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Esa violencia que no remite

Ya uno no sabe en qué lengua hay que decir cosas que ve con palmaria nitidez. Los seres humanos son diferentes uno a uno, pero tienen todos los mismos derechos y nadie es más que nadie. Oigo al primer ministro turco esgrimir argumentos machistas que hacen temblar; y enseguida te dicen que Turquía es un país islámico. Es verdad, y aterra ver el nivel extremo de violencia que sufren las mujeres en otras culturas, pero es que miro alrededor y escucho las mimas palabras, como si estuvieran grabadas a fuego. zzzlazo.JPGY lo que más descorazona es que jóvenes y adolescentes repiten las mismas conductas, con lo que, yo que he dedicado muchos años a la enseñanza y he tratado de inculcar valores igualitarios, siento una terrible sensación de fracaso. Pero hay que seguir, repetir hasta que también se grabe a fuego en las mentes que nadie es dueño de nadie, que la violencia quita vidas, anula libertades pero nunca da la razón al que no la tiene. Hoy conmemoramos el asesinato de las Hermanas Mirabal, las mariposas dominicanas que cayeron bajo la bota del sátrapa Turjillo, pero en democracias formales también sigue habiendo crímenes machistas. Es una forma de terrorismo al que no se hace frente en la misma dimensión que a otros terrorismos. ¿Se imaginan cuál sería la movilización del Estado si cada año una organización terrorista asesinara a un centenar de personas, maltratase a miles y humillase a millones? Pues eso está pasando aquí y ahora, y este terrorismo se une a otros que tienen que ver con la raza, la pobreza y el abuso de poder, cuyas víctimas siempre son los más débiles: mujeres, niños, ancianos, minorías étnicas, pobres. Yo a estas alturas me niego a discutir cuando alguien asoma la cresta para tratar de justificar o explicar la violencia machista, y acabo por decirle: «si lo hace es usted un criminal; si lo justifica, es cómplice de asesinato». Y de La Iglesia no hablo hoy para no dar la oportunidad de que me llamen comecuras.

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El vasallaje y la picota

imjuh7agen.JPGEstos día me he visto traladado a muchos siglos atrás, con el vasallaje que se rindió a una difunta poderosa, cuyo velatorio fue vergozosamente retransmitido durante horas por la televisión pública. Era la representación de besar la bota que te pisotea. Por otra parte, he visto cómo la gente (periodistas incluso y en directo) exigen saber cómo va a pasar en la cárcel cada minuto Isabel Pantoja, y me ha horrorizado ver que la gente se hacía fotos-souvenir con la cárcel en la que está recluida al fondo. Es la versión digital de la picota.
Aunque la picota viene de muy antiguo como soporte de la exhibición de los ejecutados para ejemplo y escarmiento de habitantes y transeúntes (los crucificados de la guerra de Espartaco), luego tomó un cariz más de burla y humillación a los reos, que eran atados, no como advertencia, sino para diversión del pueblo, que los escarnecía burlándose de ellos, espolovoreándolos con harina o escupiéndolos. El soporte físico era una columna (se conservan algunas) que estaba en las plazas de las poblaciones o a la entrada de las misma para atar a ellas a los «robagallinas» y a las mujeres «de moral distraída». Todo esto se fue suprimiendo en Europa y América a partir de las revoluciones burguesas del siglo XVIII, aunque en la América profunda y calvinista la costumbre de marcar a las mujeres adúlteras con una letra escarlata perduró hasta mucho después de la independencia. A un condenado se le administra su pena y luego es un ciudadano más, y es el Estado el que lo hace en los centro penitenciarios. Y ahí termina el castigo, sin picota ni escarnio. Lo que estamos viendo en los últimos días con Isabel Pantoja nos hace retroceder muchos siglos, y es muy alarmante que este sentimiento de humillación al reo se alimente desde medios de comunicación supuestamente del siglo XXI.

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La ejemplaridad y la justicia

Con motivo de los casos de corrupción y especialmente por el ruido mediático -casi siempre desde voces incompetentes- que está levantando la orden de ingreso en prisión de Isabel Pantoja, se está usando alegremente el concepto ejemplaridad. Se dice que la cantante debe recibir un castigo ejemplar, una especie de aviso a navegantes, cosa que tendría lógica -aunque seguiría siendo discutible- si ese criterio fuese general, y no se dieran situaciones inversas como que Matas ya tenga un tercer grado sui generis o que Blesa siga en su casa mientras otros con imputaciones menos gravosas estén en prisión preventiva sin fianza.
imagen6njk.JPGLa justicia ha de ser ejemplar en la misma medida en que debe serlo todo en la vida; es decir, que sea correcta, igualitaria y transparente. Invocar la ejemplaridad como escarmiento se salta todas las bases de una justicia ponderada y lo más equivalente posible al delito. Lo ejemplarizante recuerda a lo que hacían los caudillos conquistadores tipo Alejandro Magno o Gengis Khan, cuando entraban en una ciudad y pasaban a cuchillo a unos cuantos para atemorizar al resto. Eso no es justicia. Si Isabel Pantoja, Blesa o el lucero del alba cometen un delito, se les hace un juicio y se les condena en razón de las leyes vigentes, ni más ni menos. Si alguien ha delinquido debe responder, pero imponerle un castigo más duro para avisar a la gente (a veces para justificar unas políticas muy truculentas) no es justo. Sobre la cantante pesa una sentencia después de un proceso regular y estandarizado; en una sociedad democrática debe cumplirla, sin más. Ejemplarizar equivale a escarmentar en cabeza ajena, una especie de imperio del terror para controlar a las masas, como las ejecuciones medievales en la plaza pública, colocando después la cabeza del reo en una picota en las puertas de las ciudades para que quedara claro qué le pasaría a cualquiera que hiciera lo mismo que el condenado. Isabel Pantoja, como todos, no debe estar por encima ni por debajo de la ley, hablar de sentencia ejemplar es tanto como poner en solfa el Estado de Derecho. Hablamos de justicia no de escarmiento.