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El desprestigio injusto de los funcionarios

Sé que este post no va a ser muy popular, pero es que aparece en los medios una información de agencia en la que se dice el número de funcionarios por cada mil ciudadanos ocupados, y resulta que en Canarias son 170, es decir, el 17%. Dicho así suena mal, porque el funcionariado es una clase que sufre el desprestigio, es objeto de todos los chistes y existe la impresión de que cobran sin dar un palo al agua. Siempre se les imagina detrás de una ventanilla, puteando al ciudadano y colgando el cartelito que desde tiempos de Larra reza «Vuelva usted mañana».
Pero hay que señalar varias cosas. Como en todas las profesiones, supongo que entre el funcionariado de mesa y ventanilla habrá de todo, como en botica, pero lo cierto es que finalmente todo funciona, supongo yo que no será por milagro y que algo tendrán que ver los denostados funcionarios. Por otra parte, ese funcionario de chiste de Forges que está detrás de una mesa es la gran minoría, porque en ese 17% de empleados públicos entran los servicios básicos de la comunidad: Seguridad, Defensa, Justicia, Enseñanza, Investigación y Sanidad, entre otros. Hay comunidades en las que el porcentaje es menor, sencillamente porque hay más enseñanza privada, y en un archipiélago como Canarias muchos servicios públicos se duplican por la insularidad. En ese 17% canario está todo el personal sanitario, docentes, bomberos, personal de justicia, policía y fuerzas armadas. Es decir, no parece que importe que un cabildo entregue un millón de euros a un equipo de fútbol (entidad privada, por cierto), pero molesta que un bombero, un médico de urgencias o un profesor cobren su salario.
Por otra parte, al ser unos colectivos que suelen tener un puesto de trabajo estable (aunque casi siempre peor pagado que en la empresa privada) son una fuente de dinamización de la economía, con lo que ese dinero público que cobran va en buena parte a mover la economía general. Exigimos profesores para nuestros hijos, médicos cuando estamos enfermos, ayuda de la policía, bomberos cuando hay problemas, etc… Y estas personas, que trabajan para la colectividad, también comen tres veces al día y es normal que cobren un salario. De manera que ya resulta cansado que siempre demonicen a los funcionarios y que los metan a todos en el mismo saco, sin pararse a pensar que esos servicios básicos son el chasis de cualquier sociedad.

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Otra vez los cuernos Robinson

Parecía que el mundo había cambiado pero todo sigue igual. Por lo visto, como en la Edad Media, como en el Barroco y como en el duelista siglo XIX, el honor de los maridos sigue residiendo en la virtud de su esposa. El Ministro Principal del Ulster se ve abocado al desastre político porque ha perdido credibilidad, dicen, al saberse que su esposa le ha sido infiel de manera continuada. El hombre, encima de ser la víctima de la infidelidad, ahora resulta que eso le cuesta el cargo, porque seguimos en la vieja creencia de que si no tiene autoridad en su matrimonio menos la tiene para presidir un gobierno.
Es verdad que ella hizo algunos trapicheos políticoeconómicos en favor de su amante, pero creo que es cosa de ella, que responda de sus irregularidades, pero no entiendo por qué el marido ha de pagar el pato. Es decir, machismo estúpido, porque en lo concerniente a la infidelidad el asunto debieran dirimirlo los implicados, es asunto privado. Las corrupciones de ella en su cargo de concejala son cosa de ella, ya que por lo visto no tenía mucha conexión con el marido. Para más escarnio, la señora, de 60 años, ha tenido su último desliz con un joven de 20, olé por ella, pero eso recuerda a aquella película de los años sesenta, El Graduado, en la que se daba esta misma situación. La coña llega a límites casi proféticos si tenemos en cuenta el apellido de esta pareja, Robinson, nada más y nada menos, justo el apellido de los personajes del mentado largometraje dirigido por Mike Nichols. Y claro, en todas las emisoras de radio adornan la noticia con la canción que para El Graduado hicieron Simon & Garfunkel. A veces la vida imita al arte, y casi siempre con muy mala leche.

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Espabilen, les están cerrando el mundo

Las generaciones que nacieron inmediatamente después de la II Guerra Mundial cometieron muchos excesos, pero excesos imprescindibles para que el mundo se abriera. En seguida saltaron los reaccionarios, y colgaron a los jóvenes de entonces todas las etiquetas degradantes que pudieron. Las chaparon bajo la mano férrea de Richard Nixon, De Gaulle y las dictaduras mediterráneas y hoy parece que aquello era un manicomio de locos rebeldes y tarados.
v1.JPGPero no es así. Los años sesenta y setenta fueron mucho más que ese lema peyorativo de «Sexo, drogas y rock an roll». Fue una patada a la puerta que se había cerrado en Trento más de cuatro siglos antes. El mundo no volvió a ser el mismo después de la píldora anticonceptiva, Mary Quant, Bob Dylan y tantos y tantos iconos que derribaron una forma de pensar; y, por supuesto, la banda sonora de esta película suena a rock and roll. La lucha por la igualdad de la mujer, la libertad de opción sexual, las parejas sin papeles y todo lo que se generó hizo que el aire de libertad conquistada produjese en Occidente la mejor época vivida por el ser humano sobre La Tierra.
Pero, ¡ay! La reacción siguió tramando nuevas cadenas, y las viejas instituciones se pusieron manos a la obra para tratar de volver atrás. Reagan, Teatcher y Juan Pablo II abanderaron esa reacción, que poco a poco ha ido cerrando caminos. Hoy parece que hay mucha libertad teórica, pero nada que ver con la de hace treinta años. Una y otra vez aquella gente ha seguido empujando hacia adelante, pero la gran maquinaria de la reacción se ha preocupado de paralizar a las nuevas generaciones con un bombardeo tecnológico que los ha individualizado hasta hacerlos débiles por su incapacidad para luchar por otra cosa que no sea un botellón. Y lo único que les digo es que los que trajeron los aires de libertad tienen entre 55 y 70 años. Empiezan a desaparecer o se sienten ya muy cansados de dar coces contra el aguijón. Aquel mundo que se abrió hace cuarenta años se está cerrando, y sólo ustedes pueden reabrirlo. ¡Espabilen!