Otra Tierra

«- ¿Sabe la historia del astronauta ruso?
Era un astronauta. Fue el primer hombre en ir al espacio. Sí, los rusos fueron los primeros. Sube en una enorme nave espacial pero la única parte habitable es muy pequeña y el astronauta está ahí y tiene una ventanilla y mira al exterior y ve la curvatura de la Tierra, por primera vez. El primer hombre en haber mirado el planeta de donde viene y se deja dominar por el momento. Entonces, un extraño sonido…toc, toc, toc…empieza a salir de algún lugar. Desmonta todo el panel de control. Quiere parar el sonido pero no lo encuentra. Y el sonido no para. Varias horas y sigue, toc, toc, toc… Empieza a ser una tortura (…) Sabe que ese pequeño sonido lo vencerá. Lo volverá loco (…)
El astronauta decide que la única forma de mantener la cordura es que se enamore del sonido. Y cierra los ojos. Y entra en su imaginación. Y cuando los vuelve a abrir ya no oye el sonido repetitivo. Escucha música. Y se pasa el resto de su misión, navegando por el espacio en completa paz y éxtasis…»
Otra Tierra (Mike Cahill, 2011)
Me encanta sentarme delante de una pantalla y no saber qué va a ocurrir. Y me gusta más aún, que mi imaginación encuentre un compañero, un amigo, con el que jugar a seguir soñando. Que un día nos levantemos, miremos al cielo, y veamos otro planeta Tierra igual al nuestro y a partir de ahí, creer que todo es posible. Y esta vez mi amigo de sueños fue Mike Cahill.
A veces me preguntan qué cine me gusta, qué tipo de literatura me gusta, qué música me gusta, y yo siempre tengo la misma respuesta: todo. Me gusta todo lo que me emocione. Me gustan las grandes producciones con presupuestos elevadísimos y me gustan también películas que con un bajísimo presupuesto, logren una grandísima «producción de emociones» en mí.
Y así me encontré con «Otra Tierra» una película que planteándonos la posibilidad de un planeta gemelo al nuestro, nos habla de la culpa, la redención, la esperanza, la vida, que a veces gira bruscamente y se destroza. Nos destroza. Rhoda, la protagonista, hace algo que trunca la vida de Jhon y pasan tantas cosas: silencios, miradas, acciones, pero sobre todo silencios, que cuentan mucho más que treinta páginas de diálogos en un guion.
Muchas veces me he preguntado qué hubiera pasado si hubiese dado otros pasos. Y vuelvo a los yo ex- futuro de Unamuno:
«Cuando nos pesa de veras, cuando nos remuerde el haber cometido o el haber omitido algún acto, lo que nos pesa es el haber asesinado con aquella comisión u omisión un yo ex futuro, el haber destruido a otro hombre posible.»
Y llega un momento en el que Rhoda le va a devolver a John, la sonrisa que ella le había robado…

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