Exhibicionismo cruel
En tiempos de crisis, cuando entre la realidad y la rumorología la gente anda temerosa de un cataclismo, resulta vergonzante airear millones de euros, que se manejan como si fuera calderilla. Por una parte están los equipos de fútbol, que hacen fichajes multimillonarios, que contratan entrenadores que más parecen actores de cine con sueldos estratosféricos y encima dicen que son baratos. Por otra, las televisiones aventan los sueldos millonarios de sus estrellas y a la vez parecen empeñadas en mostrarnos grandes casas y mujeres ricas que compran bolsos de tres mil euros y vestidos de siete mil. Es una bofetada, como pasearse en Rolls-Royce por una poblado de chabolas. Entiendo que ese derroche genera movimiento de la economía, impuestos y puestos de trabajo, pero una cosa es que cada uno gaste según su nivel y otra cosa muy distinta ese exhibicionismo que es como un insulto a quienes lo están pasando muy mal. Eva Perón se cubría de joyas y vestidos caros cuando visitaba los barrios marginales, y cuando se le comentaba ella decía que los descamisados querían ver a una princesa benefactora, a una mujer inalcanzable. Según ella, se puede esperar mucho de alguien que tiene mucho, pero si apareciera como una más entre la gente, nadie creería que puede recibir ayuda de ella. Es una forma de verlo, pero ni los grandes clubs de fútbol ni esos ricos que muestran sus mansiones y sus yates pretenden que se crea en ellos. Esa es la diferencia. (Por si ha quedado confuso, tampoco creo yo en salvadores como Eva Perón).