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Qué pobre es el siglo XXI

Otra vez ha vuelto a liarse en Italia como consecuencia de una campaña publicitaria. Hace un par de años fue por una fotografía de una mujer crucificada, que habría quedado en un centenar de carteles de no haberse desatado una algarabía tremenda. Los integristas hicieron que una modesta llamada contra el maltrato a la mujer se convirtiera en una gran campaña mundial. Ahora es el fotógrafo Oliviero Toscani el que ha levantado las iras de los los de siempre, por un calendario en el que salen 12 pubis femeninos (uno por mes) que acompaña a la revista Rolling Stone.
300px-VelazquezVenues[1].jpgY la verdad es que el asunto en sí mismo es tan estúpido que casi no merece comentario, pero sí que da lugar a otras derivas. Una es que esto suceda en un país en el que Primer Ministro es el que es, hace lo que hace y nadie se escandaliza. La segunda es que me asombran dos cosas: que siga habiendo artistas y publicitarios que encuentran rompedor y modernísimo fotografiar, filmar, esculpir o pintar pubis, penes, nalgas y senos. Tuvo su gracia en los años sesenta pero ahora queda muy antiguo y resulta repetitivo y anodino. A estas alturas los desnudos tendrían que haberse normalizado. La otra cosa que me sorprende una y otra vez es que se monte tanto ruido cuando aparecen estas cosas. Tenía su punto de iconoclastia cuando en tiempos oscuros salía un desnudo en una revista o se colaba una teta en el cine, pero ahora suena a fariseismo impostado que alguien se eche las manos a la cabeza por algo que empieza a cansar de tanto verlo. Velázquez, Rubens y Goya pintaban senos, nalgas y pubis femeninos y no pasaba nada. Tenía la ilusión de que habíamos aprendido algo, pero no; ni los que lo hacen como gran novedad ni los que hipócritamente fingen escandalizarse. Qué pena.

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¿La muerte de Albert Camus fue un accidente?

Hace cincuenta años que murió Albert Camus, un francés nacido en Argelia que roza la leyenda seguramente porque murió prematuramente (47 años). Nadie duda a estas alturas que Camus es uno de los grandes escritores del siglo XX, que lo vivió todo muy de prisa y muy profundamente, hasta el punto de haber sido uno de los Premios Nobel de Literatura más joven (44 años).
camus[1].jpgSu obra es incontestable, sea en la novela, la filosofía o el teatro, y estuvo en los grandes debates que hubo en Francia durante la guerra de independencia de Argelia y alrededor del marxismo, enfrentado a Sartre, en tiempos en que hasta el diálogo intelectual era una lucha sin cuartel. Si lo saco hoy a colación es porque medio siglo después de su muerte en un extraño accidente de tráfico, se oyen voces que dicen cada vez más alto lo que siempre se ha murmurado. Desde 1960 se especuló -aunque pocos se han atrevido a manifestarlo con claridad- que Camus pudo ser víctima de un atentado, que alguien manipuló el coche en que murió (no conducía, como tampoco iba al volante James Dean en su accidente mortal), un magnífico y seguro automóvil que manejaba su amigo y editor Gallimard, por una carretara recta, amplia y a velocidad prudente. Ahora ya se dice a viva voz e incluso hay alguna novela que recrea esta hipótesis. Ignoro si esto es cierto, pero desde luego sí que eran enconados los odios entonces, y hablar de asesinato en este caso da escalofrio, porque la única arma que usaba Camus era la palabra. Pero ya sabemos que cuando el pensamiento se opone a las rígidas ideas de quienes quieren imponerlas por la fuerza a los demás se corre peligro. Y viendo cómo era aquella sociedad francesa tan libre y a la vez tan sectaria, cobra sentido la posibilidad de que la muerte de Albert Camus no fuese un accidente.

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¿Integración o tolerancia?

El debate sobre la integración de personas de otras culturas y religiones en la sociedad occidental está servido desde hace más de un siglos, cuando en Nueva York o San Francisco se crearon los barrios chinos, italianos o judíos. Siglos antes ya hubo en España juderías que concentraban a la gente de esa cultura. vvventan.JPGHoy, en sociedades avanzadas como Gran Bretaña, conviven muchas formas de vida, que casi siempre tienen una religión detrás. Es curioso como, cuando se trata de reivindicar derechos, las culturas recién llegadas se postulan como ciudadanos comunes, y lo son, pero luego quieren un status especial en sus vidas. Yo creo que la integración es muy difícil, por lo que hay que hablar de tolerancia, y esto en ambos sentidos, porque también las culturas que llegan como sedimentos tienen que respetar nuestra forma de vida. Y, sobre todo, la ley debe ser una para todos. Por eso me parece tan tremendo lo aprobado en el Parlamento Europeo para el mundo laboral de los inmigrantes.