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Fuerteventura, casi leyenda

 

Soy un visitante asiduo de todas y cada una de nuestras islas, y he seguido la evolución de cada una de ellas, he visto cómo se han destruido algunas esencias y han permanecido otras, por lo que ya sé lo que voy a encontrarme. Hay una excepción, Fuerteventura, la más antigua geológicamente y que, encima, fue sede de la primera capital de Canarias, Betancuria. Debo decir que, por esas inercias de nuestros afanes cotidianos, tenía a Fuerteventura “abandonada”, y hacía demasiado tiempo que no pisaba su recio y firme suelo, por lo que me había ido perdiendo algunos pasos de su trayectoria.

 

 

Estos días pasado volví. Acudí a participar en el I Observatorio Negro Criminal, dedicado a la literatura de ese género, y pude disfrutar muchas horas con primeras figuras (y por lo tanto de la literatura), e incluso hacer de padrino de la novela Mañana acabará todo, de la escritora Navarra Susana Rodríguez Lezaun,  que esta vez sale de su zona de confort para darnos una obra tan bella como estremecedora, en la que pone a los seres humanos frente al espejo de su lado oscuro, con el dantesco telón de fondo de la guerra de los Balcanes en la última década del siglo XX.

 

 

Pude escuchar las aportaciones de Jon Arretxe, Empar Fernández (flamante Premio Hammett 2024), Toni Hill, Marta Robles, Javier Rivero Grandoso, Marta Marne y una larga lista de autoras y autores, críticos y estudiosos y hasta darle un repaso muy interesante a uno de los innovadores como fue en su momento Truman Capote, de quien me dijo Eduardo García Rojas que ese Capote procede de un antepasado palmero, isla en la que ya sabemos que es un apellido muy conocido. Hay que aplaudir los apoyos institucionales majoreros y el trabajo inmenso de quienes sacaron adelante este evento, Carmen Nieto, también autora de varias novelas de este género, y Carlos Gutiérrez. El grueso de los actos se celebró en la nueva Biblioteca de Gran Tarajal, un hermoso edificio que de esa forma va tomando el pulso a los libros de la mano de quienes los escriben, en el Centro Cultural que lleva el nombre de un majorero fundamental en el devenir de Canarias, nada más y nada menos que Miguel Velázquez Cabrera, nacido en Tiscamanita, lugar perteneciente al municipio de Tuineje, como Gran Tarajal.

 

 

Viene a cuento recordar a este gran hombre, que tuvo una vida muy procelosa. Empujado por la hartura que existía en las entonces llamadas Islas Menores a causa del recurrente Pleito Insular entre Gran Canaria y Tenerife, las islas centrales más pobladas, consiguió que el Parlamento Español diese representatividad parlamentaria y voz propia a las islas no centrales de Canarias y sacase adelante la Ley de Cabildos de 1912, un hito en la organización administrativa de Canarias, junto a la Ley de Puertos Francos, que son los faros que han ido marcando la senda insular en los últimos siglos. Manuel Velázquez fue un hombre providencial, no solo para Fuerteventura, sino para todo el Archipiélago, y creo que no se la ha dado su sitio en la Historia de Canarias.

 

 

Atravesando de nuevo los interminables Llanos de Antigua, rodeados de montañas sabias por la edad, volví a experimentar esa sensación de inmensidad en la que el tiempo se para y casi desaparece el mar de nuestra vista. No sabes si estás en la realidad, la historia o la leyenda, y apenas se ponga el Sol, puede aparecer la mítica Luz de Mafasca en cualquiera de los tres planos. Es una soledad muy particular, el sello de una tierra y un sentimiento y hace más cierto que el paisaje dibuja al ser humano, como ya dijo el poeta gomero Pedro García Cabrera. El espacio se agranda y da igual el ritmo de tus pasos, todo parece estar cerca pero realmente la vista nos engaña, porque caminar Fuerteventura es solo para espíritus recios, que saben que La Naturaleza siempre impondrá su ley, desde La Bocaina y el Cotillo hasta Jandía y Cofete, y hasta puedes imaginar el remolino de los submarinos alemanes de la II Guerra Mundial que también cuenta la leyenda. Todo eso se me había ido diluyendo en la memoria de la piel, pero se volvió nítido al instante, porque esa es una seña inmutable que ha tallado la vida majorera durante siglos, y que nunca cambiará.

