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UWE GRUMANN (I)

selllo0ooo.JPGEn el año 2004 se realizó en Las Palmas de Gran Canaria una exposición retrospectiva del pintor Grumann, que acaba de fallecer en Las Palmas de Gran Canaria a los 97 años. Con ese motivo, tuve ocasión de hablar con él y de esa conversación salió este texto, que fue publicado entonces y aque ahora recupero como homenaje al artista. Lo publico en dos entregas para hacer más fácil su lectura.
(I)
Probablemente el nombre de Uwe Grumann nada signifique en la España peninsular, salvo para algún estudioso del arte alemán o chileno. Tal vez sea porque sus estancias españolas han sido en Canarias, y sigue existiendo esa prevención hacia todo lo que sucede en la periferia y no ha sido bendecido por los centros de distribución de la cultura, esto es, Madrid y Barcelona.
gruman1.JPGSin embargo, Grumann es un gran pintor, no porque esa afirmación acabe de sacársela de la manga el cronista, sino porque así está considerado en su Alemania natal y en Chile, país que es el lugar de su segundo nacimiento, donde ha logrado el máximo reconocimiento que un artista plástico puede conseguir, el Premio del Círculo de Críticos de Arte de Santiago de Chile. Como afirma Lázaro Santana, el crítico canario que es sin duda quien mejor conoce su obra y quien más ha escrito sobre ella a este lado del Atlántico, «los secretos de Grumann son dos. El primero es, por descontado, el de su indudable talento plástico. El segundo, no menos importante que el primero, es el de su capacidad para el olvido». Y, como sigue diciendo Santana, es una paradoja que Grumann tenga esa capacidad de olvido siendo como es un pintor de la memoria.
En estos días se realiza en Las Palmas de Gran Canaria una exposición retrospectiva del pintor (este texto es de 2004), comisariada por el poeta y crítico Javier Cabrera, que ha rebuscado en toda su trayectoria para dar una visión de casi seis décadas de pintura, que es libre y personal pero que siempre acaba mostrando su raíz germana con un hilo conductor que nos lleva al final de las vanguardias, aunque su pintura sigue siendo joven en la actualidad. ¿Y por qué precisamente en Las Palmas de Gran Canaria? Es una larga historia que tiene mucho que ver con la trayectoria vital y artística de Grumann, hoy un hombre que luce sus espléndidos noventa años en plena creación y apegado al siglo XXI.
gruman2.JPGContemos, pues, esa historia que podría ser una novela-río que nos pasearía por prácticamente todo el siglo XX, desde el gélido Mar del Norte de su Hamburgo natal hasta las costeñas y luminosas aguas del Pacífico chileno, pasando por el Atlántico de las grandes gestas. Nació Grumann en Hamburgo en 1913 y por lo que su biografía demuestra ha tenido un especial instinto para oler el peligro y librarse de él. Por su edad podría pensarse que se formó en el espíritu del Bahaus alemán de entreguerras, una escuela de gran fuerza, como lo fue el expresionismo y todo lo que quedó liquidado cuando Hitler se hizo con el poder en Alemania.
