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El miedo como instrumento

«La vanidá, la soberbia,
y el miedo aconsejan mal.
Ha de saber el mortal
con ocación de un enriedo,
no tenerle miedo a miedo
que más miedo la va a dar».

Comienzo con estos versos de Las sentencias del Tata Viejo, del argentino Buenaventura Luna porque en el miedo está la clave del momento que vivimos. Siete meses después de la anterior, los sindicatos españoles se han visto obligados a convocar una nueva huelga general, arrastrados por la jornada europea de lucha contra las políticas de ajustes que nos llevan al abismo. No había otra, porque sería poco presentable pedir el apoyo del mundo laboral europeo cuando uno de los países más afectados por la crisis no secunda una convocatoria así. España y Portugal no han tenido más remedio que hacerla.
z14emiedo1[1].jpgUno de los elementos que están usando las grandes corporaciones y los gobiernos que les bailan el agua para salirse con la suya (que no sabemos pero intuimos) es el miedo. La única manera de parar a esta gente es buscar la manera de que sean ellos los que tengan miedo, pero eso es muy complicado porque la precariedad laboral y todo lo que acarrea hace que la sociedad está bombardeada de temores, unos conscientes y otros inconscientes pero que actúan igual. Hoy estamos viendo cómo el gran empresariado, la derecha, los medios de los que ellos son dueños y sus voceros se empeñan en minimizar la jornada del 14N. Y por eso hay que pensárselo mucho antes de convocar una huelga general, porque si no es un éxito ese boomerang del miedo nunca va a alcanzar a quienes tienen la sartén por el mango. Ahora tratarán de decir que la huelga fue un fracaso, y no lo ha sido desde el momento en que ellos se toman tantas prevenciones policiales y molestias mediáticas para descalificar a los sindicatos. Además, la gente está en la calle, y eso siempre es un paso contra el miedo. Es decir, si tanto atacan a los sindicatos, al 15M y a cualquier plataforma ciudadana es porque algo de miedo les tienen. No podemos dejarnos paralizar por el miedo que ellos fabrican, hay que tener a la sociedad en alerta y con acciones constantes y guardar la huelga general como el gran recurso. Ya dijo el clásico que a veces puede más la espada en la vaina que en el brazo. Tienen que sentir que somos fuertes y que estamos vacunados contra la epidemia del miedo que ellos propagan, y que si se habla de una nueva huelga general será de las que no abran ni los grifos.

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La semiótica de dimitir

La semiótica, una de las varias ciencias que tratan de estudiar los lenguajes, esparce teorías a menudo contradictorias, aunque generalmente se basan en procesos experimentales. No hace mucho leí que en un congreso de especialistas en la materia una de las ponencias afirmaba que tener una determinada lengua materna incide en la manera de pensar y por consiguiente de actuar. Esto, que vale para las personas, vale también para las colectividades, y así establecía diferencias de mobiliario mental para los alemanes, que hablan una lengua que tiende a lo estático porque que se declina, para los anglosajones, cuya lengua se distingue por ser eminentemente práctica, y para los latinos, que tienen lenguas riquísimas y muy flexibles. Es decir, el alemán fuerza al cerebro a unos comportamientos que son los que han hecho que en los últimos siglos la mayor parte de los grandes filósofos o músicos z076Foto0487.JPGhayan sido de lengua alemana, y la manera práctica en que construyen su pensamiento los británicos los hizo muy poderosos (ahora los han heredado los norteamericanos), mientras que los países de lenguas latinas se pierden en el maremágnum de su prosa florida. Puede ser, y a lo mejor es por ahí por lo que en Gran Bretaña se conjuga con rapidez el verbo dimitir cuando hay una metedura de pata. En España nadie dimite, porque la conjugación verbal ofrece tantas alternativas, que permite a los malabaristas transformar en subjuntivo un indicativo, un pasado en un futuro y un imperativo en algo que ni siquiera es verbo. El Director General de la BBC ha dimitido porque uno de sus programas derrapó; en España es que ni se lo habrían planteado, y como mucho, en lugar de dimitir, el máximo responsable habría cesado a alguien más débil. Todo esto se junta con los galimatías jurídicos (que tienen mucho de manejo del lenguaje) y al final resultará que, por el caso del Madrid Arena, en lugar de la alcaldesa cargará con el mochuelo uno que pasaba por allí y que no se sabe muy bien qué hacía. Un caso paradigmático en Canarias ha sido el asunto de Tindaya, que si uno intenta explicarlo acaba perdiéndose en un rosario de empresas, decretos, denuncias, resoluciones y papeleo que, como alguien se descuide, sin comerlo ni beberlo puede hacerlo responsable de lo de Tindaya, del temporal de suroeste y hasta de la muerte de Manolete. Debe ser cosa de la semiótica, porque aquí los verbos los carga el diablo.