 

 

No es necesario hablar de la relación de Fuerteventura con el mar, que ha labrado las más hermosas playas que hoy son el reclamo de una actividad económica, el turismo, que sí ha hecho cambiar muchas cosas, pero no lo esencial. El municipio de Tuineje, en el que ha crecido Gran Tarajal, es la tierra canaria más cernada al continente africano, por lo que presume del Faro de la Entallada, el más potente de Canarias. Por eso los viejos dichos populares rezaban: “De Tuineje a Berbería, se va y se viene en un día”. Sales de la costa y pronto el horizonte oriental es Cabo Juby, cerca de la ciudad marroquí de Tarfaya, para que no olvidemos que, aunque hijas de los volcanes marinos, un gran continente tendido al sol naciente es nuestra tierra firme más cercana. De eso también saben más que nadie los majoreros. También en la primera quincena de octubre se hace una representación de la batalla de Tamasite, que tuvo lugar en 1740, en la que los majoreros derrotaron a los corsarios ingleses y los obligaron a reembarcar.

 

 

Y es importante que estos eventos literarios sucedan en Fuerteventura, que no es solo la memoria nostálgica de Unamuno, sino que tiene un alma en la lengua popular y en la literatura, de la que fue un gran valedor el profesor Francisco Navarro Artiles y lo siguen siendo el también profesor Marcial Morera y el poeta y estudioso Marcos Hormiga. No podemos olvidar el dolor sufrido por el colectivo homosexual en el campo de concentración de Tefía, contado magistralmente por Miguel Ángel Sosa Machín en su novela Viaje al centro de la infamia, y el riquísimo acervo de poesía popular, que en muchas ocasiones suele entrar en el género negro, porque narran sucesos que impactaron a la sociedad de una época. Y la legendaria búsqueda de tesoros, que nunca aparecen, y que han sido la ilusión imaginada. Fuerteventura es esa tierra que aguanta la sed, pero que a veces se siente sola porque no pensamos en este archipiélago como un conjunto de singularidades, seguramente porque no siempre tenemos a personas que sepan leer el presente y el futuro conjunto como el mencionado Manuel Velázquez.

 

 

No es extraño que unos pocos meses en la isla dieran a Unamuno argumento para un libro. Tal vez alguna de las plumas que la semana anterior visitó Fuerteventura también haya encontrado impulso para ensanchar su obra. Fuerteventura da para eso y para más, como La Palma, que también acaba de celebrar, como cada septiembre, su Festival de Literatura Hispanoamericana, al que saludo. Eso pasa cuando las islas no han perdido su alma, pero a menudo nos olvidamos de eso.

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El Ayuntamiento se ha quitado la careta

 

 

Con la ideología por bandera, unos tachan de error lo que ayer defendían, sencillamente porque ahora lo dice, lo hace o lo sostiene alguien de ideología contraria. ¿Escuchar el concierto para piano nº 2  de Rachmaninoff, admirar a la ilustre nonagenaria Sophia Loren o ser fervoroso lector de Kafka es de izquierdas o de derechas? Dicotomías como esta las vemos cada día, porque por lo visto todo hay que filtrarlo por el tamiz de una ideología, que se parece mucho a los principios inmutables de una religión. Pero es aún peor, ni siquiera tenemos claro que se basen en unas ideas, sino en quienes las enarbolan en cada momento, como Groucho Marx (“estos son mis principios, si no le gustan, tengo otros).

