Año 1946, Percy Spencer, un ingeniero que investigaba con un magnetrón acerca del novedoso radar, se mancha por completo al encontrarse con la chocolatina de su bolsillo totalmente derretida… Acababa de descubrir cómo la energía electromagnética puede aplicarse también a los alimentos en forma de calor.
Tras estudiar este fenómeno, Spencer ya perfeccionaba sus primeros bocetos y patentaba su idea para, al año siguiente, sacar a la luz lo que sería el primer horno de microondas. Un desmesurado y desconocido aparato que por aquel entonces medía 1,60 metros, pesaba unos 80 kilos y costaba la friolera de… ¡5.000 dólares!
Como era de esperar, las ventas iniciales fueron desalentadoras. Sin embargo, su inventor era plenamente consciente de su utilidad y se centró en mejorar y refinar sus características, logrando que la industria agroalimentaria encontrara en el aparato una gran oportunidad comercial, llegando a usarse para variadas tareas: desde secar rebanadas de patata o tostar granos de café, ¡Hasta abrir ostras!
A pesar de ello, este dispositivo no llegó a la cocina del consumidor hasta 1986, cuando logró hacerse incluso más patente que el lavavajillas. Desde entonces el horno de microondas se ha convertido en un dispositivo básico para los hogares. Tanto, que el 90 % de viviendas en Estados Unidos disponen de uno actualmente. Pero para ello, y como has podido comprobar, fue necesario un proceso de adaptabilidad sumamente lento desde su invención. El aparato que veremos en esta ocasión parece ir por el mismo camino…
Con la tecnología emergente, las cocinas del futuro tendrán menos electrodomésticos y equipos. Y uno de los que a buen seguro estarán presentes, serán máquinas que impriman, cocinen y sirvan alimentos. Todo ello en un pequeño dispositivo. Hablo de… ¡Las impresoras tridimensionales de alimentos!
Pero, ¿De dónde surge la necesidad de tener uno de estos aparatos a priori tan desconocidos? Lo cierto es que a medida que aumenta la población y la demanda de viviendas en las ciudades, el espacio es más escaso. Y con esto, cocinas cada vez más pequeñas. Por ello, las cocinas del futuro no necesitan ser más grandes, ¡Sino más eficientes en lo que a espacio se refiere!
Las impresoras tridimensionales de alimentos logran este ahorro de espacio. Hacen lo que quieras, cuando quieras. Se trata de un dispositivo rectangular del tamaño de un horno convencional que pretende reemplazar a variedad de muebles, electrodomésticos y equipos tradicionales. Y de ahorrar tiempo y energía a los usuarios. Cambiando el juego en el mundo del diseño de cocinas.
Este dispositivo consiste en un conjunto de boquillas, material pulverulento, láseres y brazos robóticos capaces de producir cualquier tipo de alimento con cualquier tipo de patrón o detalle intrincado. Puede producir bocadillos, galletas, papas fritas o pasta. Nosotros tan sólo debemos colocar los ingredientes a través de las diferentes cápsulas presentes en el dispositivo.
Además, con el aumento de la producción de alimentos, la sostenibilidad es una necesidad y la impresión 3D puede contribuir a las prácticas sostenibles. Estas impresoras reducen el desperdicio al usar solo la cantidad requerida de materias primas para hacer alimentos y requiere de menos costos en transporte, ya que algunos alimentos se pueden imprimir en su ubicación.
¡Y esto no es todo! Las futuras impresoras 3D de alimentos podrían hacer que los alimentos procesados sean más saludables. Permitiendo a los consumidores imprimir alimentos con un contenido nutricional personalizado, ya que podrá programarse de acuerdo con las preferencias alimentarias, la dieta, las alergias y las recetas médicas de alguien. Por ejemplo, los usuarios podrán crear un postre que cese de imprimirse una vez alcanzadas las 200 calorías. Una serie de controles que a buen seguro podrán hacerse desde el propio dispositivo, o de forma remota desde un smartphone o tablet.
Y aunque aún es difícil imaginar la impresión de alimentos en 3D, debemos fijarnos en el ritmo en que avanza la tecnología y en la manera en que la humanidad se adapta a ella. Como vemos en el siguiente gráfico, la línea tecnológica ha superado con creces a la manera en que nos adaptamos.
Si tenemos en cuenta el ritmo de aceptación con el que la humanidad encaró al horno de microondas, veremos una línea de casi medio siglo para su total introducción. Sin embargo, redes sociales como Twitter, tan sólo dispusieron de 7 meses y medio para llegar a los 50 millones de usuarios.
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