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Literatura y ferias del libro

En muchas ciudades españolas, entre ellas Las Palmas de Gran Canaria, se celebra en estos días la Feria del Libro. Y el nombre está bien puesto, porque en un libro cabe todo, y en realidad tendríamos que llamarla Feria del Formato Libro, donde abarcan desde la filosofía más rigurosa hasta libros de chistes, pasando por sesudos estudios de matemáticas, biología o química, libros de autoayuda, recopilaciones de chismorreo o biografías de futbolistas de 25 años. Y los libreros se frotan las manos, y está bien, porque son pequeñas y medianas empresas que tienen que sobrevivir y hay muchas personas a las que les interesan los títulos que hacen buenas cajas.
imagen feriali.JPGEl caso es que estamos ante un evento comercial más que cultural. Porque una cosas son los libros y otra la literatura, la filosofía o la historia. El problema es que en las ferias las llamadas artes intelectuales son las parientes pobres, porque no pueden competir con volúmenes de otras estirpes. También es cierto que resulta muy difícil establecer la frontera entre lo que es literatura y lo que no lo es, porque los títulos que se venden mucho son casi el merchandising de una película, una serie de televisión o el último invento de las redes sociales, y pueden ser a la vez buena literatura; no es lo frecuente, pero a veces ocurre, porque incluso libros de prestigiosos nombres de gran mercado son considerados bet-sellers por los libreros, que nos presentan torres altísimas y escaparates repletos con la misma portada.
No todo lo que se edita encuadernado es literatura en la misma medida que no todo lo que sube a un escenario es teatro (ni siquiera arte escénica) aunque se venda como tal. Ignoro qué tirón tendría una Feria de Literatura, entendiendo esta en sentido amplio de temas y géneros, pero lo que sí está claro es que las actuales ferias del libro son el reflejo del mercado editorial, en el que el criterio que manda es el número de ejemplares vendidos, y así vemos cómo nos inundan con títulos firmados por estrellas de la televisión, actores graciosos o cocineros mediáticos. Con estas premisas, poco mercado tiene una novela, un poemario o un ensayo firmado por alguien que no es presentador de un noticiario, actriz o modelo de éxito o un nombre literario bendecido por las grandes editoras multinacionales. De toda esta confusión solo se puede sacar en claro que los libros son una cosa y la literatura solo un parte de los libros.

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El libro como arma de rebelión

El 23 de abril es Día del Libro, pero algunos querrían que se celebrase el Día del Documento, del Pasaporte, del Título, del Contrato. Un solo papel, sin necesidad de encuadernación. No lo expresan, pero con sus actos vienen a decirnos que el libro es una antigualla inútil, también los que se leen en otros soportes, que las pantallitas se hicieron para juguetear o comunicar banalidades urbi et orbe. Incluso en la era de la informática, el mundo se va componiendo sobre papeles, está muy claro. No hacen falta libros para dejar que barcos llenos de inmigrantes se hundan sin ayuda; tampoco para dejar sin protección a los ancianos, sin medicinas a los enfermos y sin sanción a los usureros. No se necesitan libros para dejar sin techo a los deudores insolventes, sin trabajo a los desempleados y sin acogida a los que huyen de una muerte segura. zzzquijottt.JPGPor el contrario, un pasaporte, un permiso, una carta de pago o una receta tienen un poder inmenso, como si fuesen varitas mágicas. Un carnet puede establecer la diferencia entre poder o no poder disponer de tu propio dinero en un banco.
Para quienes tratan de combatirlos, los libros presentan dos problemas; el primero es que pueden transmitir reflexiones y enseñanzas, incluso desde el mundo de la ficción. la segunda dificultad es más grave: ejercita a la gente en pensar por cuenta propia, en comparar y por lo tanto en decidir por sí mismos. Y eso les supone un grave contratiempo. Se destierra de las aulas todo lo que sirva de adiestramiento intelectual; la filosofía, la historia, la literatura, las Humanidades en suma, son un inconveniente para establecer un pensamiento único. Se hace un test de selectividad con pruebas objetivas, que por lógica se referirá a datos concretos, pero no se evalúa la capacidad de reflexión y expresión del alumnado. No hace falta, en el mundo que se propone basta con hacer lo que se les diga.
En conclusión, con papeles tienes patente de corso para «dejar de hacer»; con el libro el mandato indirecto es el contrario: hacer. Esa es la causa por la que es tan fácil dejar de respetar los Derechos Humanos, dejar que haya esclavitud infantil, dejar que personas (especialmente mujeres) sean vendidas como ganado. De ahí viene ese odio secular de cualquier poder hacia el conocimiento, la imaginación y el debate. Nos engañan cada año declarando un Día del Libro, con El Quijote al fondo, al que ya tienen controlado y hasta domesticado; si faltaba algo, la Real Academia de la Lengua publica una edición mutilada (ellos dicen que resumida), por supuesto, con pasajes escogidos por el mediático Pérez-Reverte. Por todo esto, creo que sin libros volveremos a las cavernas. Feliz fiesta del Libro; pero no solo el 23 de abril, sino todos los días, porque los libros se me antojan como una de las pocas formas de rebelión, y la literatura la más eficaz.

