Para no levantar las distintas liebres que finalmente echan a correr, se buscan los eufemismos más infantiles. Sin duda, el más afamado es desaceleración, pare evitar que el capital se asuste y huya, pues dicen que nada hay que tenga más miedo que el dinero.
La otra palabra-estrella es trasvase, que seguramente es cuando se saca agua de un río a través de un canal a cielo abierto, porque llevarse el agua en tuberías por lo visto no es. Ya no sé qué hacer con mi diccionario. Y si hablamos de fútbol hay que huir de la palabra cuartos, no vaya a ser que a Luis Aragonés se le aparezca San Raúl en persona, que no debe estar contento de que su tocayo se haya quedado en casa. Con la cantidad de santos españoles que hay, y mira por dónde San Raúl era inglés aclimatado en Francia. Por supuesto, a Raúl no se le puede nombrar mientras España no sea eliminada en cuartos (¡ay! Se me escapó).
Desde que me enteré que la crisis inmobiliaria es en realidad un reajuste del mercado y que ahora el divorcio se llama cese temporal de la convivencia, he llegado a la conclusión de que lo de las soluciones habitacionales que tanto se criticó sólo era la avanzadilla de un cambio general de los nombres de las cosas. Son los tiempos.
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