Triplete y tal, pero ya vale
Me gusta ver un buen partido de fútbol, y es verdad que España juega muy bien. Ha ganado el triplete, algo que nadie había conseguido, y ya empiezan algunos a pensar en dar un maracanazo en el Mundial de 2014 y subírsele a las barba a Brasil en su propia casa. Yo, a estas alturas me lo creo todo, pero sigo pensando lo mismo: es simplemente fútbol, un juego. Que España haya ganado es mejor que lo contrario, pero si ya se pasaron hace dos años con las fiestas del Mundial, seguir ahora con millones de personas en la calle vitoreando a una guagua descubierta que apenas se vislumbra a lo lejos me parece algo cercano a lo esotérico. No veo diversión en estar apretujado bajo un sol de justicia, en medio de una multitud vociferante; es volver a los ancestros, desempolvar el espíritu de tribu, una especie de identificación con algo que es solo una idea, y los dioses se acercan a los mortales. No importa que queden muy lejos, que solo se les vea pasar un instante, se supone que lo importante es estar ahí para que esos seres del Olimpo vestido de rojo derramen sobre los humanos su gracia, aparte del dinero que cuesta todo ese dispositivo. Ya sabemos aquello de «pan y circo», pero es que hay poco pan. En resumidas cuentas, una papanatada, con todas las cadenas conectadas en directo durante horas, esperando que al final, un dios suplente, el portero del Liverpool Pepe Reina, ensarte una ristra de chorradas a cual más repetitiva. Pero hay que reírse, hablan los dioses. Y el Jefe del Estado, mortal al fin, recibe obnubilado a unos muchachos que lo único que hacen es dar patadas a un balón. Sí, crean ilusión, y está muy bien, pero estos festejos de cuentos de hadas ya cansan. Son (bi, tri, tetra) campeones, pero no son unos héroes. Como decía alguien en las redes sociales, héroes son los que luchan contra el fuego en los bosques valencianos, los que viven el día a día toreando dificultades, los que pasan noches en vela cuidando de los suyos. No nos engañemos, la Selección Española de Fútbol es un grupo de chicos multimillonarios en pantalón corto que juegan muy bien al fútbol (el dinero que cobran es otro asunto, no menor). Es cierto que sus triunfos generan alegría y dan un respiro, pero nada más. De manera que ese viaje a Kiev de Rajoy es justo la imagen que no quería ver en el presidente de un país que, en estos difíciles momentos, necesita creer que sus dirigentes están en lo que están, no gritando «gol» en un palco. Así que, ya vale.