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Galicia y Euskadi

Sé, Galicia, que eres el destino final de Europa, el extremo (Finisterre) del camino que transita por la ilusión y la esperanza. Por suerte, eres más que Millán Astray, Cela, Franco, Fraga, Rajoy o Pepiño Blanco. Cuando pienso en Galicia veo a Rosalía, a Castelao, a Cunqueiro, a Milladoiro, a Valle-Inclán, a Concepción Arenal, a Carlos Núñez, al pintor Felipe Bello, a Luz Casal, a Manuel Rivas y casi a Amancio Prada, porque Ponferrada es casi Galicia. Yo creo en esa Galicia que viene de los bosques y siempre mira al mar, en la Galicia que desafía la Costa de la Muerte, en la Galicia hermana de Asturias, el Bierzo y Portugal. Yo creo en ti, Galicia, y por eso ahora espero que no caigas en las mentiras que te han contado en estas semanas. Eres inmensa en la memoria de muchos siglos, pero ahora hay que mirar hacia adelante, hay que salir de la larga noche de piedra del gran poeta Celso Emilio Ferreiro. Finisterre es el siglo XXI. Suerte, querida Galicia.
zfinisterre[1].JPGY tú, Euskadi, que llevas medio siglo sangrando esa rabia que nos nos dejaba dormir. Es la hora de hoy, que ya es mañana, y también eres mucho más que unos gudaris con pistola y unos caciques detrás de una sotana y un árbol que les sirve de parapeto. Eres el hierro duro del Nervión, el vino de la Rioja Alavesa, el sabor tus hornos, la placidez de las playas en Zarauz y la belleza total en Donostia. También es en esa Euskadi en la que creo, que viene de muy lejos, dicen que desde antes que nadie en Europa, y tantos milenios no pueden volatilizarse con demagogia barata. Hoy es un día en el que me acuerdo de Unamuno, de Chillida, de Pablo Zorozábal, de Bernardo Atxaga y de tantos otros, vascos de dentro y de fuera. Cruzo los dedos para que tu gente acierte. Suerte, querida Euskadi.

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En la muerte de Silvia Kristel

zz200px-Sylvia_Kristel_926-2274[1].jpgSeñora Kristel: lamento sinceramente su partida, porque es usted el paradigma de varios mitos que acaban destruyendo a celebridades del cine, especialmente a mujeres. En primer lugar, es usted un ejemplo más de la actriz que hizo muchas películas, pero que es y será recordada por una sola, Emmanuelle; es más, en su caso casi por dos escenas. Eso no es tan raro y le ha ocurrido a grandes estrellas: a Rita Hayworth con Gilda, con las escenas del guante y la bofetada, a Vivian Legth, que siempre se nos aparece como Scarlette O’Hara poniendo a Dios por testigo, a Claudia Cardinale entrando en el baile de El Gatopardo. Siempre hay una escena que marca a determinadas figuras porque se convierten en iconos del cine (Brando acariciando el gato en El Padrino, Bogart y Claude Rains perdiendose en la niebla del aeropuerto de Casablanca, Greta Garbo tumbada en el diván de La Dama de las Camelias, Marilyn volando sobre su falda sobre el respiradero del metro…) pero las hay, como usted, que aunque se las recuerda también por otros trabajos, son una sola película (Linda Blair en El exorcista, Sue Lyon en Lolita, María Schneider en El último tango en París). El mercado la encasilló, y reconozca que usted se prestó a ello, pues hizo luego muchas secuelas de Emmanuelle para el cine y la televisión. Nadie es perfecto, pero le digo que de alguna forma usted contribuyó a cambiar la manera de pensar de nuestra sociedad, como hiciera años antes Brigitte Bardot con Y Dios creó a la mujer. No fueron grandes películas, ni siquiera razonablemente buenas, pero ayudaron a abrir muchas mentes, cosa que algunas obras maestras no logran. Fue usted rehén de su propia historia, y también podría ser una muestra más del mito de la bella infeliz, aunque dicen que en sus últimos años consiguió algo parecido a la felicidad. Sepa usted que, al menos yo, entiendo que su trabajo no fue en vano. Vaya en paz, señora.

