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La memoria de un gran director (*)

Veinticinco años es una edad más que suficiente para dudar de la consolidación de un evento como el Festival de Música de Canarias. Llegar hasta aquí no ha sido fácil, pues en un largo camino como este ha habido momentos para todo, y en un número tan cerrado como el de un cuarto de siglo no puedo menos que evocar la memoria de Rafael Nebot, pieza clave en todos estos años y figura central en el éxito global de toda una trayectoria. Aunque hace ya algunas ediciones que no dirigía el Festival, esta es la primera que se celebra sin su presencia física, y justo es que lo recordemos con esa figura grande de apariencia endeble que cobijaba una mente clara y un pulso firme para saber hacia dónde caminar.
nebot.jpgY es que ha habido que rectificar el rumbo durante el trayecto, recoger aplausos y también asumir críticas. Hace más de una década, en el ecuador de estos 25 años, hubo un momento en el que el Festival parecía decaer a pesar del gran esfuerzo que se hacía para mantenerlo a flote. Hubo algún año en el que no respondió la taquilla, aunque desde su nacimiento, en 1985, el Festival de Música de Canarias contó con el apoyo de la sociedad de las islas que acaparaba desde los primeros días los abonos en sus diferentes modalidades y el encontrar entradas sueltas era una tarea imposible. Al éxito de público se unió el de la crítica, tanto local como exterior, que apoyó tanto empeño.
También se criticó entonces que uno de los objetivos del Festival, atraer turismo de calidad, no se estaba cumpliendo, y en todas esas dudas y cuitas andaba capeando los temporales Rafael Nebot, que supo siempre esquivar las grandes olas y poner la ruta adecuada. Hay que reconocer que dotar a las islas de un evento de estas características fue un acierto del Gobierno de Canarias, en aquellos momentos presidido por Jerónimo Saavedra, que todos sus sucesores mantuvieron sin mermar en su esplendor.
A mediados de los años noventa, llovieron las críticas sobre el continuismo y la repetición, y se puso en tela de juicio una estructura rígida. En el momento de la fundación del Festival, el aficionado de las islas tenía carencia de repertorio sinfónico, y para ello las capitales canarias impulsaron dos magníficas orquestas de gran prestigio, nacional e internacional, que celebran con continuidad ejemplar conciertos que contaban con el favor del público. Como el Festival persistía en su programación sinfónica casi exclusivamente, se clamó desde los medios entendidos que hubiese otras alternativas, como la música de cámara, el lied, la música antigua o el barroco.
Puedo dar fe como testigo muy cercano de cómo entonces Rafael Nebot cogió el guante y volvió del revés un Festival, que recreció y se puso en el lugar de los propósitos, porque Nebot demostró ser un hombre que sabía escuchar y rectificar. Eso lo hizo grande y fundamental, y es otra lección más que nos lega. Es evidente que un evento de estas dimensiones no se cambia de la noche a la mañana, pulsando un botón, es algo que ha de hacerse con firmeza pero con tiento, y, además, debe ser programado con mucha antelación porque las agendas de las primeras figuras llevan tiempo. Hay que decir que la inauguración del Auditorio Alfredo Kraus en Las Palmas de Gran canaria y más tarde el de Santa Cruz de Tenerife ayudaron mucho en esta nueva etapa del Festival.
Estamos en otro momento decisivo y decisorio en la trayectoria del evento cultural más importante que se celebra cada año en Canarias. Y ahora no está Nebot, por eso hay que aprender de lo que él hizo en momentos parecidos. Se ha hablado de nuevas líneas y se han escuchado voces autorizadas a favor y en contra, como es lógico ante un acontecimiento anual de estas dimensiones, la joya de la corona del Gobierno de Canarias en materia cultural.
XXV.gifEstá claro que no voy a entrar en posicionamientos por dos razones: una es que considero que no tengo en las manos los mimbres necesarios para opinar con autoridad. En este caso me limito a levantar acta de lo que veo y oigo; estoy convencido de que doctores tiene La Iglesia para determinar qué es lo mejor, y es importante que no entren en liza los bizantinismos políticos en un asunto de esta envergadura, que es primordialmente técnico y de gestión.
La segunda razón por la que no opino es que el objeto de este artículo es evocar la memoria de Rafael Nebot, de quien se han dicho muchas cosas buenas antes y después de su doble partida del Festival y de nuestra compañía, todas muy merecidas, porque fue un hombre que supo liderar el crecimiento de un hecho cultural gigantesco en unas condiciones muy complicadas, porque no olvidemos el lugar que Canarias ocupa en el mapa, y eso es un gran inconveniente cuando se trata de mover grandes grupos de personas e instrumentos, o cuando se quiere tener en el cartel a personalidades de primer nivel.
Y lo que no se ha dicho -o se ha dicho muy poco- es que Nebot supo encajar las críticas, reflexionarlas y corregir cuando era el caso, y eso es tan importante en un gestor cultural como el hacer de corrido lo que siempre sale bien. Ahora, en la edición número XXV del Festival de Música de Canarias hemos de recalcar que gracias a él Canarias ya no es un lugar ignoto, está en el mapa europeo y mundial de la gran música, y decir eso es homenajear directamente al desaparecido y recordado Rafa Nebot.
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(*) Este trabajo fue publicado en el suplemento Pleamar de la edición impresa de Canarias7 del día 7 de enero.

