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Historias de Tokio: Yui, esencia (4ª parte)

Pero para eso todavía faltaban muchos meses. Ahora tocaba seguir trabajando y prepararme para la inminente visita de mi madre. Creo que a todas las abuelas les debe pasar algo parecido pero no sé si llegan al grado de mi madre: se volvió literalmente loca. Loca de amor por «su nieto nonato», porque ella había decidido que era niño. Llegó a Japón tras más de treinta horas de viaje de puerta a puerta. Y ya desde ese momento había decidido hacer cualquier cosa por «él». Superó todos sus miedos. Viajar tantísimas horas en avión sola; pincharse en el aeropuerto, ella sola, en el estómago, una inyección anticoagulante para evitar el «mal del turista». Superar el agobio que le producía ser de ese diez por ciento de mujeres a las que la menopausia atacaba de la forma más brutal y cuyos síntomas imaginaba como algo terrible dentro de un avión durante dieciséis horas; todo ello añadido a que, justo en aquella época, las entradas a los aeropuertos japoneses estaban llenas de cámaras para detectar subidas de temperatura en los cuerpos de los viajeros y a que había varios inspectores que observaban sudoraciones anormales para, ni cortos ni perezosos, ponerte en cuarentena con el fin de evitar un posible contagio por «gripe aviar». Le había metido tanto miedo al respecto que durante los metros que duró aquel trayecto hasta la salida caminó con la cara «más saludable» que pudo poner…Y llegó. Era tempranito. Salió por aquella puerta con la cara desencajada, agotada, pero feliz, muy feliz. Creo que no era consciente todavía de dónde estaba. Continuar leyendo «Historias de Tokio: Yui, esencia (4ª parte)»

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Historias de Tokio: Yui, esencia

Casi todos los días hablaba con mis padres. Iba al combini y compraba unas tarjetas que incluían un código que me permitía llamar a España por un precio razonable.
– Hola abuelitos…
Al otro lado de la línea telefónica se hizo un silencio.
– Hola abuelitos – dije de nuevo esperando que al otro lado se produjese alguna reacción. Y se produjo.
– ¡Estás embarazada! – gritó mi padre-. ¿Cuándo vienes?
– No voy a ir – contesté casi en un hilo de voz sabiendo que con esa respuesta se iba a armar. Continuar leyendo «Historias de Tokio: Yui, esencia»

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Historias de Tokio: La portera, el desenlace

La tercera noche que entró otra por la ventana al mismo tiempo que el viejito de abajo salía a fumar, y al mismo tiempo que subía aquel extraño olor…empecé a mosquearme: : a+b+c=d… «D» igual a: algo estaba ocurriendo fatídicamente todos los días a las diez de la noche, en la primera planta.
Y con mis pesquisas fui a la portera:
-Sumimasen…nande mainichi, yoru ni, ju ji goro, watashi no ie naka ni dame nioi ga arimasuka? (Perdone, ¿me podría decir por qué todos los días a las diez de la noche entra un olor tan desagradable en mi casa?)
La portera me miraba y decía algo así como: wakarimasen…no entiendo. Y seguía de largo. Y sí que entendía.
Pasó algún tiempo y ya nadie me hacía caso por más que yo olisqueara el aire y dijese triunfal: ¡las diez! ¡ya está aquí! ¡no falla! …
Hasta que llegó el día. Volvía a casa después de haber estado todo el día en el centro comercial (mi segundo hogar con Yui) cuando, dos o tres manzanas antes de llegar, empiezo a notar un olor horrible. Empecé a hablar con Yui (como si me entendiera, tenía solo unos meses):
-Pero qué es esto, ¿a qué huele? Parece como si estuviésemos en medio de un estercolero… Continuar leyendo «Historias de Tokio: La portera, el desenlace»