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Sara Montiel versus María Montez


Es tan procaz e hipócrita el modo en que tratan de explicarnos el gran timo de esta supuesta democracia, que ya no sé por dónde empezar. Hablaré de otra cosa y seguramente pagarán justos por pecadores. Por eso voy a hablar de un asunto banal: Sara Montiel. Y lo hago porque hace unos días, en una larga entrevista, la superdiva que fuma puros (todo muy femenino) se ufababa de ser la primera española en conquistar Hollywood. Como he dicho muchas veces, el arte es cuestión de gustos, y desde luego Sara Montiel no forma parte de mi imaginario de artistas favoritas. Y digo artistas porque es más ambiguo; si trato de imaginarla como actriz me chirría esa cara inexpresiva que nada transmitía, y si la rememoro como cantante me zumban los oídos. De Lola Flores dijo el New York Times cuando actuó por primera vez en Nueva York: «No sabe cantar, no sabe bailar, no sabe actuar, pero no se la pierdan, es genial». Es decir, Lola Flores tenía ese algo mágico que transmitía, justamente de lo que, con los mismos aperos técnicos, carecía Sara Montiel. Era guapa, eso es innegable y tenía un cuerpazo que hacía temblar las rodillas a los hombres, fueran Gary Cooper, un altísimo poeta como León Felipe o un Premio Nobel como Severo Ochoa. Pero eso no es arte, es biología. Aun así, pudo ser una estrella, porque para ello no es condición indispensable ser una gran actriz; ha habido estrellas rutilantes que no fueron buenas actrices (Kim Novak), y por el contrario grandes actrices que nunca gozaron del status de estrella (Ronda Fleming). zzmontezmontiel.JPGPero Sara Montiel no fue ni una cosa ni la otra, aunque es cierto que en los años cincuenta, después del éxito de El último cuplé, la recibían multitudes, pero no en Hollywood precisamente, como ocurría con Sofía Loren. Y esa película tenida por mítica es una cinta razonablemente bien rodada con escasos recursos, gracias al talento del director, Juan de Orduña. Y en ella se salva casi todo, menos las protagonista. Y es verdad que cantó (bueno, entonó) las canciones en la película, pero mucho no debía confiar la discográfica en sus valores musicales cuando no se hizo un disco hasta muchos años después, y sí que otras cantantes grabaron aquellas canciones y vendieron muy bien, como hizo Mary Sánchez en Colombia acompañada al piano por el Maestro Sansón. De manera que ese supuesto mito de la Montiel no es que sea inexplicable, es que en realidad no hay nada que mitificar. Y en cuanto a que fue la primera hispana en triunfar en Hollywood habría mucho que decir, porque muchas llegaron antes que ella a hacer papeles secundarios (Katy Jurado, Dolores del Río, María Félix, Libertad Lamarque). Conquistar Hollywod es algo que pocas extranjeras han logrado a lo grande, y hacerlo es ser Greta Garbo, Marlenne Dietricht, Hedy Lamarr, Jean Simmons, Sofía Loren… Ni siquiera actrices tan grandiosas como Caterine Deneuve o Claudia Cardinale puden presumir de haber conquistado Hollywood. De ascendencia hispana sí que fue una estrella Rita Hayworth. Pero antes, durante todos los años cuarenta, la hispana que sí era un número uno fue María Montez, dominicana de padre canario y educada en un colegio religioso de Canarias. Es decir, una canaria (ya puestos a forzar el asunto) llegó a Hollywood y a lo grande mucho antes que ella, que hizo de secundaria en Veracruz quince años después (¿esa es su Casabanca de Ingrid Bergman, su Desayuno en Tiffany’s de Audrey Hepburn? Y si hablamos de una española en Hollywood tenemos que hablar de Conchita Montenegro, que triunfó a lo grande en los años 20 y 30, aunque nadie lo recuerde porque ella se retiró en los años cuarenta y nunca más concedió una entrevista ni aceptó medallas u homenajes (murió en 2007 a los 95 años). Así que, Sara Montiel puede decir misa, pero los datos están ahí, y lo que no entiendo es por qué ese empeño en repetirnos que es un mito. Hasta Elsa Pataki ha llegado al mismo lugar que ella: a ninguna parte, pero en inglés.
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(Ninguna de las dos fue una gran actriz, pero haría falta estar ciego para no reconocer que ambas eran bellísimas, solo que una fue una estrella de la segunda época dorada de Hollywood y la otra no).