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En la marcha de Osvaldo Rodríguez

Nos ha dejado el catedrático de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria Osvaldo Rodríguez Pérez, humanista chileno y canario, gran valedor de la literatura en nuestra lengua (su pasión era Pablo Neruda) y de la narrativa canaria, pues hizo acompañamiento crítico al nacimiento de muchas de las mejores novelas publicadas en Canarias en las últimas décadas. Su incansable labor como estudioso y como impulsor y organizador de muchos eventos lo convierten en una referencia. Además de su incontestable valía profesional, Osvaldo era un ser entrañable, abierto y generoso, y quienes contamos con su amistad y aprendimos de su sabiduría, en un día tan triste podemos considerarnos privilegiados por haberlo conocido.
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Descansa en paz, amigo.

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Tindaya, el Doctor Chil y la cabra

En estos últimos días, se ha ido sucediendo una serie de hechos en Canarias que, si les hacemos una lectura global, entramos en espacios esotéricos que tal vez puedan llevarnos a viajar físicamente a la enigmática isla Non Trubada (San Borondón) o a entablar contacto con los atlantes de aquella isla platónica que tal vez estuvo en esta zona del océano.
En un reciente Consejo de Gobierno, se delimitó la zona de Tindaya que debe proteger los vestigios arqueológicos de la montaña, que hay quien diga que tiene que ver con un renacimiento del famoso proyecto de Chillida. El mismo gobierno canario que critica el empecinamiento del gobierno central en las prospecciones petrolíferas (en esto soy del mismo parecer), desoyendo el clamor de la sociedad canaria, se empeña una y otra vez desde hace 19 años en el vaciado de la Montaña de Tindaya, dando coces contra aguijones económicos, jurídicos y arqueológicos, sin oír a nadie que sea de opinión distinta. Al fondo se ve el gran negocio de la traquita, que es de lo que estamos hablando, porque ya el tonto (que ellos creen que es el pueblo) no traga con discursos artísticos y cósmicos.
zzztindayaa.JPGClaro, le tocas las narices a los dioses y estos montan en cólera, empezando por confundir a los responsables políticos que dicen haber mantenido reuniones con patricios canarios como el Doctor Chil, 113 años después de muerto. Todo es posible cuando los dioses de la montaña se mosquean, y no sería raro que empezaran a soplar y montaran la ventolera que ha azotado Canarias estos días.
La constatación de que que los espíritus de Tindaya andan alterados es que han poseído en Santa Cruz de Tenerife el cuerpo de una cabra, que en medio del vendaval la emprendió a topetazos contra los coches, símbolo de la civilización. Blanco y en botella… Estos son mensajes claros que provienen de otras dimensiones, porque la cabra es el símbolo de Fuerteventura y el Doctor Chil es el custodio de nuestros vestigios aborígenes. Yo me lo pensaría antes de dar el siguiente paso, porque como dice el conocido proverbio judío «No te acerques a una cabra por delante, a un caballo por detrás y a un tonto por ninguna parte». Y el tonto ya está harto de infundios y manipulaciones. Advertidos están.

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El «Ardor del agua» de Javier Cabrera (*)

cabrea11.JPGJavier Cabrera es una de la voces poéticas inexcusables en Canarias, desde que, hace ya tres décadas, irrumpiera en el espacio literario. Su trayectoria como poeta es constante, como el herrero que golpea el yunque, una y otra vez, siempre buscando nuevas formas, hurgando en otras culturas además de en la nuestra, sin perder de vista la visión insular tantas veces invocada pero que es una realidad desde que, hace más de cien años, la poesía isleña pusiera la piedra definitiva de una tradición secular con Quesada, Morales y Rivero. Pero es que, además, cuando hablamos de la cultura generada en Canarias durante los últimos 30 años, el nombre de Javier Cabrera aparece por todas partes, como crítico de arte, editor, antólogo, viajante de arte y de poesía por Europa y América y animador constante. No podría entenderse el devenir cultural de la isla de Gran Canaria en ese tiempo sin su presencia, tanto en el papel de poeta desnudo como en el creador de cauces para la actividad cultural, casi siempre ligada a la literatura o a las artes plásticas, territorio este en el que se mueve con carta de naturaleza adquirida por trabajo y méritos.
cabrea22.JPGY ahora nos entrega un nuevo poemario, Ardor del agua, editado por Gas Editions e ilustrado fotográficamente por el maestro Angel Luis Aldai. Ya he perdido la cuenta de sus publicaciones, pero entre libros y plaquettes su obra poética supera la docena de títulos, aparte de antologías, selecciones y recuentos (su obra ensayística circula paralela), pero, además del presente poemario, salvo una excepción que recuerde, sus títulos son siempre de una palabra que sintetiza el volumen (Itinerarios,Tránsitos, Senda, Desierto, Humus…) y se podría pensar que al nuevo libro no le vendría mal Agua, porque es el agua el hilo conductor del pensamiento del poeta, que en este poemario está centrado en la tierra y su esencia, el paisaje, la luz, la roca y la vegetalidad, con el agua siempre como fuente de vida y de poesía. Pero el poeta tiene razones de peso para el título final.
Siguiendo la estela de su ya extensa obra poética, Cabrera agota el lenguaje hasta exprimirlo en dosis de muy pocos verso (casi siempre cuatro), que van cayendo como gotas sobre ese yunque tan del autor y van horadando un camino que en conjunto puede verse como una definición de la isla, o como un recorrido espiritual por ella, o haciendo del camino una gran metáfora de la vida. Tiene otras lecturas, tanto poema a poema como globalmente, y ese es el valor de la poesía de Javier Cabrera, la polivalencia de su palabra, siempre hurtada de la verborrea, escogida del río como el que pesca una a una las cuentas de un collar que nos envuelve. Una vez más, Javier Cabrera clava sus palabras en el agua en sus diferentes espacios que tan bien nos traslada Angel Luis Aldai con sus imágenes luminosas.

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(*) Enlace con la entrevista con el poeta publicada en el suplemento Pleamar de la edición impresa del periódico Canarias7 de Las Palmas de Gran Canaria, Entrevista Javier Cabrera.pdf