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Zurdos y disléxicos ilustres

Sigo con tonterías sin sustancia, y digo que uno no sabe si creer todo lo que se cuenta, pues se dice cualquier cosa y queda sellada para siempre. Nos han dicho que personajes de inteligencia deslumbrante y demostrada como Eisntein, Newton o Ramón y Cajal fueron disléxicos, y de vez en cuando veo por ahí alusiones a distintos personajes que supuestamente padecieron diversos síndromes. Son tantos, que ya empiezo a dudar, como si se hubiera organizado una gran leyenda urbana que nadie refuta.
obama firmandoqqq.JPGCon los zurdos las cosa es más espectacular. Por cierto, entre el 8 y el 12 por ciento de la población es zurda y lo que no se entiende es que, habiendo un mercado tan amplio, no se fabriquen cosas pensando en ellos… Pero esa es otra cuestión. Se dice que grandes maestros de la pintura fueron zurdos y tal vez eso tuvo que ver con su oficio, porque escribir como los occidentales resulta más complicadao para un niño zurdo que pintar, ya que puede empezar por donde quiera. Miguel Angel, Rafael, Leonardo Da Vinci y Picasso están en ese club de zurdos ilustres, así como cinco de los siete últimos presidentes norteamericanos: Ford, Reagan, Bush-padre, Clinton y ahora Obama (McCain, candidato en 2008, también es zurdo). Nos dicen que Billy El Niño era zurdo porque disparaba con la manos izquierda, y sabemos que guitarristas de la talla de Paul McCartney, Kurt Kobain, Atahualpa Yupanqui, Jimi Hendrix y muchos más enhebran las cuerdas de sus guitarras al revés, y se le etiqueta como zurdos, aunque yo no sé si lo son para todo lo demás. Ahora meten en la zurdería, además de a los de siempre (Einstein, Napoleón, Leonardo, Picasso…) a Newton, Madame Curie, Alejandro Magno, Julio César, Chaplin, Marilyn, Robert Redford, al mismísimo Beethoven y hasta a Bob Dylan, que por cierto usa la guitarra normal, con el mástil en la mano izquierda. La lista es enorme. Así que habrá que tener cuidado, porque unos datos son ciertos pero otros no hay modo de comprobarlos.
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Acabo de conocer la noticia del fallecimiento de Carmelo Artiles Bolaños. Tengo en mi memoria imágenes suyas con pantalón corto, así que son tantos años los que hemos recorrido que su muerte me ha producido un gran impacto. Un abrazo a su familia.

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El Presidente ha releído a Maquiavelo


El Presidente del Gobierno de Canarias ha dicho que no se ha planteado el efecto de posibles revueltas en Marruecos.También ha negado que haya habido reuniones sobre ese tema con el Gobierno central, y me ha parecido entender que lo decía en tono disuasorio a la vez que pretendidamente tranquilizador, una especie de «aquí no pasa nada». Si les digo la verdad, eso es precisamente lo que intranquiliza, porque para mañana está convocada una jornada de protesta en Marruecos, y ya hemos visto lo que ha pasado en Egipto y Túnez, y cómo se extiende el descontento por Yemen, Bahrein, Irán y Libia, sin olvidar que Kwait, Siria y Argelia tampoco están como una balsa de aceite. Lo que pueda suceder a cien kilómetros de Lanzarote debiera preocuparnos y ocuparnos. Pero, claro, ya empiezan los carnavales y hay que concentrase en el murguerío y buscar los últimos detalles del disfraz.
maquuiav.JPGA lo mejor es que el Presidente acaba de releer a Maquivelo, y está aplicando sus consejos, aunque un autor que dice «yo no digo nunca lo que creo, ni creo nunca lo que digo» debe ser tomado con cautela. Decía Maquiavelo que el Príncipe debe mostrar siempre un ánimo distinto al de sus allegados y que así se transmita al pueblo. Cuando todo el mundo está nervioso, el Príncipe ha de mostrarse sereno; si hay desánimo entre los suyos, él debe arengarlos con brío; si su gente está envalentonada, él ha de ser prudente y comedido. Y todo esto porque, al estar de ánimo distinto, todos piensan que él sabe lo que hay que hacer. Yo estoy preocupado, el Presidente se muestra tranquilo; yo estudiaría el asunto y tomaría medidas; el Presidente dice que no ha hecho nada. Definitivamente, el Presidente ha releído a Maquiavelo. De todas formas, habría que repasarlo otra vez, no vaya a ser que el florentino estuviera ironizando.
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(Dicen que Maquiavelo era más listo que el silbo gomero, pero guapo, lo que se dice guapo, no era. Y, caramba, aprovechando las rebajas, podría comprarse una camisita más alegre. Y ese corte de pelo… Este hombre…)

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El tiempo en una tarima

Casi siempre, los actos públicos se componen de una tarima en la que están quienes van a decir algo y una sala en la que se sientan los asistentes. Y esto sucede en conferencias, presentaciones de libros, entregas de premios o mesas redondas. Uno de los problemas que hay que tener resuelto de antemano es la duración. Decía Guillermo Díaz-Plaja en su libro Cómo hablar en público, que un acto de este tipo debe duran alrededor de 45 minutos, que es el tiempo que él estimaba que aguantaban las posaderas de un asistente sin removerse. Aunque el acto sea brillante, si se pasa de tiempo, el comentario final será: «muy bien, aunque un poco largo»; si dura menos, la gente dirá: «un poco corto, pero muy bien». Y lo que queda es lo último, es decir, «muy bien» o «un poco largo». O sea, el tiempo es un factor determinante.
ttiem.JPGOtra cosa es una gala, que como tiene elementos del espectáculo puede alargarse, pero no más de las dos horas. Y esto es elemental, pero parece que cuando la gente sube a una tarima o coge un micrófono no se da cuenta de que si se pasa en tiempo dará igual lo que diga, siempre quedará mal. Y esto lo comento por la ceremonia de los Goya, en la que reciben premios personas que se supone deben conocer el funcionamiento del tiempo en la comunicación. Pero ni así, repiten nombres y agradecimientos hasta el infinito y queman al público. Los hay, como Jack Palance en el Oscar, que hasta se ponen a hacer flexiones mientras la gente no sabe qué cara poner para disimular la vergüenza ajena. Y esto lo advierto siempre antes, cuando participo en presentaciones de libros, míos o de otros, «no más de 45 minutos, y a ser posible un poco menos». Pero es predicar en el desierto, pues cuando alguien coge un micrófono se le para el reloj y se comporta como si fuera el dueño del tiempo de los demás. Y no lo es.