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A la Historia por el cotilleo

Tengo un gran respeto por las personas que se dedican a la investigación histórica, porque supongo que su nivel técnico les permite llegar muy lejos y su prudencia no ir más allá de donde pueden documentar. Pero ya sabemos que al final hay que montar el puzle, recrear un momento, y de alguna manera eso es una interpretación, pues a menudo con los mismo datos dos historiadores llegan a conclusiones distintas.
zzcolonb.JPGEstelle Irizarry es una historiadora norteamericana (lo sé porque ayer ocupó una esquina en los medios) que a raíz de la lectura de una carta de Colón a la Isabel la Católica llega a la conclusión de que la Reina y el Almirante han sido amantes y hasta ha escrito un libro sobre el asunto. La profesora entiende que se trata de una carta de amor porque contiene frases como «Las llaves de mi voluntad yo se las di en Barcelona» o «Yo soy de continuo pensando en su descanso». Nada que oponer, que para eso la señora Irizarry es miembro correspondiente de la Academia de la Historia (como para fiarte de esta academia después de decretar que Franco no era totalitario). Vale, la Reina tuvo un amorío con Colón, también se dice que tuvo otro con el Gran Capitán (y eso que la llamaban La Católica), y que su marido -El Católico- arrasaba como el cierzo del Moncayo, y parece ser que también tuvo muchos líos, uno de ellos con Beatriz de Bobadilla, que luego por eso sería condesa de La Gomera (esa es otra historia). Pero eso es una especulación que nos viene muy bien a los novelistas, y bien es sabido la voracidad de todo tipo de los personajes poderosos. Cualquiera con dos dedos de frente habría deducido algo así, porque si no, de qué iba la Reina a apoyar a un desconocido en una aventura que según la lógica de aquel tiempo era como subvencionar hoy un viaje tripulado fuera del Sistema Solar. Que Cleopatra, Salomón y Luis XIV tenían amantes, que Catalina de Rusia era insaciable y que Enrique VIII estaba enfermo es más que sabido; de manera que construir la Historia con cotilleos basados en frases que pueden significar cualquier cosa mejor que nos lo dejen a los novelistas.

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Whitney Houston: la soledad de la cima

La prematura muerte de la extraordinaria cantante Whitney Houston vuelve a poner de actualidad esa tendencia autodestructiva de muchas de las grandes figuras del arte, especialmente de la música. Si terrible es que el tobogán en el que se han subido los lleve al infierno, lo es más cuando la muerte de produce de manera voluntaria, porque uno se pregunta qué había en la mente de estas personas que, teniendo éxito, juventud y dinero, deciden quitarse la vida. a-gaviota.JPGSe puede entender, desde la depresión, la vejez, la enfermedad o el bloqueo mental por razones vitales o políticas por qué llegaron a tan terrible decisión determinado personajes, pero siempre nos preguntaremos por qué se suicidaron Fassbinder o Kurt Cobain, pero sin duda una de las respuestas más probables es que no aguantaron el frío que hace en la soledad de la cima, sin saber quiénes lo quieren de verdad o simplemente se aprovechan de su fama. Casi siempre están presentes las drogas o el alcohol, que van debilitando física y mentalmente a la persona, hasta destruirla. La lista es demasiado larga para reflejarla aquí, pero como ocurre con todos, debemos recordar de Whitney Houston su extraordinaria voz, y las canciones que nos hicieron más agradable algún momento de nuestra vida. Fue un ser humano que sufrió porque la vida es demasiado complicada como para resolverla sumando dos más dos. Pero nos aportó su arte. Por eso seguimos viendo las películas de Charles Boyer, leyendo a Hemigway, Pavese, Virginia Woolf y Stefen Zweig, admirando los cuadros de Van Gogh o escuchando a Elvis, a Janis Joplin y, por supuesto, a Whitney Houston.

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El Lazarillo y la reforma laboral

-Por fin los del Gobierno han hecho esa reforma laboral que tanto predicaban, don Virgilio. ¿Qué le parece a usted, que es tan entendido en esas cosas?
-Que buena no es para los pobres, doña Asunción.
-¿Ya ha leído todo lo que acordaron?
zFoto0155.JPG-No, todavía no.
-Pero, hombre, si no sabe las cosas de primera mano no puede opinar.
-Oí por la radio algo que dijo uno de la patronal, y deduzco que con esto pasa lo mismo que con lo de las uvas en la novela El Lazarillo de Tormes.
-¿Y qué tiene que ver esa novela con la reforma laboral?
-Pues que, en un pasaje del libro, un ciego y un muchacho, que es su lazarillo, comen uvas de un mismo racimo, y al terminar el ciego le dice al chico que éste ha estado cogiendo las uvas de tres en tres. Extrañado, el lazarillo le preguntó cómo, siendo ciego, se había percatado de su trampa. Y el ciego dijo: «porque yo las cogía de dos en dos y tú nada decías».
-Sigo sin entender, don Virgilio.
-Pues verá, doña Asunción: si a los empresarios les ha parecido bien la reforma laboral, yo, como el ciego, no necesito ver más para saber que debe ser mala para los trabajadores.
-¿Y eso lo adivina usted solo porque leyó esa novela?
-Es que, Señora Mía, leer libros enseña a pensar.
-Oiga, don Virgilio; y para saber si mi marido me engaña con alguna pelandusca, ¿qué libro tengo que leer?