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Campañas de promoción turística

Siempre he tenido claro que los técnicos en cualquier disciplina saben lo que hacen, aunque algunas veces se equivoquen porque nada en la vida es el ciento por ciento. Y más claro tengo que saben más que yo, que soy un ciudadano normal, que en todo caso sabe de alguna cosa o incluso puede ser técnico en algo, pero no en turismo, publicidad y promoción. Pues los sesudos técnicos de la Consejería de Turismo del Gobierno de Canarias diseñaron una campaña que se realizó el otoño pasado, que costó casi siete millones de euros y que consistía en pasear a cien jóvenes por Islandia promocionando el turismo hacia Canarias.
Sin ser técnico, entonces me eché manos a la cabeza, porque eso no se le ocurre ni al que asó la manteca. Islandia tiene sólo trescientos mil habitantes y encima está en medio de una crisis económica que ríete tú de la de Grecia. Además de que son pocos, no están como para hacer turismo. Según datos oficiales, en 2009 vinieron a Canarias 20 vuelos charter desde Islandia, y para el 2010 no se espera ninguno. Es decir, un desastre, pero no tanto, porque en caso de haber tenido un éxito tremendo y haber doblado los visitantes, en lugar de tres mil islandeses habrían venido seis mil. Dividan los siete millones de euros gastados entre esos hipotéticos e irreales seis mil y supondría una especie de subvención de mil y pico euros por islandés, casi tanto como lo que se suelen gastar aquí. Como si les hubiésemos invitado.
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(Momento en el que un rayo cósmico ilumina las mentes preclaras de la Consejería de Turismo)

Ahora dicen que van a hacer otra campaña parecida en La Península, y como por lo visto en Europa vale más Islandia que Alemania, Suecia, Gran Bretaña o Dinamarca (nuestros visitantes más numerosos), imagino que esos cien jóvenes harán campaña en Soria, Teruel, Huesca y Palencia, que entre todas suman unos 200.000 habitantes, con un nivel de vida por debajo de la media española. Ya puestos, y siguiendo las pautas establecidas, para qué ocuparse de Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla, Málaga, Zaragoza, La Coruña o Bilbao, que con sus periferias son la mitad de la población de España, y con un nivel de gasto superior a la media. Es que sería muy cansado. Se sorprenden de lo mal que ha ido la campaña, y es que hasta para los no entendidos estaba claro que, aunque hubiera sido un éxito, ya era un fracaso intrínseco (en vista del nivel no sé si los técnicos de Gobierno de Canarias entenderán el significado de esta palabra; en realidad, intrínseco significa que aquello no había por dónde cogerlo).

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Alertas y temporales

Esto de los temporales y las alertas son una muestra de que nunca llueve a gusto de todos (nunca mejor dicho), porque hay quien se queja de que no hubo previsión en los anuncios y otros de que se alarma a la población por nada. Creo que estos últimos deberían pensar en la gente que ha tenido grandes pérdidas en las lluvias pasadas, o la desgracia ocurrida en Madeira.
zvvvv.jpgAnunciar que viene una tormenta ayuda, porque uno puede ponerse a salvo o no desafiar a un peligro que desconoce. Lo complicado es cuando se ignora ese peligro, porque uno piensa que si está en su casa, con las puertas y ventanas bien cerradas estará a salvo. Pero ocurre que en las últimas décadas aquí se ha construido de aquella manera, incluso en las salidas naturales del agua, que reclama su paso cuando llueve, y a veces no es suficiente con una canalización en tuberías, porque, demás, juega en contra la escasa limpieza de los barrancos.
En Gran Canaria, cuando viene tiempo de sur-suroeste (que es el que da agua bruta), casi siempre llueve en las vertientes orientadas a esa zona, pero me pregunto si canalizaciones como la del Guiniguada en Las Palmas absorberían la riada si cayeran esos 200 litros en su vertiente. En los años cincuenta, con el barranco a cielo abierto, hubo uno de esos temporales y el agua llenó por completo el enorme cauce de entonces. Y contra esos errores urbanísticos las alertas sólo sirven para echar a correr hacia un lugar más elevado.

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Malos tiempos para Hare-Krisna

Nuestra sociedad ha llegado a un punto de zafiedad alarmante. Y tengo que acusar claramente a las personas con responsabilidad y a los medios, especialmente la televisión, que permiten que estos comportamientos, actos y actitudes sea ya casi la normalidad. Luego nos quejamos de que un niño de nueve años ponga patas arriba a todo un colegio, o que unos padres pidan ayuda pública porque incluso tienen miedo a sus hijos, por no volver sobre el calvario que sufre cada día el profesorado con todo tipo de violencia.
¿Qué se puede esperar de un país en el que a todas horas en la televisión la gente se insulta, se amenaza e incluso llega a las manos, sin que nadie ponga coto porque tiene miedo a que le acusen de coartar la libertad de expresión? Luego se rasgan las vestiduras porque, en la televisión pública, un rapero se lleve las manos a los genitales, si aplaudían cuando lo hacía Michael Jackson. Si una persona insulta, veja o amenaza a otra en un plató no está ejerciendo la libertad de expresión, que como toda libertad, tiene el límite exacto de donde empieza la libertad del otro. Yo no digo que volvamos a los tiempos remilgados en los que en la radio y en la televisión estaban prohibidas palabras tan normales como bragas (y hablo de tiempos democráticos), pero es que lo de ahora es una escuela de educación permanente en la violencia, el machismo y la intolerancia (¿Les suena de algo la frase «es mi verdad»?)
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(Esta es una nueva máquina cuyos principios basados en la mecánica cuántica dicen que generan buen rollito)


La agresividad ya está en los personajes públicos, que se burlan, ridiculizan y hasta insultan incluso a los de su partido a poco que crean que han cerrado los micrófonos. ¡Si pierde los nervios un ex-presidente y hasta el mismísimo Rey de España, haciendo «peinetas» a quienes los abuchean! De acuerdo en que no es de recibo (es ya un círculo vicioso, más de lo mismo) que se insulte a gritos a personajes públicos, pero se espera de ellos el temple suficiente para capear el temporal. Hasta Zapatero, «Míster Talante», está empezando cabrearse en público, ¡quién lo iba a decir! Corren malos tiempos para los Hare-Krisna.