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¿La muerte de Albert Camus fue un accidente?

Hace cincuenta años que murió Albert Camus, un francés nacido en Argelia que roza la leyenda seguramente porque murió prematuramente (47 años). Nadie duda a estas alturas que Camus es uno de los grandes escritores del siglo XX, que lo vivió todo muy de prisa y muy profundamente, hasta el punto de haber sido uno de los Premios Nobel de Literatura más joven (44 años).
camus[1].jpgSu obra es incontestable, sea en la novela, la filosofía o el teatro, y estuvo en los grandes debates que hubo en Francia durante la guerra de independencia de Argelia y alrededor del marxismo, enfrentado a Sartre, en tiempos en que hasta el diálogo intelectual era una lucha sin cuartel. Si lo saco hoy a colación es porque medio siglo después de su muerte en un extraño accidente de tráfico, se oyen voces que dicen cada vez más alto lo que siempre se ha murmurado. Desde 1960 se especuló -aunque pocos se han atrevido a manifestarlo con claridad- que Camus pudo ser víctima de un atentado, que alguien manipuló el coche en que murió (no conducía, como tampoco iba al volante James Dean en su accidente mortal), un magnífico y seguro automóvil que manejaba su amigo y editor Gallimard, por una carretara recta, amplia y a velocidad prudente. Ahora ya se dice a viva voz e incluso hay alguna novela que recrea esta hipótesis. Ignoro si esto es cierto, pero desde luego sí que eran enconados los odios entonces, y hablar de asesinato en este caso da escalofrio, porque la única arma que usaba Camus era la palabra. Pero ya sabemos que cuando el pensamiento se opone a las rígidas ideas de quienes quieren imponerlas por la fuerza a los demás se corre peligro. Y viendo cómo era aquella sociedad francesa tan libre y a la vez tan sectaria, cobra sentido la posibilidad de que la muerte de Albert Camus no fuese un accidente.

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¿Integración o tolerancia?

El debate sobre la integración de personas de otras culturas y religiones en la sociedad occidental está servido desde hace más de un siglos, cuando en Nueva York o San Francisco se crearon los barrios chinos, italianos o judíos. Siglos antes ya hubo en España juderías que concentraban a la gente de esa cultura. vvventan.JPGHoy, en sociedades avanzadas como Gran Bretaña, conviven muchas formas de vida, que casi siempre tienen una religión detrás. Es curioso como, cuando se trata de reivindicar derechos, las culturas recién llegadas se postulan como ciudadanos comunes, y lo son, pero luego quieren un status especial en sus vidas. Yo creo que la integración es muy difícil, por lo que hay que hablar de tolerancia, y esto en ambos sentidos, porque también las culturas que llegan como sedimentos tienen que respetar nuestra forma de vida. Y, sobre todo, la ley debe ser una para todos. Por eso me parece tan tremendo lo aprobado en el Parlamento Europeo para el mundo laboral de los inmigrantes.

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Sobre gustos

Dicen que sobre gustos no hay nada escrito, aunque yo creo que hay demasiado, y lo que se escribe suele ser casi siempre decreto-ley que por lo visto es de una manera y sólo de esa. Hay que ser un entusiasta -o detractor- de tal director de cine, escuchar con delirio a un cantante o leer con fruición a determinado autor, porque si no estás fuera de la pomada, eres un antiguo, un reaccionario o cualquier otro sambenito que quieran colgarte. aagusto.JPGY sucede que a veces esa película maravillosa que todos apluden te duerme, ese cantante mítico te parece ruido y ese libro extraordinario se te atasca en la página tres porque no te interesa o incluso te molesta. Pero callas porque no vas a ser el hazmerreír de la gente. Y eso empieza en la niñez, cuando todos juegan a un juego que te aburre y tragas porque quieres ser de la partida y no aislarte del mundo. No hay que confundir ese verdadero rechazo con la actitud de algunos de negar el gusto mayoritario sólo para epatar y distinguirse como diferente, que es el caso de los «indomables» que consideran que Mozart, Picasso, Borges o Fellini no valen nada. Lo que digo se refiere a que puede haber personas con exquisito gusto musical, literario o cinematográfico a las que no les gusten los Beatles, se aburran leyendo a García Márquez o se duerman en el cine frente a una película de los Hermanos Cohen (y pongo tres ejemplos de artistas que me encantan), pero no lo dirán porque se ha establecido que a una persona sensible han de gustarle por decreto, o han de rechazarlo por alienante. Esto se ha intensificado en los últimos años por el efecto mediático, y la gente se posiciona a favor y en contra porque quiere pertenecer a un grupo, bien el de los que siguen el gusto dictado, bien el de los que se oponen con saña. Ejemplos hay, como la trilogía Millenium, la música de Lady Gagá o la serie televisiva House. Y es que, por mucho que queramos presentarnos como únicos, a menudo somos esclavos de las apariencias.