Pero no, Grumann, siempre atento a los movimientos artísticos, fue un espectador mientras se licenciaba en Ciencias Económicas. «El Bahaus daba la pauta en muchas cosas», afirma Grumann, «tenía sobre todo buenos arquitectos, influía en el teatro y en el ballet, pero creo que no tuvo una gran influencia en el siglo XX europeo y se recuerda como una idea casi romántica. Lo que verdaderamente me llamaba la atención era lo que venía de Francia, especialmente Picasso, y sobre todo Matisse, que para mí tenía más atractivo que Picasso, aunque es patente que este era una fuerza de la naturaleza, un artista rompedor, muy distinto de la armonía y el equilibrio de Matisse, por otro lado muy francés».
Su intuición le hizo avizorar la gran tragedia que se cernía sobre Alemania y, en 1937, tomó un barco en Hamburgo y se hizo a la mar. Gruman se muestra reacio a hablar del pasado y dice que aquella es una época absolutamente pasada para él. Le insisto y le digo que tiene un instinto especial para irse de los sitios cuando las cosas empiezan a complicarse. «No lo crea», asegura, «si usted viera que se acerca una catástrofe también se marcharía de donde está. En 1937 era más que patente lo que iba a suceder, en realidad ya estaba sucediendo, y no hace falta que le dé detalles si conoce un poco la historia». Luego, como alegando un motivo de su marcha, me dice que en Hamburgo, siempre hubo un republicanismo muy liberal y eso hacía la vida muy difícil con los nazis en el poder en Alemania. Le pregunto que si no había libertad, y al escuchar esa palabra, en nombre de la cual se han cometido mil atrocidades, Grumann da un respingo y se impacienta: «Esa pregunta es absolutamente innecesaria. ¿dónde hay libertad? ¿En el Iraq del señor Bush acaso?»
gruman3.JPG¿Por qué Chile y no cualquier otro país? Grumann parece haberse dejado llevar por la vida cuando afirma: «No escogí Chile, sino que se ofreció la oportunidad. No había mucho donde elegir, y gracias a Dios que me fui para allá, porque nunca me he arrepentido, y allá había muchos republicanos de Hamburgo, y muchos judíos refugiados que tuvieron que trasladarse para salvar sus vidas. Allí formamos un grupo que nos dedicamos al arte, fuera la pintura u otra actividad, pero yo nunca me metí en la política local, y tampoco lo hice aquí en Canarias, cuando años después estuve viviendo en las islas. Lo curioso es que Chile pasaba lo mismo que en Hamburgo, todo el mundo miraba a París, y allí Matisse y Picasso también eran los dioses».
De camino hacia Chile, tocó puerto en Las Palmas de Gran Canaria, y la luz canaria de esta ciudad debió quedársele en la retina. Llegó a Chile, donde había una importante colonia alemana y allí sí que dio rienda suelta a su talento plástico. Se formó técnicamente bajo el magisterio de dos excelentes artistas alemanes afincados en Chile, como son Hans Soyka y Harwing Marahrens, y se integró en un grupo de pintores emigrados que tuvo un gran protagonismo en el Chile del medio siglo. Reconocido en aquel país largo y estrecho como una cueca, en palabras de Violeta Parra, participa en la vida cultural chilena, cuando el Parque Forestal de Santiago, junto al río Mapocho, se hacían exposiciones en carpas anejas a las que eran ocupadas por la Peña de los Parra, donde, ya en los años sesenta, alcanzaban su plenitud poetas y músicos de la talla de Nicanor y Violeta Parra, Víctor Jara y Quilapayún. Mientras tanto hizo alguna escapada a Alemania para dar conocer su arte a sus compatriotas, que también lo reconocieron como gran pintor después de exponer en Hamburgo y Frankfurt.
(En el post de mañana saldrá la segunda y última parte del texto)

