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Miedo a imponer las leyes democráticas

Cada día que pasa es como si esta sociedad caminase hacia un abismo, y nadie mueve un dedo para impedirlo. Y al decir nadie me refiero a quienes tienen la responsabilidad, la capacidad, los medios y el poder para hacer algo. Pero no lo hacen. Ayer mismo se produjeron en Canarias dos sucesos que le han costado la vida a dos mujeres. Uno está por aclarar, pero el otro es claramente un crimen de violencia machista. Otro más.
aDSCN3000.JPGLa declaración Universal de los Derechos Humanos recoge la libertad de expresión en su artículo 19, y en España se ratifica en el artículo 20 de la Constitución de 1978. Y se habla de ideas, creación artística y opinión, pero no todo es Jauja, y en ese artículo, en el apartado 4, dice textualmente: «Estas libertades tienen su límite en el respeto a los derechos reconocidos en este Título, en los preceptos de las Leyes que lo desarrollan y, especialmente, en el derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y de la infancia».
Cuando hay programas de televisión que «educan» en la violencia y el insulto, o que difaman a la buena de Dios, es la propia Constitución la que dice que no es así, y detener ese vivero de desorden social no es ir contra la libertad de expresión, es protegerla. No sé para qué sirve una Ley de Igualdad si no se pone coto a programas que exacerban el machismo, como ese en el que un guaperas escoge entre 15 mujeres como si estuviera en un lupanar. Hay miedo a que acusen a quien se oponga de usar la censura, pero es que hay un código, como el de circulación, y no por imponer una sanción a quien que se salte un semáforo se está yendo contra la libertad individual. No es poner mano dura, como piden los extremistas reaccionarios, no hay que hacer ninguna ley nueva, se trata simplemente de hacer cumplir las leyes democráticas que ya existen en beneficio del interés general. Esa es la base de un Estado de Derecho.

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Es 15 de marzo y advierto

En marzo del año pasado hablé aquí mismo de los idus de marzo, fecha romana que se refiere al día 15 de dicho mes, hoy, recordando el asesinato de Julio César y advirtiendo a Zapatero para que tuviera cuidado. Ha pasado un año, a Zapatero le han crecido los enanos del circo y sólo se habla de lugares comunes, pura politiquería electoralista amplificada en los medios por los periodistas afines a los dos bandos dos.
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Zapatero sigue advertido con los idus de marzo, pero está claro que hay que extender la advertencia mucho más. Como el ciego de las escalinatas del Senado romano que advirtió a Julio César, también le digo a Rajoy que se cuide de lo que hace y dice, porque con su cruzada catastrofista, cuando gane las elecciones -si es que las gana- ya no quedará mucho estado que gobernar. Le advierto a Paulino Rivero de que esta duplicidad institucional que hay en Canarias, se podía aguantar en tiempos de bonanza, pero ahora es una sangría insoportable. Advierto a la UD Las Palmas y al Tenerife de que no bajen la guardia porque si no mal futuro para los dos equipos, y siguiendo con el fútbol advierto a Pellegrini para que aproveche los últimos coletazos de las rebajas y se compre un buen juego de maletas, porque, incluso ganando la liga, su suerte está echada. Y advierto a Guardiola, a quien de momento Messi le salva las espaldas, para que no se encuentre fuera de Europa dentro de unos días, como el Real Madrid.
Advierto a los peatones de que los grandes tiburones de las finanzas siguen ganando mucho dinero a costa del paro y con la coartada de la crisis. Y advierto, en fin, de que tratan de embaucarnos diciendo que en chino crisis y oportunidad se escriben igual. Es una oportunidad para los que tienen la sartén por el mango, y lo otro, por mucho que lo pregonen, es eso, un cuento chino.

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¿La vida es sueño?

alugosi.JPGSus biógrafos afirman que Johnny Weissmüller acabó creyendo que era Tarzán de los Monos y que Bela Lugosi murió convencido de que era el mismísimo Conde Drácula. Pero eso no sólo pasa con los actores pues cada persona es a la vez personaje, y a menudo interpreta a más de uno, sobre todo si tiene presencia pública. De otra manera, ya lo dijo Calderón en el monólogo de Segismundo, de La vida es sueño: «…Y en el mundo en conclusión / todos sueñan lo que son…»
Y tal vez haya que creerse el personaje, porque no un corredor de Fórmula 1, una estrella de rock o una ilustre neurocirujana tiene que creer que lo son, porque si no fuera así no serían capaces de conducir a esa velocidad, salir a cantar ante miles de personas o abrirle el cerebro a un paciente. Creerse lo que uno es -o debe ser- da confianza.
Lo que pasa es que a veces el asunto se excede, y yo entiendo que un ministro tenga que creérselo para poder asumir esa responsabilidad, pero cuando ya no lo es no se cree ministro. Por eso me pregunto los ex-presidentes de Gobierno se creen en la obligación de intervenir públicamente cuando ya no ocupan el cargo, porque siguen creyéndose presidentes, o incluso más. O lo sueñan, como en la obra de Calderón.