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Creencias, supersticiones y manías

Las creencias religiosas son sagradas siempre que no sean obligatorias. Cada cual tiene derecho a su credo. Otra cosa es que eso determine imposiciones a otros, como ocurre con el velo islámico, quiera o no la mujer, o la obligatoriedad de acudir a los cultos católicos que había durante el franquismo, so pena de perder hasta el puesto de trabajo. Es más, para ser profesor, un párroco debía certificar que alguien era católico practicante.
ahgfdsa.JPGEso, por suerte, es agua pasada en España, pero vemos cada día cómo, además de las creencias religiosas, existen otras, que generalmente llamamos supersticiones. Cosas del lenguaje. Y lo mismo que hemos visto a futbolistas rezar o santiguarse antes de empezar un partido o cuando meten un gol, también hemos sabido de sus manías y las de sus entrenadores: que si llevan al banquillo determinada camisa (que lavarán constantemente, supongo), que si entran en el campo pisando con el pie derecho, que si ese día no se afeitan… Lo de las predicciones del pulpo Paul ya es de coña.
Es posible que fallen si no hacen eso, pero no por los poderes de su creencia, sino porque psicológicamente se sienten desprotegidos. La última (esta es al revés) consiste en evitar que Mike Jeager apoye a un equipo, porque por lo visto ha declarado sus preferencias sobre cuatro de ellos, asistiendo a los partidos, y siempre han perdido. Si la causa de esas derrotas fue la presencia y el apoyo de Jeager es empíricamente indemostrable, pero ya saben que las supersticiones carecen de lógica porque se trata de buscar una luz en nuestra supina ignorancia humana.

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Bodas reales que pagamos todos

Creo que todos hemos visto a la resplandeciente Romy Schneider, en la plenitud de su juventud y su belleza, encarnando a Isabel de Babiera, Sissi, una chica adorable que acaba siendo emperatriz de Austria-Hungría por el amor de su primo el emperador. Esa es la película, pues es bien sabido que la vida real de la emperatriz, adorada por los húngaros y denostada por los austriacos, no fue color de rosa, ni siquiera su matrimonio lo fue, y su vida acabó de manera terrible a causa de un atentado.
asissi.jpgUltimamente estamos asistiendo a través de la televisión a bodas principescas, una detrás de otra. Los herederos de Dinamarca, Holanda, España y Suecia se ha casado con plebeyas (la realeza ya no es lo que era, que diría Peñafiel), y pronto veremos la del príncipe William británico, que hace princesa a otra plebeya aunque a este le quedan dos escalones para llegar a ser rey. También nos anuncian que Alberto de Mónaco, tal vez deslumbrado por los festejos recientes de Estocolmo, ha decidido casarse con su novia, y eso está bien, porque un hombre como él, que es jefe de todo en un país sin elecciones (¿cómo se llamaba a eso?), va a poner en orden su vida, porque el chico ya tiene una edad y debe sentar la cabeza.
El caso es que vamos asistir a nuevos derroches de vestidos, joyas, fiestas y dispendios que pagamos todos. Las familias reales europeas y no europeas (siempre está Rania de Jordania), tiran la casa por la ventana compitiendo en glamour (la ventana es de ellos pero la casa es nuestra). Aviones privados, hoteles suntuosos, diseños atrevidos y caros, diamantes, seguridad… Mucho dinero (nuestro). Digo yo que podrían hacer algo más sencillito porque en tiempos de cirisis tanta fanfarria es un insulto.

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El Estatuto catalán

Habemus sentencia del Tribunal Constitucional, y a los partidos políticos les ha venido al pelo. Como las elecciones catalanas van a ser en otoño, las variaciones impuestas por el TC serán el argumento básico de la campaña, unos defendiéndolas, otros rechazándolas, siempre calculando cuántos votos entran en la bolsa.
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Como aquel que dormía en medio de dos, ni tiro ni encojo ni la manta es mía, pero sí diré que todo esto de las autonomías, las competencias y la atomización del Estado me cansa, porque estamos en un tiempo en que necesitamos ser fuertes y las divisiones nos debilitan. Yo no sé qué idea del Estado tienen Durán i Lleida, Rajoy, Montilla, Patxi López, Urkullu y Zapatero, pero yo entiendo que, entre la definición franquista de que España es una unidad de destino en lo universal y un país de reinos de Taifas hay un punto medio, que es el que vertebra un Estado, que hace grandes a naciones federales como Alemania o Estados Unidos, y que en España nos empeñamos en dinamitar de un lado y de otro con la tendencia ibérica de apostar a todo o nada.
Y anuncio que, aunque ahora yo mismo esté escribiendo sobre ello, en el futuro inmediato voy a ser la persona más desinformada sobre el asunto, porque cada vez que oiga o vea la palabra Estatuto voy a cambiar de canal o a pasar la hoja del periódico. No me interesa, no porque no me importe la política, sino porque a los políticos implicados lo que les mueve es el electoralismo y no el interés general. Y ya estoy harto de que el 80% de la información y el debate nacional se refiera al 25% del Estado, que es lo que suman por población Euskadi y Cataluña, porque España es su gente, por encima de territorios, caprichitos y argumentarios partidistas.