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La fiera

zz-unión.JPGEl ciudadano se aísla cada día más porque está cansado de que se le nieguen las respuestas que busca. Como no comprende lo que pasa, se encierra en su concha, y entonces empieza a sentirse solo en un mundo hostil e incomprensible. Al no haber sentimiento colectivo, la sociedad como tal es una ficción, no hay colectividad y sólo hay movilización cuando algo o alguien ataca la seguridad última que es el individuo y sus cosas. Los grandes debates se pierden en la nebulosa de la confusión, y se extravía en un bosque de mil especies, no se sabe si carnívoras o medicinales: pensiones, recortes, estatutos, trenes al sur, ultraperiferia, pleito… Un hombre que se siente continuación del otro es un peligro para el sistema, porque en seguida son dos, tres, diez, una sociedad activa, un tigre de Bengala dispuesto a saltar. Interesa que siga dormida la fiera del hombre solidario. Mientras seamos uno + uno + uno, no hay peligro.

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Juan Marichal, un intelectual honesto

Con Juan Marichal desaparece uno de los intelectuales todoterreno más importantes del panorama cultural de nuestra lengua. Es uno de los últimos componentes de la diáspora obligada que fue causada por la guerra civil, que a él lo cogió siendo casi un niño, huyendo de Madrid a París, y de allí a Casablanca, como en la película pero sin Ingrid Bergman, y con destino final provisional en el México que acogía con los brazos abiertos a los rebotados de aquella tragedia que aún sigue en la memoria de todos. A Juan Marichal, tinerfeño de nacimiento, español por pasaporte y terrícola por definición, las circunstancias (la guerra siempre es una circunstancia) le llevaron a empezar el bachillerato español en Valencia y terminar el francés en Casablanca, después de haber pasado por aulas de Barcelona y París.
Todo esto, unido a sus estudios en la universidad en México y el Doctorado en Estados Unidos, le abren la mente a cualquiera, y más si se proviene de una familia y un ambiente ya de por sí tolerantes. Hablaba con modestia, y en las conversaciones se interrumpía a menudo con coletillas como «esto es muy largo y farragoso para contarlo», «pero esto no le interesará a usted» o «ya le he quitado mucho tiempo». Profesor en Harvard, cuidadoso investigador y brillante ensayista, es autor de uno de los trabajos más concienzudos sobre Manuel Azaña, último Presidente efectivo de la II República española.
zJuan Mrichal.jpgComo él mismo contaba, ingresó en la universidad mexicana en el 42. Se dio cuenta de que quería ser docente, y en México iba a ser imposible por los sueldos que allí se pagaban. Su maestro, el intelectual mexicano Edmundo Gordman, le dijo que si quería ser profesor de verdad tenía que irse a los Estados Unidos, porque Gordman ejercía la docencia porque era rico y no necesitaba el sueldo. Marichal consiguió una beca para ir a Princeton a estudiar con Américo Castro, y allí se doctoró. Siempre decía en broma, para confundir a los que le escuchaban, que nunca había sido castrista, porque don Américo tenía tesis muy brillantes sobre la historia española, pero que con el tiempo Marichal rebatió, aunque siempre tuvo a gala decir que Don Américo Castro había sido el maestro más importante de su vida.
Decía que en España falta esa tradición francesa del historiador-escritor, pues los historiadores franceses son grandes escritores, y aseguraba que la obligación de un escritor es escribir lo mejor posible, en el sentido de comunicar, sin hermetismos. Fue un gran conocedor de la obra de Pedro Salinas, de la que ha sido sin duda su mejor editor, y aprendió de él. Decía que Salinas, que también estuvo en Francia de joven, tenía esa idea de la comunicación, y esa obsesión también se la adjudicaba a su época de estudiante del bachillerato francés. Aseveraba que aquí lo historiadores no escriben bien, lo hacen para ellos y se asombraba al ver cómo daban muchas cosas por sabidas y el lector se perdía.
Cuando se le comentaba el federalismo, él se explayaba. Decía que la palabra federal sonaba a izquierdas desde la I República, y evocaba al último diputado federalista, el grancanario José Franchy Roca. Según él, en Canarias había una tradición bastante inteligente de que no había que buscar independencia porque ahí estaban los ingleses que se comerían a Las Islas; en cambio, mantener con el Estado español una relación de tipo federal era a la vez tener autonomía y protección, que es lo que estuvo a punto de pasar en Cuba, pensando que Estados Unidos se podía comer la isla.
Con Juan Marichal desaparece un sabio, un hombre bueno que miraba a España con doble visión, la suya como español y la de un intelectual curtido en la investigación exigente de una gran universidad americana, Harvard, el vértice del conocimiento de una sociedad que por su potencial económico se nutre de los mejores. Su visión del mundo y de la estructura del Estado español debería ser tenida en cuenta, pero no nos hagamos ilusiones, porque estamos en manos de políticos, no de pensadores. Y Juan Marichal fue siempre un pensador abierto y riguroso. Descanse en paz.
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Este trabajo fue publicado en la edición impresa de Canarias7 el día 10 de agosto.