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Academias

Pongo por delante que Franco fue un dictador autoritario que llenó a España de dolor, sufrimiento y muerte y traumatizó a varias generaciones hasta el punto de que, 35 años después de su desaparición física, aún este país no ha superado el trauma que supusieron aquellos 39 de opresión y fanatismo medieval. Y digo esto por el jaleo que se ha montado con la publicación de la Real Academia de la Historia en la que se hace apología de la figura de Franco y su régimen. Las academias son instituciones que supuestamente tienen carácter científico, artístico o cultural (bien lo dice el diccionario de la RAE), pero con el tiempo se han convertido en instrumentos de poder y yunques muñidores de prestigios no siempre merecidos. La Academia de la Historia se comenta por sí sola, y si echamos un vistazo a la de La Lengua veremos que ni están todos los que son, ni son todos los que están. Y así con todas, y hablando de esta última, habría que revisar muchas definiciones que siguen siendo sexistas, xenófobas y discriminatorias.
accccad.JPGNo hablo de la Academia Canaria de la Lengua pues me remito a las palabras dichas por doña María Rosa Alonso en 1996 y publicadas de nuevo en este rincón hace unos días (supongo que no irán a discutir su autoridad). Estimo que en pleno siglo XXI, con los medios humanos y materiales que tienen las universidades, cumple a estas ordenar las materias con el rigor que se les supone. Y las academias que sigan su camino de clubs privados británicos, donde los miembros designan a sus nuevos componentes, con lo que se convierten en entes endogámicos y ajenos al bullir cotidiano de la materia que pretenden regentar. Y eso con dinero público y con comportamientos muy-muy-muy privados y exclusivistas. Por lo tanto, que la Academia de la Historia publique lo que quiera, porque como dijo aquel, al final nos van a hacer creer que el Cid viajaba en motocicleta y el Che Guevara en trineo. Si a las academias les quedaba algo de credibilidad, con esto la han liquidado. Normal, es verano, tiempo de rebajas.

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Que repitan el eclipse

Los eclipses son espectáculos que la naturaleza nos brinda para dejarnos clara nuestra pequeñez y la dependencia que tenemos de astros como el Sol o la Luna, que gobiernan nuestra temperatura, las mareas y otros parámetros que hacen posible la vida. En la antigüedad, los eclipses eran tomados como malos augurios, y si, como en el caso de hace dos días, la luna se ve roja roja por cuestiones físicas la cosa era aún peor. Eclipses, lluvias de estrellas y otros fenómenos astronómicos han dado miedo, sencillamente porque se ignoraba casi todo sobre ellos. zzzzoto1959[1].jpgPero si los eclipses de Luna son curiosos, los totales de Sol son tremendos. Cuando digo eclipse total es total, y el último que de esas características hemos visto en el centro de la diana en Canarias sucedió el 2 de octubre de 1959. A las 11:45 de la mañana de un día luminoso, oscureció totalmente; se veían las estrellas y las aves buscaron su palo para dormir. La ignorancia de lo que estaba sucediendo hizo que muchas personas fuesen presa del pánico, mientras gritaban que era el fin del mundo que se había adelantado, ya que por entonces estaba anunciado para 1960, tres meses después, que era cuando decían que iba a ser abierta la tercera carta de Fátima. Mientras tanto, los niños en la escuela no se asustaron, porque los profesores los habían preparado, y lo observaron con cristales ahumados. Luego hubo otro eclipse total de Sol el 30 de junio de 1973, y se anunció a bombo y platillo porque el avión Concorde repleto de científicos y periodistas salía de Gando para seguir la ruta del eclipse y observarlo por más tiempo. Pero no se hizo de noche, fue como un día nublado, y hasta circulaba el chiste de que al día siguiente iban a repetir el eclipse porque no había salido muy bien. Pues lo mismo ha ocurrido con el de Luna, porque las nubes no lo han dejado ver en Las Palmas. Seguramente será culpa de Zapatero, y no me extrañaría que el PP pida que lo repitan.

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El más europeo de los escritores


zsemprun[1].jpgCon la muerte de Jorge Semprún desaparece el último intelectual español de la vieja escuela, hombre de acción en la Resistencia francesa (como Camus), activista político (como Neruda), cautivo (como Cervantes), ministro (como Malraux) y sobre todo gran escritor. Escribía originalmente en francés, pues Francia fue su segunda patria, aunque algunas de sus obras nacieron en castellano, pero esa lejanía de nuestra lengua le privó del Cervantes. Al mismo tiempo, su origen español le impidió ser miembro de la Academia Francesa. Demasiado a la izquierda para ser aceptado por la clase conservadora de la que provenía; demasiado humano para ser aceptado por el stalinismo del Partido Comunista de Dolores Ibárruri y Santiago Carrillo. Fue expulsado de muchos lugares, y al final se dio cuenta de que su casa era Europa y su ideología la supervivencia. Sobrevivió a los campos de exterminio nazis, a la aversión que despertaba entre los escritores españoles de su generación (lo llamaban señorito, pero ninguno de ellos tenía sus cicatrices), sobrevivió a casi todo, menos a sus 87 años. Su biografía es más inverosímil que la de un personaje de novela, pero es real. Tuvo una y otra vez muchas razones para el odio, la venganza, la revancha y el ajuste de cuentas. Eso no iba con él, siempre trató de acercarse a la idea de reconciliación, tanto en sus novelas como en sus libros de memorias. Federico Sánchez fue su alter ego en el PC clandestino y en la plica del Premio Planeta. Probablemente sea Jorge Semprún uno de los más importantes escritores que tenga una idea clara de lo que es ser europeo, y eso lo aprendió con dolor. Pero nunca se escuchó de su boca un reproche. Era grande hasta en eso.