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LOS AINUS

«Si nuestro país quiere liderar la comunidad internacional, es crucial que todos los pueblos indígenas puedan guardar su honor y su dignidad y puedan transmitir su cultura y su orgullo a las generaciones futuras.» Parlamento japonés, 2008
«Es un error juzgar el pasado con los ojos del presente.» Pérez -Reverte.
Japón es un país formado por más de tres mil islas. La gran isla en la que está situada la ciudad de Tokio se llama Honshu. Y la isla más grande, al norte, se llama Hokkaido. Y de Hokkaido y de sus primeros habitantes es de lo que voy a hablar hoy.
Tengo especial cariño a esta isla, en la que se encuentra el núcleo de mi familia japonesa, el templo familiar y hermosos recuerdos.
Recuerdo mi primera visita. Era el san-yu-san-kaiki de la muerte del abuelo Tsuson (trigésimo tercer aniversario de su fallecimiento), heredero anterior del templo y padre del que era el sacerdote heredero en aquel momento, el tío Jin Taira.
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Suna no Onna o La mujer de arena

Un recuerdo de mi adolescencia cuando venía de vacaciones a casa de mis abuelos, la que fue mi casa de infancia, siempre ha sido la arena. La arena de Las Canteras. La arena de Maspalomas. Tengo una imagen, casi onírica, si cierro los ojos…el calor, mi mano siguiendo los dibujos de las dunas. Mi dedo índice clavándose en la arena, suavemente…me encantaba ver cómo la duna se deshacía…no, cómo se deslizaba, cada grano, despacio. Podía pasar horas así.
Hoy he visto una película, La mujer de la arena o La mujer de las dunas, título original y de no fácil traducción, ¿arena? ¿dunas? Suna no Onna, 1964. Continuar leyendo «Suna no Onna o La mujer de arena»

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Historias de Tokio: El comienzo II

Sí recuerdo la entrada a mi primer hogar. Nunca antes había salido de la casa de mis padres. Por eso, aquellos quince metros cuadrados, aquel baño oriental, aquel tatami, aquel frío infernal, aquella…falta de casi todo a lo que estaba acostumbrada, me pareció maravillosa.
Lo que más sorprende al extranjero en Tokio, por lo menos fue lo que me ocurrió a mí, es que te imaginas viviendo entre rascacielos y casi con coches volando y circulando por autopistas celestiales. Y sí, existen esos rascacielos y falta poco para esos coches voladores, pero a no ser que seas un alto ejecutivo americano enviado a Tokio con todos los gastos pagados o un directivo de Sony, los rascacielos los ves desde abajo, o si te permites un día el lujo de ir a comer a uno de esos restaurantes de la planta 55, en Shinjuku, en un ascensor que tarda tres segundos, y desde donde ves toda la ciudad si dejas volar tu mente e imaginación más allá de las luces que se van difuminando en el horizonte. En un restaurante como ese fue decidido el nombre de Yui.
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