Parece ser que hay que tomar partido. Pues no, porque, como bien dice el sabio filósofo Emilio Lledó, la libertad de expresión no existe sin la de pensamiento. Y ahí está la vaina, porque si tenemos la mente preprogramada por un sistema -el que sea- pocas posibilidades hay de razonar libremente, porque no estamos dispuestos a salirnos del carril que casi siempre marca un profeta, un líder carismático o una doctrina milenaria (qué miedo me dan los libros sagrados). Fuera de mandamientos ideológicos, la gestión política ha de valorarse desde los hechos, y más cuando se trata de gobiernos municipales, que no tienen otro objetivo que el de cuidar una población en sus calles, edificios, parques y plazas para la convivencia, y de la ciudadanía que disfruta ese espacio físico en el que transcurren sus vidas. Pero eso no importa, solemos perder el tiempo salvas, y nos olvidamos de la eficiencia, del servicio y hasta de que determinado poder está ahí porque lo han puesto los votos, cosa de la que quienes primero se olvidan son las personas elegidas, con las que se establece así un pacto social (eso es el voto), por lo que la transparencia debiera ser el ABC de tales gobiernos.

 

 

Tomemos con ejemplo la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, que podría ser uno de los mejores lugares del mundo para vivir, por su situación geográfica abierta a dos mares (el Confital y el frontis oriental), que le procura un clima único, con la alianza de la panza de burro del alisio. Tiene una magnífica llanura litoral y unos barrios altos que le dan respiración, además de uno de los puertos, comercial y estratégicamente, mejor situados del Atlántico. Es decir, La Habana en Cuba; ¿qué podría salir mal? Con tales condiciones casi habría que decir que una ciudad así solo fracasaría si se hace adrede. Se ve que esa pulsión autodestructiva está saliendo muy bien. Porque aquí no hay quien se aclare, y los que menos los ciudadanos. Aunque el listado es kilométrico, desde mi libertad de expresión, con previa libertad de pensamiento, señalo solo tres asuntillos que me incomodan.

 

 

El primero es, por supuesto, la metroguagua, de la que nos inundaron con gráficos animados hace casi una década. Sabemos que la ciudad, especialmente la zona del Puerto, está patas arriba y ya no nos creemos ninguna fecha de acabado (creo que en el Ayuntamiento tampoco la saben), lo que ocasiona un sindiós circulatorio. Lo único que sé de ese asunto es que, lo que antes era la Avenida Mesa y López en su parte oriental, ahora es un parque adoquinado y supuestamente peatonal, en el que puede atropellarte un patinete y, la gran novedad, circulan guaguas (parque multifunción). El día que, en 2030, se celebre el gran partido del Mundial de Fútbol entre Corea del Sur y Tanzania, ¿se podrá llegar en guagua al estadio de Gran Canaria? Yo es por saber.

 

 

El segundo asuntillo es el deterioro y la limpieza de la ciudad. Comentaba esta semana en la radio un edil palmense que los contratos con las empresas que se encargan de la limpieza están vencidos desde 2017, es decir, siete años que pertenecen a tres legislaturas. También es por saber, porque tres corporaciones consecutivas del mismo signo no han tenido un ratito para resolver ese tema. De paso, les comunico, que sé de algunas paredes que sostienen el acceso a calles de barrios periféricos (algunos históricos) que solo necesitan que llueva durante 10 minutos para que se vayan ladera abajo, con el peligro que eso supone, y lo complicado que será devolver a la normalidad esos derrumbes, vista la celeridad de gestión de que hacen gala. No es una profecía, es la combinación del principio de Pascal sobre la presión de los fluidos y la Ley de La Gravedad. Veo que tampoco han tenido tiempo de echar un vistazo a los escritos que una y otra vez han enviado las asociaciones vecinales advirtiendo de esos peligros. Sé que son gente muy ocupada en… Pues no sé, supongo que en algo que se nos escapa a los simples mortales.

