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Gracias, Aminatu

Aminatu: Lo que procede ahora es desearte buena suerte, pero sé que cada persona se fabrica su propio camino, como lo haces tú, y por ello acumulas tanto respeto. Un poeta español, Antonio Machado, dijo que se hace camino al andar, y los clásicos afirman que lo importante es el camino, porque la vida es una ruta por la que tenemos la posibilidad de andar con dignidad o con la cabeza baja. Tu fuerza es una lección para todos. La resistencia pacífica se enfrenta a la violencia, y cuando hay un corazón fuerte se consigue el objetivo: mantener la dignidad. La política es otra cosa, y en el futuro tu nombre será siempre un clamor aunque guardes silencio. Te lo has ganado.
zz-sahara[1].JPGTe admiro por tu firmeza de espíritu, grande como el desierto que es tu hogar, poderoso como el viento que lo modela, infinito como sus granos de arena. Quiero que te acompañe muy buena suerte, porque a veces también ayuda, y yo te deseo lo mejor. Incluso, cuando la suerte ayuda, hay que tener la presencia de ánimo necesaria para administrarla. Y ya que sabes cómo tratar con la adversidad, quiero que en el futuro sólo tengas que vértelas con la fortuna.
Gracias.

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Las palabras delatan y contradicen

Por mucho que controlemos las palabras, el inconsciente siempre está ahí, delatando lo que realmente pensamos. Otras veces, en su ingenuidad informativa, las palabras dicen exactamente lo contrario de lo que pretenden decir. Esto quedó demostrado, una vez más, ayer mismo:
El primer caso es el discurso de Obama al recibir el Nobel de la Paz. Dijo el Presidente norteamericano que para conseguir la paz a veces hace falta la guerra. Es una versión del viejo adagio latino «si vis pacem, para bellum» (si quieres la paz, prepara la guerra). Esta frase, que está manipulada para que suene mejor, como tantas otras expresiones históricas o populares, proviene del escritor romano Flavius Vegetius Renatus (Vegecio para los amigos), y contiene la esencia del Imperio Romano, y emparenta con la famosa expresión que ponen en boca del emperador Tiberio: «Me odian, pero me temen». Es decir, Obama sin darse cuenta (o dándosela) se autoproclama emperador, porque está dispuesto a imponer la paz aunque sea a punta de misil. Estoy convencido de que él no pretendía decir eso, y menos en el momento de recibir el Nobel de la Paz, pero lo ha dicho, y sus palabras lo delatan.
aaax.JPGEl otro caso se refiere a la petición que Cayo Lara, el líder de IU, hizo al Rey para que interviniera en el asunto de Aminatou Hadiar. En una carta firmada por el jefe de la Casa Real «considera que no es el momento oportuno para la realización de gestiones complementarias por parte de su Majestad». Y se produce la paradoja de que, aunque la carta niega la intervención real, el hecho mismo de enviarla significa que está interviniendo, porque se muestra dispuesto a hacerlo siempre que el Gobierno lo considere oportuno. Es decir, hay un mensaje subliminal que viene a decir que puede entrar en escena en cualquier momento. Y aunque no haga más movimientos, ya ha intervenido, cosa que no me parece mal, porque digo yo que la Jefatura del Estado debe servir para algo.
Pues ya ven cómo las palabras delatan o contradicen fuera de la voluntad de quien las usan.

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¡Vaya jeta la de los italianos!

Hay países que caen mal, otros que generan desconfianza y la mayoría se quedan en el limbo porque depende del momento en que se les mire. Sin embargo, Italia siempre cae bien, por definición, hasta el punto de que incluso sus momentos más oscuros, como los del fascismo, parecen tener bula. El fascismo italiano fue una dictadura terrible, cruel y abominable, pero no levanta urticaria como el recuerdo de otras. Será porque los italianos tienen fama de alegres, y no entiendo por qué, con el carácter que se gastan los del crimen organizado y la defachatez de sus políticos.
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(Por poner unos cuantos ejemplos, cuadros, literatura, cine… aparte)


Ahora, el ministro de Asuntos Exteriores italiano, ha sacado un informe en el que deja pequeñita a Francia en cuando al chauvinismo. Entre otras lindezas -supongo que para consumo interno-, dice el ministro que en Italia se hace el mejor chocolate del mundo (no sé qué dirán los austriacos, los belgas o los ingleses) y que Italia posee el 50% del patrimonio cultural mundial. Sin quitar un ápice a la grandiosidad del patrimonio italiano, eso es echarle morro y lo demás son tonterías. Que hayan tenido el imperio romano y el Renacimiento no les otorga tanta importancia, porque mira que ha habido imperios culturalmente impresionantes, y adjudicarse nada menos que la mitad de todo debe ser fruto de un delirio. Ni siquiera toda Europa junta podría hacer tal cosa. Tal vez para ocultar la posible mala imagen de su Primer Ministro, asevera disparates que nadie cree, aunque no estoy seguro de que no se lo crean los italianos, porque no han demostrado nunca mucha agudeza a la hora de elegir a sus dirigentes. Quien vota a un elemento como Berlusconi es capaz de creerse cualquier fanfarronada.