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La cortina de humo del volcán

 

 

Desde que entró en erupción Cumbre Vieja, el volcán se ha convertido en monotemático en los medios de comunicación, especialmente en la televisión. Los grandes medios audiovisuales tienen la tendencia a coger un tema y exprimirlo hasta el agotamiento, con imágenes mil veces repetidas que semejan una noria siempre dando vueltas sobre lo mismo, sin que aparezca nada nuevo, aunque el mundo sigue girando y se producen noticias continuamente.

 

 

Lo hemos visto muchas veces. Nadie puede negar la importancia que tienen acontecimientos que rompen la dinámica habitual, como la pandemia, el Procés catalán y aledaños, o hechos puntuales como el 11-M. Según qué épocas, hemos visto como los medios volvían sobre los mismo, dedicando días enteros en distintos noticiarios o programas de otra índole.  Llegan a agotar a la gente porque parece que en el mundo (o en España) solo sucede ese hecho sobre la que todos hablan, analizan, critican o incluso tratan de predecir su deriva.

 

Ahora le ha tocado el volcán. No solo es entendible, sino necesario que la Televisión Autonómica dedique muchas horas al volcán, para informar y para dar una idea de conjunto del terrible fenómeno natural que se vive en el Valle de Aridane. Es su obligación y la está cumpliendo con largueza. Lo que ya no se explica tanto son los movimientos y las programaciones que hacen las grandes cadenas nacionales, en las que el volcán se ha convertido durante dos semanas en asunto casi único. Aunque la vida no se detiene, es como si nada sucediera en ninguna parte. Imagino el show que se habría montado alrededor de la detención de Puigdemont en Cerdeña, y casi ha sido una sucesión de pequeñas gacetillas visuales, pero sin debates eternos ni opiniones de especialista en esto o en lo otro. Y no es cosa menor, porque, si Puigdemont fuese entregado a la justicia española afectaría a muchos procesos políticos que ahora mismo están sobre la mesa.

 

Tienen que pasar los primeros 20 o 25 minutos de un noticiario para que se hable de otro asunto que no sea el volcán. Se agradece que se recuerde cada día la catástrofe que está viviendo La Palma, pero lo que hace falta es que las grandes cadenas no dejen de recordarlo cuando deje de fluir la lava. Es entonces cuando hay que estar ahí, presionando y denunciando lo que fuere necesario, porque es mucho lo que queda por hacer en La Palma para que el Valle de Aridane vuelva a ser lo que siempre ha sido y que la gente afectada pueda rehacer su vida.

 

Por si lo habíamos olvidado, conviene recordar que la pandemia sigue ahí, y que todavía quedan muchas personas por vacunar. Es como si de pronto el virus se hubiera diluido en la escalofriante espectacularidad del horror que vive La Palma. Ya hablamos de fiestas, galas y viajes como si no pasara nada. Aunque la incidencia ha bajado y se ha superado la quinta ola, hay que continuar con las medidas de seguridad para impedir que el virus se transmita. No hemos cambiado covid por volcán, sino que este se suma a las dificultades generadas por la pandemia.

 

Así que sigamos con la mirada puesta en La Palma, arrimando el hombro en lo que se pueda y más, pero los grandes medios, que ya sabemos a quien sirven, están hurtándonos información, porque parece que, mientras haya volcán, pueden seguir con asuntos como el abusivo precio de la energía, el imperio de las grandes corporaciones en todas las áreas y dejando un hueco para el fútbol, que cubre mucho espacio en la cortina de humo.

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¿La belleza es relativa? ¿O no?

 

En esto días, con motivo de la erupción volcánica en Cumbre Vieja, se ha hablado y escrito sobre la belleza del volcán, especialmente de noche, y otras voces han hablado de espectáculo de la Naturaleza. Sobre eso hay opiniones, pues la belleza puede ser o no un término absoluto, según sigamos las teorías de Sócrates y Platón o las muchas que las rebaten en más de 2.500 años de filosofía.  Y es que aquí nos movemos en un territorio con lindes muy difusos en general y con distintos aspectos que inciden sobre lo bello.

 

 

Nadie duda que ver esas coladas de rojo incandescente bajando por las laderas de Cumbre Vieja hasta el mar de Tazacorte, rompiendo la oscuridad de la noche, es un espectáculo visual, pero a poco que nos paremos a pensar en la desgracia y la ruina que acarrea nos damos cuenta de que el dolor impide que podamos deleitarnos con la belleza. Luego podríamos preguntarnos si cuadros como El grito o El Guernica  son bellos. Nadie duda de su calidad artística y del impacto de testimonio, denuncia o sentimientos terribles que transmiten. Yo no siento placer cuando contemplo Los fusilamiento  de Goya, el cuadro es perfecto, porque me produce terror ante la crueldad de los fusileros e indignación por la injustica de tanta muerte inútil sin la menor posibilidad de legítima defensa.

