Poder e imagen
Con la generalización de la televisión, la imagen se ha ha convertido en un atributo más importante para la política que el talento que pueda acreditar una persona.
Da igual su preparación y su capacidad, si tiene buena imagen, si sabe interpretar su papel de líder ante las cámaras, ese es el candidato elegido, y luego será esclavo del poder y de quienes lo han empujado hasta él. Ejemplos tenemos a docenas en cualquier nivel de la política. Todo empezó cuando John Kennedy se convirtió en Presidente de Estados Unidos hace casi medio siglo. Su presencia de alumno aplicado, guapo, con una sonrisa permanente, era la imagen del seductor, un galán de cine. En este caso, aseguran que era un hombre de una inteligencia excepcional, pero habría dado lo mismo si hubiera sido menos inteligente, siempre que tuviese al lado el glamour de Jackie y una aureola creada por su gabinete de imagen. Eso quiere imitarlo ahora Sarkozy.
Hoy, grandes políticos como Gladstone, Pitt, Cánovas del Castillo, Churchill o De Gaulle no habrían sido tenidos en cuenta por sus partidos para encabezar una lista electoral, Lo de Jordi Pujol es la gran excepción que confirma la regla, porque hoy la democracia se vende también en los medios de comunicación, y ahí la imagen es determinante.