 

 

La tercera cosa ha surgido esta semana. Resulta que la Gran Cabalgata del Carnaval 2025 será el 8 de Marzo. Esta fecha es bandera de muchos avances en el camino de la Igualdad entre hombres y mujeres, un camino que viene de muy lejos, con logros como las luchas de la Transición para que se trasladaran a la Constitución conceptos como la no discriminación por razón de sexos. El feminismo ha sido un motor del avance en los Derechos Humanos en esta querida ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, que es cabeza de una isla que cree en la Igualdad. Y precisamente ahora, que las fuerzas reaccionarias están intentando anular esos derechos, el Ayuntamiento arrincona una de las grandes celebraciones reivindicativas de la democracia. ¿Es que no hay más días en el calendario? Porque lo que sí debiera ser inamovible es la relación del 8 de Marzo con la lucha por la igualdad de la mujer. Y me resulta incomprensible que esto suceda cuando en La Alcaldía y en las concejalías encargadas del Carnaval y de Igualdad están tres mujeres al frente, tres mujeres que en su propia trayectoria personal y política forman parte de esa avanzadilla que va rompiendo poco a poco techos de cristal.

 

 

Estos son los hechos. Y aprovecho para decir a quienes seguramente aludirán al dinero público que se va en subvenciones a las organizaciones feministas que no cuenten conmigo, que más tendría que ser, porque la igualdad está muy lejos de ser real. Solo hay que echar un vistazo alrededor, y es notorio que no hay espacios para centros de acogida para las víctimas de violencia de género. Si encima ahogan la voz de las mujeres con el estruendo de uno de los actos más multitudinarios del Carnaval, seguiremos ahondando en una de las lacras de esta sociedad. Y si hablamos de Carnaval, el ayuntamiento se ha quitado la careta.

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En realidad ¿somos tan tontos?

 

Supongo que habrán oído o leído más de una vez que en España no cabe un tonto más. Aunque algunos usan la frase sin citar procedencia, hay que decir que es una sentencia lapidaria del escritor y periodista Santiago Amón, que murió prematuramente en accidente de helicóptero en 1988. Fue su caballo de batalla en los 80, y cuarenta años después, lo que parecía una ironía graciosa, se ha vuelto una verdad cervantina, pues bien podría adjudicársele al remache de un párrafo en el que don Quijote le desgrana a Sancho su visión del mundo, las personas y las cosas, antes de picar media espuela y reanudar la marcha a trote cochinero. Y es que escuchamos cada día estupideces cuya credibilidad nos parece imposible, y pensamos que quien las lanza nos toma por tontos; la sorpresa surge cuando escuchamos el aplauso encendido de multitudes.

 

 

Y ya que estamos con Cervantes, dejemos que hable el pueblo con voz de Sancho: «Dos linajes solos hay en el mundo, como decía una agüela mía, que son el tener y el no tener… antes se toma el pulso al haber que al saber: un asno cubierto de oro parece mejor que un caballo enalbardado». Y los oropeles del asno son hoy la fama y la descalificación absoluta del que no esté de acuerdo. Dice uno tener razón y se la niega al otro, que a su vez hace lo mismo a un tercero, este a un cuarto, y todos a todos; cada uno tiene una corte que da eco a sus palabras para que sea creída por miles. De este modo, los miles del uno, del otro, del tercero y el cuarto están embebidos en la admiración a su burro áureo, y es tal el embeleso que, cuando el animal rebuzna, su gente cree escuchar relinchos. Es decir, de muchas clases distintas, cada cual con su bandera (o bandería, uno ya no sabe), es verdad incontestable lo que fue gracieta de Santiago Amón y hoy es certeza definitiva: en España no cabe un tonto más.

