Historias de Tokio: El comienzo II
Sí recuerdo la entrada a mi primer hogar. Nunca antes había salido de la casa de mis padres. Por eso, aquellos quince metros cuadrados, aquel baño oriental, aquel tatami, aquel frío infernal, aquella…falta de casi todo a lo que estaba acostumbrada, me pareció maravillosa.
Lo que más sorprende al extranjero en Tokio, por lo menos fue lo que me ocurrió a mí, es que te imaginas viviendo entre rascacielos y casi con coches volando y circulando por autopistas celestiales. Y sí, existen esos rascacielos y falta poco para esos coches voladores, pero a no ser que seas un alto ejecutivo americano enviado a Tokio con todos los gastos pagados o un directivo de Sony, los rascacielos los ves desde abajo, o si te permites un día el lujo de ir a comer a uno de esos restaurantes de la planta 55, en Shinjuku, en un ascensor que tarda tres segundos, y desde donde ves toda la ciudad si dejas volar tu mente e imaginación más allá de las luces que se van difuminando en el horizonte. En un restaurante como ese fue decidido el nombre de Yui.
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