Publicado el

Lo políticamente (in)correcto (*)


La creación ha de ser libre, y cuando las circunstancias lo impiden debe buscar la manera de filtrarse por los agujeros que pueda encontrar, como ha hecho en tiempos inquisitoriales y en regímenes políticos sin libertad de expresión. Claro que, la libertad de expresión total no ha existido nunca, porque siempre hay elementos que impiden ir en determinada dirección. Al creador debe pedírsele que, si bien no puede decir todo lo que quiere, al menos no diga lo que no quiere, pero hasta eso a veces resulta imposible. Hay muchas formas de presionar, y en este tiempo, incluso en países en los que supuestamente hay libertad de expresión, surgen inquisidores por doquier, y muestra de ello es el terrible daño que está haciendo a la creación la dictadura de lo políticamente correcto.
Se censura la creación libre. En contrapartida hay más violencia y sexo en los medios. Estoy contra la violencia real, no la que refleja la realidad y muestra lo más abyecto del ser humano. Nada tengo contra el sexo, y no me perturba su traslado a la expresión artística, pero me asquea el sexo gratuito y la exhibición sin argumentos de tripas y sangre. Aún así, defiendo cualquier tipo de expresión artística, da igual cuánto sexo y violencia contenga, y las sociedades sanas deben tener lo mecanismos necesarios para salvaguardar de su influencia al sector más débil, la infancia y la preadolescencia. Pero los mecanismos se han oxidado y pueden verse en la televisión verdaderas barrabasadas a media tarde, sea en series, películas, programas basura o en imágenes de los concursos de telerralidad.
Es un sarcasmo que sea en esta época en la que se exija a los creadores que sean políticamente correctos. Esa fiebre va a acabar con la libertad creativa. En las películas no se fuma, y si alguien sale con un cigarro en la boca es el malo con toda seguridad; si el asesino es un homosexual se tacha a la obra de homofóbica, y si es un chino (perdón, un oriental) es que el creador es racista. No pueden presentarse situaciones vitales distintas a la norma, porque entonces te pueden tachar de cualquier cosa, y en esto hay organizaciones supuestamente progresistas que se comportan como fanáticos. Recuerden el lío que montó la comunidad gay de California cuando se rodaba Instinto básico y los medios dijeron que la asesina era bisexual. Muchas películas que se hicieron hace unas décadas hoy no encontrarían productor, y como ejemplos podemos recordar Lolita, porque no es políticamente correcto que un cuarentón se líe con una niña que tenía doce años en la novela de Nabokov (Kubrick tuvo que ponerle 16 en la película), ni Polanski podría rodar Chinatow, en la que aparece el incesto como elemento de la trama.
zzzFoto0420.JPGCon estos corsés, Perrault no habría podido escribir Caperucita Roja, ni existirían los centenares de cuentos infantiles en los que el machismo, la crueldad, el racismo y todo tipo discriminaciones son parte del argumento. Blancanieves estaba custodiada por siete enanitos, pero ha de venir un hombre, y encima príncipe (que esa es otra) a enamorarla, como si los enanos no fuesen también hombres capaces de enamorar a una mujer. Es de risa, o de pena, que en el mismo telediario se hable de lo constitucional que es la igualdad de todos los seres humanos y llamen Doña Leonor a una niña de parvulario, y que sea motivo de debate sesudo la necesidad de cambiar la Constitución para no discriminar a las mujeres de una sola familia, y se discrimine a más de cuarenta millones de españoles que nunca podrán alcanzar la Jefatura del Estado por muchos méritos que para ello tengan, ni aún siendo ricos, corruptos y mentirosos como en un país que yo me sé. Y luego les parece incorrecto, porque es discriminatorio, que el asesino de mi próxima novela fume, sea homosexual, mujer, mahometano, cojo o negro (en Estados Unidos dirían afroamericano, aquí será afrocanario). Tendría que estar loco el que escribiera una novela sobre una mujer, asesina psicópata, lesbiana, violadora de niñas, negra, coja, musulmana y fumadora (aunque es una idea…)
La vida, por suerte o desdicha, tiene muchas vertientes, y la creación ha de ser reflejo de virtudes y defectos, ha de mostrar lo bueno y lo malo del ser humano, y no cuadra que alcohólicos y toxicómanos sean tenidos por enfermos y los fumadores por delincuentes. Y así, quitamos de la televisión la serie Shin-Chan porque no es apropiada para niños. Y ya me dirán ustedes si no hay violencia en un persistente intento asesinato como son los dibujos de La Pantera Rosa, Pixie y Dixie, El Correcaminos, Bus Bunny y Piolín.
***
(*) Este trabajo fue publicado hace unos años en otro espacio. Ahora lo pongo al alcance de mis lectores blogueros.

