A Franco no le gustaban las novelas

Carmen Franco, la hija del dictador, acaba de publicar un libro sobre su padre con la ayuda de dos periodistas, un español y un inglés. Como bien dice la «Carmencita» de aquellos anuncios de NO-DO, no era de esperar que ella fuese a poner sombras sobre la figura Franco, porque lo normal es que las hijas vean en su padre a un hombre cercano que alguna vez, cuando no andaba haciendo guerras, incluso pudo haberle contado un cuento antes de dormir.
letrero.jpgHay de todo, como el caso de Svetlana Stalin, la hija del dirigente soviético, que publicó un libro en Occidente en el que le decía a su padre de todo menos bonito, o la hija de Fidel Castro, o… Pero eso no era posible con Carmen Franco, puesto que ella misma ha sido parte del sistema, o al menos correa de transmisión de lo que hacía su marido, el yernísimo Marqués de Villaverde, que era tan osado que cuando Barnard hizo el primer trasplante de corazón en Ciudad del Cabo, él, que también ejercía de cardiólogo, hizo el suyo en Madrid, con pretensiones de récord, que cumplió, puesto que el paciente fue el primer trasplantado de corazón español en fallecer.
Pero todo esto es hacer llover sobre mojado, y es notorio que Franco no es precisamente una de mis devociones. Y por si fuera poco, su hija echa más leña al fuego, porque dice que Franco leía mucho, pero novelas no, sino libros serios. Me gustaría saber qué opinión tendría Franco de libros tan «ligeros y divertidos» sobre dictadores como Yo, el Supremo, El otoño del Patriarca, La fiesta del Chivo o Tirano Banderas. No le habrían gustado, él prefería la realidad de una dictadura a esos dictadores de papel que al fin y al cabo sólo existían en la imaginación de algunos seres inútiles que malean las mentes de los jóvenes. Es que hay tanto Unamuno, tanto Galdós, tanto Hemingway suelto…
Franco aborrecía a los novelistas, a mí me dan náuseas los dictadores.

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