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El faro que alumbra pero que no se ve

Selena Millares es una intelectual en la acepción más clásica del término, puesto que jalonan su trayectoria la poesía, la narración, el ensayo y la docencia. Ahora publica una novela, que es una especie de conjunción de todas su capacidades, puesto que, aparte de ser una novela-novela, tiene elementos ensayísticos que son el resultado de la propia memoria y de una investigación tan larga como su vida, y no es ajena a la poesía en cualquiera de sus dimensiones. Hablo de la novela El faro y la noche, galardonada con el Premio Internacional de Literatura Antonio Machado 2014, que acaba de ver la luz, y que es sin duda un libro diferente, documentado y a la El faro y la noche 222.JPGvez imaginativo, realidad y ficción para hablarnos de lo grande y lo rastrero del arte -especialmente de la literatura- cuando el poder trata de acallar el pensamiento, que es casi siempre, con distintos métodos según la época. A veces el poder no es el político, puesto que hay otros poderes que a menudo esclavizan, y el amor no es el menor de ellos. De eso trata esta magnífica novela, que es tan profunda como ágil, pues presenta con aparente sencillez una complicada estructura que, gracias al dominio de los tiempos, resulta de una fácil lectura en la que, si no te detienes a valorar, piensas que es una novela lineal al uso.
Cuando mencionamos a la autora, por su apellido concluimos rápidamente que pertenece a la ya mítica y sin embargo viva saga de los Millares. Es así, y por ello la pregunta inmediata es si hablamos de la hija de uno de los poetas, de la pintora, del pintor, del músico, del dibujante… Y es que algunos Millares pueden ser varias cosas a la vez. Pero en esta novela vemos claramente que es nieta del profesor y poeta Juan Millares Carlo, que es a su vez rama del árbol Millares que no tiene fin. Los Millares son una familia con presencia permanente y destacada en la vida cultural canaria desde mediados del siglo XIX, y quizás antes a otros niveles, pero pudiera ser que Juan Millares Carlo fuese una especie de piedra angular que irradiara hacia el pasado, hacia su presente y hacia el futuro todas las características de una familia que ha vivido intensamente los miedos y los avatares de muchas oscuras o luminosas décadas de nuestra historia común. El faro y la noche 111.JPGLa novela tiene varios caminos, y se expande en distintas historias que coinciden en el miedo, la resistencia o la esperanza, no en el tiempo (Camile Claudel, Goya, El Corredera, la propia memoria de Antonio Machado…) El abuelo poeta, uno de los ejes de este libro, es uno de los grandes olvidados, pues recibe y emite luz pero nunca se le acaba de situar, y acaso por eso la novela de la que hablamos se titula El faro y la noche.
Esta novela no es y sí es una mirada a la historia de los Millares, no es y sí es un alegato contra las miserias y las virtudes que hay alrededor del arte y su incardinación social, no es y sí es una reflexión sobre el arte mismo, su pulso con la violencia, unas veces para combatirla y otras para alentarla. Estamos por lo tanto ante un texto importante, escrito por una Millares que habla de los Millares y con eso nos retrata a todos los que gozamos y sufrimos esta sociedad cainita y olvidadiza («pueblo chico, infierno grande» dice el refrán). Es una mirada interior y a la vez una perspectiva exterior, porque la autora ha tenido tiempo y espacio para mirarnos desde muy cerca y desde muy lejos. Un libro, en fin, casi inexcusable, sobre todo para quienes quieran entender este laberinto que es Canarias. No van a encontrar respuestas, pero sí surgirán interrogantes, y es saludable poner las cosas en cuestión, porque casi siempre las preguntas son una forma de rebeldía.