Publicado el

Cultura y poder (2 de 2)


En Canarias es muy notoria la filiación de determinados creadores con alguno de los poderes que por aquí funcionan o pretenden funcionar. A menudo se establece una simbiosis en la que tanto el creador como quien ostenta el poder salen beneficiados, que es distinto a que el creador se implique en política, permaneciendo fiel a una trayectoria e incluso siendo crítico cuando los suyos están en el poder. La historia de la cultura está llena de nombres que hicieron su obra desde una posición política concreta, fuera a favor o en contra del poder, pero lo que sucede en Canarias es que muchos creadores se mueven sólo en el entorno de pesebre, sin que para ello medie afinidad ideológica, sino simple conveniencia.
zFoto0441.JPGDe ahí provienen los nombres sobredimensionados, que no se corresponden con el valor de su obra, o los ninguneos de creadores valiosos porque no se arrimaron al sol que más calienta, fuera por posicionamiento ético o por incapacidad para trepar. Todo esto ha fabricado un ambiente florentino de conspiración permanente en el mundillo cultural canario. Se vive una especie de guerra larvada de la que la gran perjudicada es la cultura, y los culpables son los propios creadores y la voracidad de los poderes que manipulan a estos grupos, que usan como premios o castigos la subvención, la protección, el silencio o la descalificación, en lo que son cómplices los demás creadores.
Es necesario por lo tanto romper esta práctica mafiosa en la que los capos hacen y deshacen a su antojo, prostituyendo a todos aquellos que les bailan el agua a cambio de una migajas o silenciando a quienes permanecen celosos de su independencia. El círculo solo se rompe cuando el creador escapa al control de la isla, y esto sucede muy pocas veces por la propia dinámica del mercado cultural, en el que, hasta para romper el huevo insular, se hace necesario a veces contar con el apoyo o al menos la aquiescencia de uno de estos grupos de poder. Casos hay de creadores a los que desde Canarias les han volado el puente por el que iban a escapar.
Esta cotidianeidad vergonzante acaba por influir más allá del propio mundillo cultural, puesto que si los artistas, creadores e intelectuales llevan bozal o sirven a la voz de su amo, se convierten en vehículos del encanallamiento de una sociedad. Y ya es hora de poner las cosas en su sitio y saber quién es quién en el arte, la intelectualidad, la creación, la cultura de esta tierra.

Publicado el

Cultura y poder (1 de 2)

El poder siempre tuvo una estrecha relación con la cultura, y en la actualidad esta relación no ha variado. Es evidente que el poder más claro es el político, pero también hay otros poderes, generalmente económicos, que inciden de lleno en la cultura, o para mejor entendernos, en las personas que trabajan algún aspecto cultural, desde la investigación hasta la difusión, aunque esto se nota mucho más en el campo de la creación.
zFoto0442.JPGSi nos circunscribimos al poder político, hay varios tipos de relación. Unas veces es el creador el que se agarra al poder para medrar; otras es el poder el que se vale del creador para justificar su permanencia o para apoyar su pretensión de alcanzar el poder; esto se nota más en tiempos electorales, en los que las fuerzas políticas corren detrás de los creadores buscando que se signifiquen a favor de sus siglas.
Desde que los Médicis de Florencia se convirtieron en protectores de los artistas, muchos han crecido y triunfado a la sombra del poder. Muchos grandes creadores se valieron de su relación con el poder para triunfar. Esto no es intrínsecamente malo, pero acaba siéndolo casi siempre porque el poder, que tiende por su propia naturaleza a envolverlo todo, acaba convirtiendo al creador en su lacayo, de donde viene a deducirse que quienes apoyan su creación artística en una determinada opción política con poder están abocados a formar parte de un clan exclusivo y excluyente que se opone a otros clanes y otros poderes, sean estos políticos, económicos o de otra índole. El valor artístico de la creación es otra cosa, a veces independiente de las relaciones del creador con el poder, aunque suele resultar muy difícil abstraer la propia creación a la dependencia de quien llena cada día el pesebre, porque no todo el mundo tiene el talento de Garcilaso de la Vega, Velázquez, Miguel Angel o Wagner, casos claros de artistas que realizaron su obra junto al poder.