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Debates estériles

zzdebattt.JPGA estas alturas soy incapaz de poner pasión en discusiones como el feminismo, la existencia de Dios, el pleito insular y otras cuestiones por el estilo como la identidad canaria. Y no es porque no sea apasionado, es que me doy de baja por agotamiento, siempre es lo mismo. Por eso admiro a los tertulianos cuando los veo debatir con furor el mismo guión de hace diez, veinte, treinta años. Agotador. Recuerdo el Congreso de Poesía de La Laguna de 1976, la carajera de los intelectuales después del Manifiesto del Hierro, las sesiones de fundación de un sindicato en las que participé, el Congreso de la Cultura que se hizo en 1985 con el Gobierno de Saavedra, docenas de mesas redondas en Canarias y hasta en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Siempre el mismo tema, y siempre en el mismo punto. No se avanza, ni se retrocede, ni se evoluciona.
Cuando escucho palabras como esbirro, colonialismo, españolismo, patria, pueblo y libertad, cambio de canal o me largo de la sala. Porque puedo compartir muchas cosas de las que se dicen y disentir de otras, pero no entiendo cómo personas con supuesto talento político, social o intelectual pueden seguir en esa noria. Canarias tiene una identidad cambiante, el mestizaje, siempre fue así. Es una sociedad que ha ido asumiendo todas las culturas que nos han llegado incorporándolas a su acervo. Y cada isla ha creado su propio mundo durante quinientos años de aislamiento.
zzdebattt11.JPGTal vez ahora, con la generalización de las comunicaciones físicas y mediáticas, empiece a ser posible una idea común de Canarias. Pero ni siquiera me molesto en indagar cuál es porque será el propio devenir de las cosas lo que la determine. Y si no, pregunten a los partidos políticos, nacionalistas o no, que llevan décadas intentando hilvanar un análisis teórico tras otro, y todos se disuelven en la lucha por el poder.
Cómo será la cosa que, siendo escritor, no tengo la menor idea de si debo decir literatura canaria, en Canarias o de Canarias. Y además, tampoco me preocupa saberlo mientras me queden fuerzas para escribir, que es de lo que se trata. Creo sinceramente que los debates son otros, por ejemplo, cómo dar respuesta al envejecimiento de la población, qué hacer con nuestros jóvenes, cómo acabar con la violencia doméstica, de qué manera vamos a parar el inevitable colapso demográfico… Y en eso poco van importar palabras como colonialismo, esbirro, patria o españolismo. Incluso tiemblo cuando oigo hablar de libertad, en cuyo nombre se han cometido las mayores atrocidades. Las palabras a veces son una bomba de relojería.

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La cruz y el destino

En Las mil y una noches, un criado pide al amo un caballo veloz para huir de Bagdad, porque se cruzó con La Muerte en el mercado y esta le hizo un gesto de amenaza. El criado sale a galope tendido hacia la distante ciudad de Ispahán con intención de llegar antes del anochecer. Intrigado, el amo va al mercado y allí ve también a La Muerte y le pregunta:
-¿Por qué has hecho un gesto de amenaza esta mañana a mi criado?
-No ha sido un gesto de amenaza -explica la Muerte-. Ha sido un gesto de sorpresa. Según mis libros debía encontrarme con él esta noche en Ispahán.
zcrux15[1].jpgHasta ahí la tremenda historia contada por Sherezade. La leí hace muchos años y siempre me sobrecoge, porque es la fuerza de lo inexorable, cómo los humanos a menudo pretendiendo salvarnos nos hundimos más. Es la fuerza del destino, que ha dado lugar a muchas leyendas, a las tragedias griegas o a la ópera que Verdi basó en una obra del Duque de Rivas.
Y es curioso cómo el Cristianismo se basa en la celebración de la muerte de un enviado, eso que se conmemora cada año la primera semana que cae en luna llena después del equinoccio de primavera (por eso cambia de fecha). La mayor parte de las religiones se simbolizan en el triunfo, en la gloria, en la luz; en el Cristianismo también hay elementos para hacerlo, pues podría representarse con un Cristo resucitado, o ascendiendo a los cielos, o incluso con el simbólico natalicio de Navidad; sin embargo, su símbolo máximo es la cruz, el patíbulo de donde pende un Cristo difunto en un Gólgota tenebroso que da pavor. Los teólogos lo explican como Sherezade, como Sófocles en Edipo rey, como Verdi y el Duque de Rivas: ese era el destino del enviado y debía cumplirse. Es difícilmente explicable, seguramente por eso es una religión, y también por eso confundimos los significados de cruz y destino.

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Viajeros y transeúntes

Durante siglos, esta ciudad fue sólo posada de transeúntes, que estuvieron entre nosotros apenas unas horas y quedaron con letras más grandes en la historia local que los que la iban levantando día a día con su esfuerzo. En las crónicas figuran visitas fugaces que han sido puntos de obligada referencia cosmopolita: Colón, Ovando, Elcano, Alfonso XIII, Unamuno, Carusso, Franco, Evita, Huston, Onassis, Amstrong… zzteataria[1].jpgY es curioso que se siga mitificando ese ir y venir de personajes célebres en un lugar como Canarias, porque una cosa es la Historia y otra el mito. Que una recóndita isla del Pacífico o de las costas de Terranova, por donde no pasan las grandes rutas, rememore el paso de un figurón tiene lógica porque es tal vez el único que ha tocado sus costas; pero eso no es novedad ni debería ser mito en Canarias, parada y fonda de todas las rutas marineras desde que hay noticias escritas de Occidente, por donde hemos visto recalar a medio enciclopedia Larousse, y que recibe a 12 millones de viajeros al año, mucho de ellos primeras figuras. Es frecuente ver cómo se rememora que si por aquí pasó, estuvo o vivió dos semanas este o el otro. Dos miembros de los Beatles estuvieron un par de días de juerga en el Puerto de La Cruz hace cincuenta años y sigue siendo motivo de comentarios. Pues nada, sigan apuntando, porque viene Bruce Springsteen y vuelve Sting, y a lo mejor les ponen una calle (no se olviden de Manolo Escobar), como al famoso tenor Stagno, que cantó una vez en esta ciudad y rotularon su nombre en la plaza que hay detrás del teatro. Siempre lo he dicho: esta es una tierra en la que son los transeúntes los que hacen fortuna.