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A Franco no le gustaban las novelas

Carmen Franco, la hija del dictador, acaba de publicar un libro sobre su padre con la ayuda de dos periodistas, un español y un inglés. Como bien dice la «Carmencita» de aquellos anuncios de NO-DO, no era de esperar que ella fuese a poner sombras sobre la figura Franco, porque lo normal es que las hijas vean en su padre a un hombre cercano que alguna vez, cuando no andaba haciendo guerras, incluso pudo haberle contado un cuento antes de dormir.
letrero.jpgHay de todo, como el caso de Svetlana Stalin, la hija del dirigente soviético, que publicó un libro en Occidente en el que le decía a su padre de todo menos bonito, o la hija de Fidel Castro, o… Pero eso no era posible con Carmen Franco, puesto que ella misma ha sido parte del sistema, o al menos correa de transmisión de lo que hacía su marido, el yernísimo Marqués de Villaverde, que era tan osado que cuando Barnard hizo el primer trasplante de corazón en Ciudad del Cabo, él, que también ejercía de cardiólogo, hizo el suyo en Madrid, con pretensiones de récord, que cumplió, puesto que el paciente fue el primer trasplantado de corazón español en fallecer.
Pero todo esto es hacer llover sobre mojado, y es notorio que Franco no es precisamente una de mis devociones. Y por si fuera poco, su hija echa más leña al fuego, porque dice que Franco leía mucho, pero novelas no, sino libros serios. Me gustaría saber qué opinión tendría Franco de libros tan «ligeros y divertidos» sobre dictadores como Yo, el Supremo, El otoño del Patriarca, La fiesta del Chivo o Tirano Banderas. No le habrían gustado, él prefería la realidad de una dictadura a esos dictadores de papel que al fin y al cabo sólo existían en la imaginación de algunos seres inútiles que malean las mentes de los jóvenes. Es que hay tanto Unamuno, tanto Galdós, tanto Hemingway suelto…
Franco aborrecía a los novelistas, a mí me dan náuseas los dictadores.

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La Constitución

14[1].jpgRecuerdo que, hace treinta años, al atardecer de un día como hoy, me paseaba por la calle de Triana viendo cómo los súbditos españoles se convertían en ciudadanos al ir a votar la Constitución. Aquella era una votación complicada, porque la ultraderecha pedía el NO, la ultraizquierda también por razones distintas y un buen número de fríos, calientes y mediopensionistas propugnaban la abstención.
Organizar un Estado es muy complejo, y muchos creyeron que votando aquel articulado ya estaba todo hecho. Sólo era un papel que había que trabajarse artículo por artículo. Eso era entonces, y hoy podemos decir que en realidad sí que era una Constitución, la que más ha durado en España desde aquella del 19 de marzo de 1812, la de Cádiz, «La Pepa», y eso no es poco decir cuando en menos de doscientos años nos acercamos a la veintena, y eso contando con que los fueros franquistas se pudieran considerar una especie de constitución.
Hay mucha gente que niega esto o lo otro, y más valiente y progresista cuanto mayor sea la cancaburrada. Yo digo que, como mínimo me atengo a esta Constitución, aunque es evidente que el tiempo ha hecho mella y necesita una mano de pintura, porque la sociedad es otra. Pero esto es como lo del trabajo, no hay que dejar el que uno tiene hasta que encuentre otro mejor.
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(La foto es el reflejo contradictorio de una época convulsa pero en la que vivimos intensamente)

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ETA otra vez

La verdad es que ante la barbarie de ETA ya uno no sabe qué decir. La rabia, la impotencia y la perplejidad dictan siempre el mismo discurso, y ser originales en esta situación ya casi no es posible, porque hemos dicho todos por activa y por pasiva mil veces las mismas palabras en todas las conbinaciones de que somos capaces.
eta.JPGLa conclusión es que matar no justifica ninguna reivindicación, aunque fues ela más justa del mundo. Es que, además, en este caso matar es completamente inútil, por ETA sabe que en la actual composición de Europa su propósito es imposible. Pero también sabe que su única razón de existir es matar. Y por eso mata.
Lo que sigue sin entrarme en la cabeza es la frialdad de estas personas, que se supones persiguen un ideales, para acercarse por detrás y descerrajar un tiro en la nuca de otro ser humano. Y las celebracuones que hacen del dolor de las familias en los entierros, y ese odio que traspasa las cámaras cuando son filmados en los juzgados. Desde el odio nada se construye, y menos la convivencia. Así que, sigo perplejo y asombrado, cuando el único lenguaje que saben hablar algunos es el de las pistolas.