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Siete lajas de piedra viva

El profesor y verseador Yeray Rodríguez ha puesto voz ante el Parlamento de Canarias a las verdades que se ocultan y a las mentiras que se esgrimen como verdades. Dijo muchas cosas, todas ciertas, y entre ellas dos que forman parte de un mismo paquete. Ahora que tanto se habla de identidad cuando en realidad nos están franquiciando por todas partes, denunció «que no importe no ser lo que somos con tal de que se hable de nosotros y vengan más turistas»; dijo también que son claros los beneficios económicos (que llegan a quien llegan) que trae rodar en Las Islas grandes producciones cinematográficas, y consideró «paradójico que se elija Canarias como plató solo por las ventajas fiscales, para disfrazarnos de otros lugares». Amén.

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El mito es el cine, no Brad Pitt

Se habla de mitos del cine. No hay; el verdadero mito es el propio cine. Dicen que cada época tiene sus leyendas, que se han ido superponiendo y renovándose, porque muchas veces un nuevo mito no es más que una versión de otro anterior (p.e.: La Bella Durmiente viene de Pigmalión). En el siglo XX, se dijo muchas veces que tal o cual persona era un mito, lo cual es inexacto, porque un mito no es una persona, sino un relato que ejemplifica otros muchos. En realidad, el gran mito del siglo XX es la imagen, que se compone con medios de comunicación diversos, a la cabeza de los cuales está sin duda el cine. No hablo de actores, artistas o cineastas icónicos, sino del cine mismo. Lo hemos visto muchas veces y lo hemos vuelto a comprobar en estos días con la presencia de Brad Pitt en Las Palmas. Si en su lugar hubiese venido otra figura del cine con mucha presencia mediática, habría pasado lo mismo; y no hay necesidad de que quien venga traiga el cartel de guapo o guapa, ha pasado lo mismo con Woody Allen en Asturias. Continuar leyendo «El mito es el cine, no Brad Pitt»

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En nombre de La Libertad

Precisamente hoy, en el que el 15-M es un mojón en el camino de la democracia, hemos sabido de la muerte de dos personalidades muy distintas, pero que pusieron su gota de agua en el océano de La Libertad, con mayúsculas. El primero, el gran pintor Pedro González, la defendió con su creatividad insumisa y un enorme talento artístico. Es una figura imprescindible en las artes plásticas del siglo XX en Canarias, que impartió magisterio plástico y humano, y cuando tuvo que bajar a la política real, lo hizo para regentar la ciudad de La Laguna, a la que ya tiene unido su nombre para siempre. Se ha ido silenciosamente, pero la noticia de su muerte ha sonado como un campanazo en toda Canarias, especialmente entre las personas que aman la libertad y admiran el talento y arte. Los medios destacan más su paso por la alcaldía lagunera que su inmensa presencia en el arte, aunque en las dos cosas no fue uno más, pues no hablamos de «un alcalde», sino de «El Alcalde» de una ciudad esencial en la Historia de Canarias.

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