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Semidioses horteras

Dicen que en unos Mundiales se celebraba un partido entre Argentina y Alemania (que dicen que son los protegidos de la FIFA) y estaban sentados juntos en la grada un alemán y un argentino. En cada lance del juego, el de Buenos Aires gritaba como un loco, protestaba al árbitro, maldecía a su propios jugadores por no hacer lo que él esperaba y lanzaba insultos a mansalva: «¡Mirá que sos boludo, la concha de tu hermana…!» Y así continuamente, mientras el teutón permanecía callado siguiendo el partido. amaradonnnna.JPGComenzado el segundo tiempo, Alemania marcó, y el de Munich se levantó y dijo solamente: «¡Gol!» Entonces el argentino la emprendió a golpes contra él, que se protegía de la granizada con las manos y sólo acertó a preguntar: «¿Por qué me pegas?» A lo que el argentino contestó: «Por fanático».
Este chiste se le puede aplicar a Maradona, que si como futbolista fue extraordinario, como persona mete la pata cada vez que habla, presa del engreimiento de la ignorancia. Se conduce como si fuese un ser alado, un semidiós, y lo triste es que hay gente que le alimenta su egomanía. Y es una lástima que deportistas que son referencia de los más jóvenes se comporten así. No espero que un futbolista sea Ortega y Gasset, pero al menos que tenga comportamientos de ser humano razonable, y ejemplos hay muchos ahora mismo, desde Pau Gasol a Rafa Nadal, pasando por los futbolistas de la selección española. Si gana Alemania, Maradona se subirá por las paredes e insultará a diestro y siniestro; si gana Argentina, peor, porque la verborrea estúpida de los horteras endiosados es aún más insultante. Paciencia.

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El Estatuto catalán

Habemus sentencia del Tribunal Constitucional, y a los partidos políticos les ha venido al pelo. Como las elecciones catalanas van a ser en otoño, las variaciones impuestas por el TC serán el argumento básico de la campaña, unos defendiéndolas, otros rechazándolas, siempre calculando cuántos votos entran en la bolsa.
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Como aquel que dormía en medio de dos, ni tiro ni encojo ni la manta es mía, pero sí diré que todo esto de las autonomías, las competencias y la atomización del Estado me cansa, porque estamos en un tiempo en que necesitamos ser fuertes y las divisiones nos debilitan. Yo no sé qué idea del Estado tienen Durán i Lleida, Rajoy, Montilla, Patxi López, Urkullu y Zapatero, pero yo entiendo que, entre la definición franquista de que España es una unidad de destino en lo universal y un país de reinos de Taifas hay un punto medio, que es el que vertebra un Estado, que hace grandes a naciones federales como Alemania o Estados Unidos, y que en España nos empeñamos en dinamitar de un lado y de otro con la tendencia ibérica de apostar a todo o nada.
Y anuncio que, aunque ahora yo mismo esté escribiendo sobre ello, en el futuro inmediato voy a ser la persona más desinformada sobre el asunto, porque cada vez que oiga o vea la palabra Estatuto voy a cambiar de canal o a pasar la hoja del periódico. No me interesa, no porque no me importe la política, sino porque a los políticos implicados lo que les mueve es el electoralismo y no el interés general. Y ya estoy harto de que el 80% de la información y el debate nacional se refiera al 25% del Estado, que es lo que suman por población Euskadi y Cataluña, porque España es su gente, por encima de territorios, caprichitos y argumentarios partidistas.

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La polémica en el luto por Saramago

José Saramago fue un gran escritor, de eso no hay duda. Por lo tanto, nada que objetar a todo lo bueno que se ha dicho, y por su puesto a su presencia en asuntos públicos, su palabra comprometida en los medios, su discurso a la vez pesimista y esperanzado. Ha muerto, y es una lástima. Pero creo que se está sacando de quicio el asunto del trato que las instituciones canarias han dado al escritor en su muerte. Recibió el homenaje de los vecinos de Tías y de todo Lanzarote en una biblioteca con su nombre, que es lo máximo que puede hacerse con un escritor, y fue a presentar sus respetos al fallecido la Consejera del área de Cultura del Gobierno de Canaria, además de otros representantes públicos de Lanzarote.
aabsDSCN3199.JPGNo acudió el Presidente del Gobierno, es cierto, ni a Lanzarote ni al funeral de Estado de Lisboa. Y de ahí viene la crítica que yo no entiendo. Saramago era un escritor afincado en Lanzarote, era Premio Nobel, y se le tenía afecto humano. Y era Medalla de Oro de Canarias y Premio Canarias en la modalidad de Intenacional. Hemos visto cómo han fallecido muchas figuras que eran Premios Canarias o Medallas de Oro y, que yo sepa, nunca se decretó luto oficial en Canarias por ello. Es cierto que Saramago tenía proyección fuera de aquí, pero también la tuvieron Rumeu de Armas, Alfredo Kraus y otros Premios Canarias. Y nunca hubo luto oficial, sino una nota de pésame, una corona y la asistencia del responsable del Gobierno en el área en la que destacó el finado. El Presidente no suele ir a los velatorios y los entierros de los Premios Canarias, a veces sí lo ha hecho alguno tal vez por amistad personal con el fallecido, pero no es lo habitual. Sin ir más lejos, hace unos meses nos han dejado dos grandes de la literatura canaria del siglo XX, Rafael Arozarena y José María Millares, no hubo luto oficial, y nadie se molestó por ello, al menos públicamente.
Yo no defiendo las costumbres del Gobierno de Canarias para estos casos, lo que sí digo es que, si se hubiera decretado luto oficial por Saramago, se habría hecho un agravio comparativo con nuestros personajes desaparecidos, cuya muerte tal vez no fue noticia de primera página en Madrid y el extranjero, pero que hicieron una labor literaria, científica, investigadora o artística de gran valor. Dado que no existe un protocolo oficial sobre el asunto, es la costumbre la que manda, y a Saramago se le rindieron los mismos honores que a cualquier otro Premio Canarias. Ir más allá es meterse en el run-rún mediático, porque Saramago, por su vinculación con Canarias, merece lo mismo que Arozarena, Millares, Lezcano, Padorno o Rumeu, pero no más. Y ya que se ha producido la polémica, tal vez se debiera redactar ese protocolo para que no hubiese dudas y confusión, que es lo que permite distintas interpretaciones.