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Más de lo mismo

Hace ya bastantes años, el profesor Béthencourt Massieu bm.jpgafirmó públicamente que los políticos canarios que redactaron el Estatuto de Autonomía no sabían Historia, porque, de haberla conocido, hubiesen hecho un texto más acorde con los cinco siglos de relaciones de Canarias con el Estado.
Ahora que se vuelve a hablar de nacionalidades históricas, basándose en fueros y privilegios centenarios, hay que decir que Canarias también tiene Historia, y tiene cédulas, provisiones reales y franquicias seculares tan especiales como las que puedan argumentarse desde Cataluña o Euskadi. La provincia única es un disparate, la división provincial, otro, y parece que nadie se ha dado cuenta de que Canarias es primero siete islas y después un archipiélago.
¿Para qué demonios están entonces los cabildos? ¿Por qué tanta pega a la cabildización? ¿Por qué tanto miedo al Estado Federal? La Historia es implacable si no se aprende de ella, y esto es lo que enseña la Historia de Canarias.
Y la de España.

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Yma Súmac

Yma.jpgAl saber de la muerte de Yma Súmac a los 86 años, me vuelven a la memoria los años setenta, en los que un amigo, que se dejó la vida prematuramente en una carretera de Fuerteventura, me enseñó uno de los discos de la cantante peruana. Aprendí mucho con aquel joven (murió a los 29 años) sobre América Latina y sobre la música, cualquier tipo de música, pues lo mismo rasgueaba un charango que un xicus o la endiablada quena andina, una supuesta flauta que ni siquiera tiene pito.
El asombro ante la cantante Yma Súmac era su voz. Ya sé que hay cantantes que tienen una voz magnífica, pero generalmente cada cual en su tesitura. Se habla de la versatilidad de María Callas porque, lo mismo bordaba una Carmen, que es para mezzo, que fascinaba con cualquier personaje escrito para tesitura de soprano. Siempre se ha considerado algo extraordinario que una voz abarque dos octavas y media. Pero lo de Yma Súmac era un prodigio de la naturaleza, puesto que su voz se paseaba por cinco octavas, algo que nunca ha sido conocido antes de ella y tampoco se ha conocido después. Pasaba de agudos de flauta a graves de contrabajo en segundos, y siempre fue cantante de culto. Decía proceder del Inca Atahualpa y la verdad es que se comportaba como una diva, hasta el punto de decir en una entrevista que nadie podía competir con ella. Y era cierto, por ese don que tenía en la garganta, pero no queda muy elegante que uno lo diga de sí mismo. Y esa mujer prodigiosa acaba de dejarnos, pero la técnica nos permite seguir asombrándonos con su voz

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Vattimo

aZ.jpgUn amable comunicante me sugirió ayer que dedicase uno de estos comentarios a Gianni Vattimo, filósofo italiano en la órbita de las universidades americanas y padre de lo que se ha dado en llamar «Pensamiento débil».
Más que entrar al trapo, echo balones fuera, porque conozco un par de libros de Vattimo y, francamente, salvo haber sido uno de los acuñadores de la postmodernidad, poco más allá puedo ir, porque se mueve entre bastiones muy fuertes, del tamaño de Nietzsche, Heidegger y Orwell, una veces para explicarlos, otras para epigonarlos y las más para contradecirlos, casi siempre con argumentos que, a mi modo de ver, no son demasiado consistentes. Parte de la idea de la no existencia de Dios, pero luego se echa en brazos de la filosofía cristiana (lo cual puede no ser una contradicción aunque a primera vista lo parezca).
Como se ve, para entrar en este tema en profundidad hay que ser un especialista, y es evidente que sólo soy un diletante que simplemente lee e interpreta, pero sin escuela, rigor ni línea académica. En cualquier caso, tengo que decir que no acabo de fiarme de intelectuales como Fukuyama, Chomsky y el propio Vattimo, que al amparo del dinero de las fundaciones norteamericanas llevan años anunciando «el fin de la historia». Es como creer en Cioran, predicador impenitente del suicidio, que murió de viejo a los 86 años. Aquí queda el espacio para quien quiera entrar, porque como dijo aquel, yo soy el carpintero y sólo estoy arreglando el confesionario.