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Exhibicionismo cruel

En tiempos de crisis, cuando entre la realidad y la rumorología la gente anda temerosa de un cataclismo, resulta vergonzante airear millones de euros, que se manejan como si fuera calderilla. aperro.JPGPor una parte están los equipos de fútbol, que hacen fichajes multimillonarios, que contratan entrenadores que más parecen actores de cine con sueldos estratosféricos y encima dicen que son baratos. Por otra, las televisiones aventan los sueldos millonarios de sus estrellas y a la vez parecen empeñadas en mostrarnos grandes casas y mujeres ricas que compran bolsos de tres mil euros y vestidos de siete mil. Es una bofetada, como pasearse en Rolls-Royce por una poblado de chabolas. Entiendo que ese derroche genera movimiento de la economía, impuestos y puestos de trabajo, pero una cosa es que cada uno gaste según su nivel y otra cosa muy distinta ese exhibicionismo que es como un insulto a quienes lo están pasando muy mal. Eva Perón se cubría de joyas y vestidos caros cuando visitaba los barrios marginales, y cuando se le comentaba ella decía que los descamisados querían ver a una princesa benefactora, a una mujer inalcanzable. Según ella, se puede esperar mucho de alguien que tiene mucho, pero si apareciera como una más entre la gente, nadie creería que puede recibir ayuda de ella. Es una forma de verlo, pero ni los grandes clubs de fútbol ni esos ricos que muestran sus mansiones y sus yates pretenden que se crea en ellos. Esa es la diferencia. (Por si ha quedado confuso, tampoco creo yo en salvadores como Eva Perón).

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Esa manera de hablar de los curas

Siempre me ha parecido que todos los curas tienen una manera parecida de hablar. De eso debió darse duenta también el dúo de humoristas Martes y Trece, que hacían una parodia de un cura con hablar muy suave y contenido. No sé si en los seminarios hay clases de una determinada escuela de oratoria, el caso es que los clérigos tienen todos ese mismo acento inalterable que invita a dormir.
alkhg.jpgDa igual que sea un párroco, un arzobispo o un cardenal, y también importa poco que sea español o latinoamericano, e incluso cuando hablan otras lenguas. A lo mejor es un tic que se les pega del uso continuado del latín. Cualquier clérigo, sea el portavoz de la Conferencia Episcopal, el Cardenal Cañizares, Rouco Varela, Blázquez o el oficiante de cualquier parroquia, tiene ese mismo tono. Es verdad que los pijos hablan igual en todas partes, y también los fumatas trasnochados y otros grupos, que da lo mismo Vallecas que el Carmel o cualquier suburbio canario. Hasta los Papas hablan igual. Tengo memoria de las voces y los discursos de media docena de pontífices, y el acento y hasta el timbre son muy parecidos. Incluso cuando el Papa es alemán o polaco, aunque arrastra un poco, al final tiene el mismo tono cansino de los Papas italianos. Y no es una crítica, es una curiosidad: ¿por qué todos los sacerdotes del clero regular hablan así? Fíjense que eso no ocurre con jesuitas o dominicos, que hablan normal cada cual con su personalidad, y no tienen ese cariz monorrítmico de los curas, que me recuerda al de los hipnotizadores que salen en las películas (nunca he visto una sesión de hipnosis al natural).

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Nos estamos olvidando del planeta

La obsesión por el dinero y el dominio de la naturaleza nos está conduciendo a nuestra propia destrucción. Parece mentira que en el año 2010 no se tenga claro que tiene que haber un equilibrio entre los avances tecnológicos y la naturaleza, y se den situaciones como la reciente aprobación de un nuevo catálogo de especies protegidas en Canarias, que en realidad desprotege a muchas de ellas. Ese equilibrio es lo que hoy llamamos ecología, término que fue acuñado hace siglo y medio por el científico alemán Ernst Haeckel, cuyos principio fueron enunciados en 1971 por el biólogo Barry Commoner en su libro El círculo que se cierra. Básicamente son cuatro: 1) Todo está conectado con todo lo demás. 2) Todo debe ir a alguna parte. 3) La naturaleza es quien mejor lo sabe. Y 4) No hay barra libre, ha de existir un equilibrio.
aecolo.JPGPor lo tanto, no es algo que se descubriera en Kyoto o Copenhage, y es terrible que se haya perdido un tiempo precioso, pues ya en los años 50 del siglo XX la escritora Rachel Carson advertía de los peligros para el planeta en su libro Primavera silenciosa. Los que tenemos una edad sabemos estos hace décadas, pues nos lo enseñaron grandes naturalistas que han dejado su mensaje bien claro, como Jacques Cousteau o Félix Rodríguez de la Fuente, o personalidades que tenían voz social, como César Manrique. Y así llevamos décadas, porque esto en los años setenta era bien conocido y divulgado, pero ni un solo gobierno hizo caso. Y ahora, encima que vamos con retraso, los intereses económicos se imponen a cualquier intento racional de control de nuestros ecosistemas. Es increíble ver cómo se movilizan los estados y las poderosas organizaciones mundiales por una crisis financiera, que al fin y al cabo es pasajera por fuerte que sea, y permanecen inermes cuando lo que está amenazada es la supervivencia de la vida sobre La Tierra.