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La era digital

Hace ya algún tiempo que se ha abierto el debate sobre si los libros dejarán de imprimirse en papel y entrarán en el mundo digital. Es evidente que los libros de consulta, los de texto y los manuales divulgativos tienen ahí un espacio, pero dicen los especialistas que la literatura tardará más, e incluso hay quien asegura que géneros como la novela casan mal con el formato digital, aunque otros afirman que en un archivo informático se puede disponer, además del texto, de imágenes y otras aportaciones que enriquecerían la oferta; claro que entonces ya no estaríamos hablando de un texto puro y duro sino de una oferta multimedia que manipularía la imaginación del lector. Cada cual se imagina a Madame Bovary, a Larissa y a Anna Karenina de una forma distinta, pero si le damos imágenes con un rostro determinado no dejamos lugar a que el lector colabore en la creación. El contraargumento es que eso ya sucede cuando una novela es adaptada al cine y a esas tres mujeres literarias hoy se las asimila a Jennifer Jones, Julie Christie y Greta Garbo.
librodigital.JPGPero lo digital está ahí, y aunque aún ocupa un pequeñísimo sector del mercado editorial es de suponer que en el futuro aumente, y si no desplaza totalmente a la novela de papel al menos convivirán ambos formatos, como ocurre con el cine, que lo podemos ver en las salas de proyección o en nuestra casa con un DVD que contiene, además, informaciones adicionales. Otra cuestión es cómo se resolverá el asunto de los derechos, porque con el debate que hay sobre la Ley Sinde parece que cuando alguien cobra por haber compuesto una canción o escrito una novela está robando al consumidor. Y la ley puede que esté mal en cuanto al manejo de la webs y la libertad de expresión, pero esto y la errática y vampirista política de SGAE no deben confundirse con el legítimo derecho de un autor sobre su obra. Lo digital crea expectativas pero también complicaciones, porque los legisladores van muy por detrás de los avances tecnológicos.

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¿Tindaya? Pues… Qué quiere que le diga…

Al escuchar la palabra Tindaya es como si regresara un fantasma del más allá. Mira que se ha hablado, se han hecho disparates pasados por los juzgados y, sí señor, se han dicho cosas importantes porque se ha hecho debate; y también alguna estupidez sobredimensionada. Se han proclamado exageraciones en contra que venían a decir que realizar la obra que ideó Chillida en la montaña majorera es una descomunal burrada, el acabóse, un «sindiós», el exterminio de una cultura y no sé cuántas cosas más. A favor también se han largado sonoras estupideces, que si el espacio en la montaña es una conexión cósmica (suena a fanatismo sideral de la Guerra de las Galaxias: «Que la fuerza te acompañe»), que si quienes se oponen son unos ignorantes… Palabras y palabras, y lo que nunca se explica es cuánta pasta van a facturar con la traquita que sacarán del agujero, y tampoco concuerda muy bien el discurso que dice querer salvar la montaña agujereándola. Aparte está la idea de que a Chillida le ofrecieron una montaña y a cualquier canario ni lo escuchan.
ES UN HORNS El Matterhorn (Monte Cervino), en los Alpes[1].jpg (Me pregunto por qué las fuerzas cosmoslaleche del Universo van a dirigirse a la montañita de Tindaya habiendo por los Alpes, el Himalaya, el Kilimanjaro o los Andes unos pedazos de montañas que dan miedo)
Tres lustros después de que empezara el debate, la verdad es que ni me parece tan genial que se haga esta obra (nunca me he tragado la machangada de esa unión espiritual con el universo), ni creo que hacerla sea el apocalipsis de nada. Ahora sí que digo que 75 millones de euros es mucha pasta (12.500 millones de pesetas), un dineral, y tendrían que venir a Fuerteventura muchos millones de turistas a buscar esa conexión cósmica durante muchos años para amortizar semejante inversión en tiempos en que no dejan de decirnos que no hay dinero para nada. Ah, ¿que si estoy en contra o a favor? Pues eso, que ahora, con la que está cayendo, 75 millones de dinero público es mucha pasta.

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Qué pobre es el siglo XXI

Otra vez ha vuelto a liarse en Italia como consecuencia de una campaña publicitaria. Hace un par de años fue por una fotografía de una mujer crucificada, que habría quedado en un centenar de carteles de no haberse desatado una algarabía tremenda. Los integristas hicieron que una modesta llamada contra el maltrato a la mujer se convirtiera en una gran campaña mundial. Ahora es el fotógrafo Oliviero Toscani el que ha levantado las iras de los los de siempre, por un calendario en el que salen 12 pubis femeninos (uno por mes) que acompaña a la revista Rolling Stone.
300px-VelazquezVenues[1].jpgY la verdad es que el asunto en sí mismo es tan estúpido que casi no merece comentario, pero sí que da lugar a otras derivas. Una es que esto suceda en un país en el que Primer Ministro es el que es, hace lo que hace y nadie se escandaliza. La segunda es que me asombran dos cosas: que siga habiendo artistas y publicitarios que encuentran rompedor y modernísimo fotografiar, filmar, esculpir o pintar pubis, penes, nalgas y senos. Tuvo su gracia en los años sesenta pero ahora queda muy antiguo y resulta repetitivo y anodino. A estas alturas los desnudos tendrían que haberse normalizado. La otra cosa que me sorprende una y otra vez es que se monte tanto ruido cuando aparecen estas cosas. Tenía su punto de iconoclastia cuando en tiempos oscuros salía un desnudo en una revista o se colaba una teta en el cine, pero ahora suena a fariseismo impostado que alguien se eche las manos a la cabeza por algo que empieza a cansar de tanto verlo. Velázquez, Rubens y Goya pintaban senos, nalgas y pubis femeninos y no pasaba nada. Tenía la ilusión de que habíamos aprendido algo, pero no; ni los que lo hacen como gran novedad ni los que hipócritamente fingen escandalizarse. Qué pena.