca decimos El Kraus, El Vargas Llosa, El Mastroianni, El Duato o El Cela. Y todas esas grandes actrices italianas eran nombradas como contraposición a Silvana Pampanini, que sólo tenía en común con las otras que era muy bella, pero muy escasita de dotes interpretativas.
Y me movió a dos reflexiones, una sobre la novela, pues sería objeto de debate si son o no necesarias muchos de los renglonen que componen una novela, y la otra reflexión fue más bien un ataque de nostalgia de cuando echaba uno a caminar por la ciudad y cada tres calles encontraba un cine: San Roque, Cairasco, Avenida, Cuyás, Avellaneda, Royal, Capitol, Bahía, Santa Catalina, Rialto, Victoria, Hermanos Millares… Ya sólo hay multicines, el Royal ha cerrado y el Monopol peligra. Me temo que el futuro es el Home Cinema.
Un comentario en “Sobre el cine y las actrices”
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Y el Rex, aquel de Eusebio Navarro, o Canalejas, creo. Es que yo… allí, bueno, pues eso. Era una tal Bo Dereck, que hizo una de Tarzán, creo recordar, y una de Tamaraceite, que estaba mejor ella. Ese era cine del bueno, hombre.
¿El futuro? Por lo menos para mí, cualquier día de estos acabo viendo «La Gala» con la jefa al lado. Cualquier tiempo tiene su hora. Por lo menos en esas cosas, a mí me sonaron las campanas cada una de ellas. Y eso es una suerte.