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La cruz y el destino

En Las mil y una noches, un criado pide al amo un caballo veloz para huir de Bagdad, porque se cruzó con La Muerte en el mercado y esta le hizo un gesto de amenaza. El criado sale a galope tendido hacia la distante ciudad de Ispahán con intención de llegar antes del anochecer. Intrigado, el amo va al mercado y allí ve también a La Muerte y le pregunta:
-¿Por qué has hecho un gesto de amenaza esta mañana a mi criado?
-No ha sido un gesto de amenaza -explica la Muerte-. Ha sido un gesto de sorpresa. Según mis libros debía encontrarme con él esta noche en Ispahán.
zcrux15[1].jpgHasta ahí la tremenda historia contada por Sherezade. La leí hace muchos años y siempre me sobrecoge, porque es la fuerza de lo inexorable, cómo los humanos a menudo pretendiendo salvarnos nos hundimos más. Es la fuerza del destino, que ha dado lugar a muchas leyendas, a las tragedias griegas o a la ópera que Verdi basó en una obra del Duque de Rivas.
Y es curioso cómo el Cristianismo se basa en la celebración de la muerte de un enviado, eso que se conmemora cada año la primera semana que cae en luna llena después del equinoccio de primavera (por eso cambia de fecha). La mayor parte de las religiones se simbolizan en el triunfo, en la gloria, en la luz; en el Cristianismo también hay elementos para hacerlo, pues podría representarse con un Cristo resucitado, o ascendiendo a los cielos, o incluso con el simbólico natalicio de Navidad; sin embargo, su símbolo máximo es la cruz, el patíbulo de donde pende un Cristo difunto en un Gólgota tenebroso que da pavor. Los teólogos lo explican como Sherezade, como Sófocles en Edipo rey, como Verdi y el Duque de Rivas: ese era el destino del enviado y debía cumplirse. Es difícilmente explicable, seguramente por eso es una religión, y también por eso confundimos los significados de cruz y destino.

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Viajeros y transeúntes

Durante siglos, esta ciudad fue sólo posada de transeúntes, que estuvieron entre nosotros apenas unas horas y quedaron con letras más grandes en la historia local que los que la iban levantando día a día con su esfuerzo. En las crónicas figuran visitas fugaces que han sido puntos de obligada referencia cosmopolita: Colón, Ovando, Elcano, Alfonso XIII, Unamuno, Carusso, Franco, Evita, Huston, Onassis, Amstrong… zzteataria[1].jpgY es curioso que se siga mitificando ese ir y venir de personajes célebres en un lugar como Canarias, porque una cosa es la Historia y otra el mito. Que una recóndita isla del Pacífico o de las costas de Terranova, por donde no pasan las grandes rutas, rememore el paso de un figurón tiene lógica porque es tal vez el único que ha tocado sus costas; pero eso no es novedad ni debería ser mito en Canarias, parada y fonda de todas las rutas marineras desde que hay noticias escritas de Occidente, por donde hemos visto recalar a medio enciclopedia Larousse, y que recibe a 12 millones de viajeros al año, mucho de ellos primeras figuras. Es frecuente ver cómo se rememora que si por aquí pasó, estuvo o vivió dos semanas este o el otro. Dos miembros de los Beatles estuvieron un par de días de juerga en el Puerto de La Cruz hace cincuenta años y sigue siendo motivo de comentarios. Pues nada, sigan apuntando, porque viene Bruce Springsteen y vuelve Sting, y a lo mejor les ponen una calle (no se olviden de Manolo Escobar), como al famoso tenor Stagno, que cantó una vez en esta ciudad y rotularon su nombre en la plaza que hay detrás del teatro. Siempre lo he dicho: esta es una tierra en la que son los transeúntes los que hacen fortuna.

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En la muerte de un cómico

Tuve la suerte de conocer a Paco Valladares a través de un amigo común, y recuerdo una larga conversación en la que hablamos de la vanidad y la modestia, la gloria y la fama. Fue uno de los actores mayores de nuestro teatro y un showman todoterreno, que nunca vio reconocido su talento en la medida en que lo merecía. Pero a él no le importaba, se tomaba a chanza el medalleo y la consiguiente foto oficial con los políticos de turno, porque a él lo que le importaba era el teatro. zderimages[11].jpgAhora lo llenarán de reconocimientos póstumos y estoy seguro que, allá donde esté, se partirá de risa. Fue un gran actor dramático, con una voz como pocas en la escena española, y cantaba como los ángeles. Por eso participó en comedias y musicales y fue uno de los galanes cimeros de la revista, y así lo etiquetaron aunque hiciera como nadie el monólogo de Segismundo. Valladares también tenía la virtud de desaparecer detrás de sus personajes y eso que es un don en el teatro es un problema a la hora de las medallas. Se recuerdan sus personajes, no a él. La comedia, el sainete, la revista y los géneros que buscan la sonrisa tienen poco prestigio, aunque muchas veces detrás de esa carcajada viene un mensaje muy profundo. Por eso el gran teatro de Arniches, Jardiel, Muñoz-Seca o Mihura tienen menos predicamento que el llamado teatro serio. Poniendo patas arriba lo establecido se hace reír, y a la vez se critica. Pero la risa no es respetada, y por eso Paco Valladares, uno de los más grandes actores del teatro español durante décadas, se ha ido sin reconocimientos oficiales. Tiene el del público, que al fin y al cabo es el que más debe importar a un actor, y él se sentía reconocido con el aplauso, que es el premio máximo para quienes deciden se cómicos, palabra noble donde las haya.