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DOMINGOS IM-POSIBLES (II)

Cine a fecha fija
No recuerdo si antaño, cuando la televisión aún no era la dueña de nuestras vidas, los cines programaban películas especialmente navideñas. Si recuerdo que en Semana Santa nos ponían año tras año Los Diez Mandamientos, Espartaco y toda una lista de películas que llamábamos «de romanos», aunque tratasen de griegos, egipcios o babilonios, y que en la mayoría de los casos nada tenían que ver con la crucifixión y muerte de Jesucristo. Las había, eso sí, que como La túnica sagrada o Rey de reyes sí trataban del tema, o aparecía en la resolución de la historia como en Ben-Hur.
El caso es que nos colocaban películas sobre el mundo antiguo en Semana Santa, fuesen Jasón y los argonautas, Hércules o ¿Quo vadis? Cuando la televisión comenzó a generalizarse, copió este tipo de programación, y metió la Navidad en su escaleta. Y por razones que desconozco, en alguna cadena emiten Lo que el viento se llevó, que no sé yo qué tiene que ver con la Navidad.
quebelloesvivir.jpgSiguiendo esas reglas, en la noche de fin de año debieran emitir Havana, pues narra la noche del 31 de diciembre de 1958, cuando los castristas entraron en La Habana y derrocaron a Fulgencio Batista, o Memorias de Africa, donde Robert Redford besa por Año Nuevo a Meryl Streep. De ese modo, tendríamos un canal en el que emitiesen una especie de efemérides cinematográfica, pero no lo hacen, y siguen conservando ese sabor antiguo en la Semana Santa y nos cuelgan las mismas películas en Navidad, aunque nada tengan que ver con estas fiestas. Y es que, para Cuento de Navidad, el de Dickens, pero, mira por donde, esa no la ponen nunca, y por el contrario casi siempre cae Mujercitas, que si se relaciona con la Navidad es acaso por el paisaje nevado que rodea la casa de la chicas.
No, no me he olvidado, ya sé que la película navideña por antonomasia es ¡Qué bello es vivir! el magistral film dirigido por Capra y en el que James Stewart borda una de su mejores interpretaciones. Es una especie de cuento de Navidad, con un malvado tremendo y unas pobres gentes que están a su merced. Ahora vendría bien, puesto que el malvado es un avaro terrible y quien salva al pueblo es un banquero que está al borde de la ruina. Esta película se la pondría yo en sesión continua a los consejos de administración de esos bancos que han desencadenado esta crisis, a ver si aprenden lo que es la misión social de un banquero.
Nadie puede discutir la calidad de ¡Qué bello es vivir! Sin embargo, en lugar de repetírsela a los banqueros nos la repiten a nosotros cada Navidad (algunas, yo he visto que la han programado en varias cadenas) y, la verdad, a veces se vuelve inaguantable. Y es que esa película la hemos visto durante años junto a personas queridas que luego no están, porque viven lejos o simplemente ya no viven. Hace ya muchas navidades que cambio de canal cada vez que me tropiezo con esta hermosa película, pero es que me la sé de memoria y me trae recuerdos dolorosos, porque funcionamos con los reflejos condicionados (los sentimentales también).
Y, aunque la repitan hasta el cansancio, qué gran película es ¡Qué bello es vivir!