 

 

Solemos usar la expresión “hacérselo mirar” para recomendar que se revisen comportamientos, como cuando se aconseja a alguien que vaya el médico porque tiene una tos rara, un color extraño o un cansancio extremo. En la política estatal, tanto el partido A como los del resto del abecedario, ponen el grito en el cielo reclamando acciones que no aplicaron cuando gobernaban; en Canarias, los mismos partidos hablan distinto, según estén aquí o en Madrid, o según quien gobierne. Es decir, bla, bla, bla; palabras que se usan en la oposición estatal o autonómica pero que son papel mojado apenas se toca poder, porque finalmente tanto el gobierno de Madrid como el de Canarias galopan un tigre y no quieren bajarse de él porque los devoraría.

 

 

Además, hay tensiones internas en las fuerzas políticas,  el poder partidista, incluso cuando se está en la oposición, que es otra forma de medrar en la política, aunque al ciudadano no le sirva de nada. Y, claro, el aserto popular tiene razón, los políticos han de hacérselo mirar, porque ya nadie cree que estén velando por el interés general, sino por la prevalencia de un grupo sobre otro o incluso por la supervivencia personal. Si alguna vez, tanto en España como en Canarias, ha hecho falta arrimar el hombro, es ahora. Pero nadie quiere oír hablar de gobiernos de concentración, y tratan de administrar sus mayorías absolutas o pactadas. Y la política (la de verdad) es necesaria. Los políticos deben dejar de ser meros administradores de los poderes económicos, siempre en su beneficio. La falta de credibilidad en la política es muy peligrosa, porque de ahí a que los amantes de regímenes totalitarios hagan su agosto no hay más que el paso del desánimo ciudadano a la desesperación. Ya estamos viéndolo aquí, en Alemania y hasta en Estados Unidos. Están poniendo en peligro esta pequeña democracia que dicen que tenemos. Esta generación de políticos está quedando como la peor que se recuerda. En el resto de mundo también. Y mira que ha habido lerdos en la Historia.

 

 

Un día detrás de otro, nos llegan disparatadas teorías dignas de una novela delirante. Aunque los medios profesionales no hincaban el diente al principio, ya han entrado en el juego, y desde siempre Internet es un hervidero de invenciones terroríficas. Y hay mucha gente que está pasando miedo. Antes se decía que el papel aguanta todo lo que le pongan, y ahora hay que decir que Internet, que es un medio de comunicación fantástico, también es un espacio en el que campan libremente todo tipo de supercherías. Algunas de ellas dicen basarse en documentos que vaya usted a saber si existen, pero que tienen apariencia de reales. Ahora, con la inteligencia artificial es un despiporre. Otros documentos existen realmente, pero su interpretación puede hacerse de muchas maneras. El catastrofismo atrae mucha atención, y en cierto modo es peligroso porque no todas les mentes están equilibradas, y ante la certeza (infundada, pero certeza) de un futuro inmediato terrible pueden reaccionar muy mal. De hecho, son cada vez más frecuentes los episodios de violencia extrema sin encaje racional posible, basados casi siempre en argumentos de mala novela por entregas.

 

 

Hay todo tipo de anuncios, se enarbolan hasta las previsiones supuestamente científicas, como una nueva erupción del Vesubio, u otra más terrible, la del supervolcán de Yellowstone, que arrasaría el planeta. Y yo les digo que son ganas de amargarle la vida a la gente, porque ya ha habido días señalados para el final y nunca pasó. Lo que más increíble me parece es que, después del fallo repetido en la predicción de una fecha, esta siga teniendo seguidores. Es cierto que vivimos en un universo en evolución, y que La Tierra y el Sistema Solar son parte de un proceso que apenas entendemos, pero de eso a fijar una fecha del final del planeta va la misma distancia que entre la verdad y la charlatanería. Como siempre, basándome en lo que a mí me parece, estoy en condiciones de asegurar que no habrá fin del mundo en 2025. La verdad es que con esta profecía no me arriesgo, porque como esto estalle nadie vendrá a reclamarme al día siguiente. En realidad ¿somos tan tontos?