Publicado el

Las muchas Lorcas de España

00007551[2].jpgLa catástrofe de Lorca ha sucedido cuando ningún adivino la había anunciado, mientras se entretenían en vociferar sobre otras ciudades, que siempre tienen cancha porque están en el ADN de nuestra civilización. Roma no es una ciudad más, es «la ciudad» sobre la que se profetiza porque es el centro de una religión multitudinaria. Lorca, sin embargo es un punto en el mapa, como tantas ciudades que suelen ser nombradas solo los domingos y en Carrusel Deportivo porque tienen un equipo de fútbol aunque sea en Segunda B. España es solar de poblaciones muy importantes, que quedaron relegadas casi al olvido cuando a mitad de siglo XIX el país fue dividido en provincias y se dio protagonismo a las capitales. De esta quema de memoria apenas se han salvado Vigo, Santiago, Gijón, La laguna y poco más, y se ha recuperado recientemente Mérida, pero en la Historia grande de España hay docenas de ciudades que fueron las que crearon la columna vertebral de un Estado y que hoy apenas si son conocidas: Astorga, Calatayud, Úbeda, Ciudad Rodrígo, Burgo de Osma, Plasencia, Tudela, Zafra, Cartagena, Antequera, Betancuria, Seu de Urgel, Medinaceli, Toro, Baeza… Lorca es una de esas ciudades que han construido nuestra historia. Dicen los responsables culturales que buena parte del patrimonio destruido por el terremoto es irrecuperable. Una lástima, pero ninguna tan grande como la vida de las personas que se ha llevado la fuerza desatada de la naturaleza. También es una lástima que Lorca entre en el mapa por una desgracia.

Publicado el

El valor supremo del dinero


Anoche lo dejaba bien claro José Luis Sampedro en una entrevista televisada: Occidente está en decadencia porque ha antepuesto el beneficio económico de unos pocos a los valores fundamentales que hicieron grande nuestra civilización. Los gobiernos se han convertido en títeres de los poderes finacieros, sssdddddt.JPGy aunque en teoría pueden meter mano y racionalizar el sistema, tienen las manos atadas porque en la trastienda son los grandes poderes financieros los que mandan. Para que eso sea posible ha tendido que pasar algo terrible: que Europa abdique de los valores que siempre defendió y permita situaciones como las de Palestina o El Sahara, y que en Estados Unidos el capitalismo, en manos de los halcones, haga de la guerra un negocio. Lo que nos vendieron como globalización ha sido la puntilla, y los avances tecnológicos sólo están sirviendo para idiotizar a la gente. La crisis ha sido provocada por la voracidad de una cúpula que está pasando por encima de la democracia, y la prueba es que ni el mismísimo Obama ha podido resolver un asunto que teóricamente podría atajar de un plumazo; me refiero a Guantánamo, y ahora nos venden como gran logro democrático la ejecución extrajudicial de Bin Laden. Ya ni siquiera guardan las formas, como hacían hace cincuenta años, cuando de forma parecida mataron a Patricio Lumumba. Occidente se desmorona, y a quienes como Sampedro hablan claro los medios afines a los poderes fácticos los llaman hippies visionarios. El ultracapitalismo está acabando con una forma de vida que ha costado siglos conseguir.

Publicado el

No juzguez y…

Hay una gran propensión a juzgar a los demás sin mayores argumentos, o con los mínimos, que a menudo son parciales y fruto de la propia manera de ver la vida. Es decir, se mide a los demás por criterios propios, lo cual no es bueno pero que no sería tan grave si se entrase en profundidad, wwwwDSCN3506.JPGpero es que la sentencia proviene después de valorar cosas tan leves como una forma de vestir o una opinión concreta, que puede afectar a una parte y no al todo. Por ejemplo, si vas en vaqueros y no usas corbata ni en los actos solemnes, eres un rojo; si das una opinión negativa sobre la jerarquía católica o sobre un hecho determinado relativo al cristianismo, eres ateo. Y se quedan tan anchos, no van más allá. Presuponen muchas cosas que la mayoría de las veces distan mucho de ser ciertas. Y eso me molesta enormemente, porque hay quien se cree poseedor de verdades absolutas en cualquier asunto, y como discrepes lo más mínimo es como una gran ofensa, y de paso te cuelgan una etiqueta temeraria, la que sea. No se puede clasificar a la gente por una opinión, por llevarnos la contraria o por su forma de vestir. Pero eso pasa continuamente. Antes de juzgar a los demás debiéramos mirarnos en el espejo. Pero eso ya está escrito en textos muy antiguos.