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DOMINGOS IM-POSIBLES (I)

El Pensador
El Distrito 7 de París está en la margen izquierda del Sena, más al sur del Barrio Latino, en una zona donde el nuevo dinero colonial de finales del siglo XIX pobló de grandes residencias con jardines toda la zona. Rodin_Museum.jpgUna de estas mansiones, en realidad un palacio, es el hôtel Biron, que fue comprado por el estado francés en 1905, y allí se cobijaron algunos artistas bajo el mecenazgo de Francia. Auguste Rodin vivió allí hasta su muerte, en 1917, y entonces el estado decidió convertir la finca y sus jardines en el Museo Rodin, probablemente el escultor más notorio de la Historia del Arte desde Miguel Angel Buonarrotti.
Viajar a París es como tocar a las puertas del cielo, y si traspasas las puertas del hôtel Biron puede que entres en otra dimensión. Desde el bronce con alma de tantas esculturas, Nijhinsky bailará eternamente para quien lo mira extasiado, las manos de mil formas nos acariciarán los ojos y El Beso hará que nos planteemos las reglas de la física, porque no estamos seguros de si estamos ante el beso más sublime, el más pecaminoso o simplemente no hay beso.
pensador.jpgEl viaje por el palacete desemboca siempre en el jardín, frente a El Pensador, una talla que ha tomado vida propia e independiente como en su día lo hicieron el Moisés o el David de Miguel Angel. El Pensador fue en principio una pieza de una obra magna que tenía que ser el pórtico de un gran museo parisino que nunca llegó a construirse. Ese pórtico ideado por Rodin representaba Las puertas del infierno, tal y como las imaginó Dante en La Divina Comedia. Es más, El Pensador es el propio Dante, mirando con tristeza, confusión y acaso desesperación esas puertas infernales a donde nos llevan los vicios humanos.
El Pensador frente al horror del infierno tal vez represente a ese Dante atribulado ante el Apocalipsis humano. Sentado sobre el alto pedestal del jardín del Museo Rodín deja de ser Dante y se convierte en la Humanidad misma enfrentándose a la soledad, a la impotencia y a la fuerza de todo lo que ignora, que es prácticamente el desconocimiento absoluto de las respuestas. Esas verdades que nos hemos ido fabricando a lo largo de más de cinco mil años de historia escrita siguen siendo endebles, y ni Gilgamesh, ni Shakespeare ni Einstein han podido respondernos. El Pensador tal vez quiera decirnos que la respuesta está en el hombre mismo, y que el gran viaje con que soñamos debería ser hacia el interior de cada uno de nosotros.
Según mi parecer, El Pensador debiera llamarse El Preguntador, o mejor, El Gran Dudador, porque habitamos el paraíso de la duda. No hay certezas sobre nada, y nos perdemos entre nuestras ansias de saber y nuestra soberbia de sabios. Ya lo dijo Víctor Hugo: «Daría todo lo que sé a cambio de la mitad de lo que ignoro». Y se quedó corto.