 

El volcán es una catástrofe, y sin duda tiene imágenes bellas, pero a nadie se le ocurre hablar del espectáculo de la Naturaleza (salvo que sea ministra), porque hay que tener sensibilidad con el sufrimiento -que es mucho- de la gente de La Palma. Un temporal marino batiendo con toda su furia es  espectacular, pero empieza tener otras consideraciones cuando arrasa un pueblo costero o estrella un barco contra los acantilados. Y sobre esto los seres humanos llevan reflexionando al menos desde el absolutismo intransigente sobre el tema de Sócrates y Platón. Por eso me alineo con quieres cree que la belleza es relativa, sobre todo cuando se mezcla con el dolor.

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Es hora de hacer política

 

Salvo las personas de La Palma que están sufriendo directa o indirectamente esta nueva erupción volcánica, creo que todavía la sociedad canaria en general no se ha hecho una idea de lo que significa, no solo para La Palma, sino para todo el archipiélago la devastación que se está produciendo en un trozo de nuestro territorio discontinuo. Porque, aparte del desarraigo que atañe a quienes lo han perdido todo -muchos su medio de vida-, las consecuencias económicas y sociales afectarán a todas las islas.

 

En primer lugar, la gente de La Palma que ha perdido o puede perder su casa, el vecindario, la escuela a la iban sus hijos y la iglesia en la que los creyentes tenían una referencia religiosa, porque allí se casaron, bautizaron a sus hijos y lloraron en los funerales de los seres queridos. Eso es irrecuperable, como lo es el día a día, porque, aunque tengan nueva casa, tal vez sus vecinos hayan ido a parar a otro lugar, con lo que, de alguna forma afecta también a ese círculo de amistades primarias y secundarias, que no nos damos cuenta de lo importantes que son en lo cotidiano hasta que se rompe la dinámica habitual, amistades muchas de ellas heredadas por generaciones, porque la geografía incide en la vida humana de muchas maneras que casi nunca valoramos. Si notamos en el barrio cuando sustituyen a la vendedora del cupón de la ONCE, imaginen si les arrancan de su hábitat y tienen que empezar a reconstruir otro círculo y un nuevo modo de vida.

 

Damos, pues, por sentado que para todas estas personas es un drama personal y psicológico, aparte de económico. También lo es para quienes conservan el modo de vida anterior, pero les falta esta gente, ha cambiado el paisaje y también incide en muchas facetas, desde las comunicaciones al agua que sale por el grifo. Y luego está el gran esfuerzo que tenemos que hacer entre todos para tratar de superar las carencias que se encadenan, pues no olvidemos los porcentajes de producción agrícola del paradisíaco Valle de Aridane y la tradición pesquera de lugares como Tazacorte.

 

No quiero que me acusen de tremendista, simplemente pongo sobre la mesa que lo del volcán no está solo en los noticiarios que vemos en la televisión. Tampoco soy pesimista; es más, suelo ser un optimista cum laude. Decía Antonio Mingote que un pesimista es un optimista bien informado, y este nuevo mazazo a Canarias en el corazón palmero se une al desastre del último año y medio por causa de la pandemia, y encima no vemos que ni España ni Europa muevan fichas para amortiguar la llegada de inmigrantes irregulares, que arriban ahora a unas islas con la economía malherida. Con esta información, hay que seguir siendo optimistas, pero también realistas, porque ya sabíamos que entrábamos en un período muy duro, porque son muchos frentes abiertos, a cuál más problemático, al que se une esta herida volcánica en La Palma, que nos duele a todas las islas, porque los avances en comunicación nos permiten aspirar a ser un solo territorio que se hace acompañar por el océano.

 

Esto que parece muy poético, puede ser una realidad si, por una parte, los habitantes de Canarias de las ocho islas arriman el hombro en todos los estamentos sociales, culturales y económicos, y por otra, si las administraciones en todos los estadios cumplen lo que prometen. Y debe primar la solidaridad humana y también la institucional, porque, como empiecen a jugar al gato y al ratón, habrá que empezar pensar en echarnos a la calle por las bravas, que ya empiezo a estar harto de tantas reivindicaciones políticas y económicas de otras comunidades, mientras Canarias está en la cola de todos los baremos positivos y a la cabeza de los negativos. Hagan de una vez política por el interés general. Y la gente de a pie también, pues ya bien dijo Antonio Machado: “Haced política, porque si no la hacéis, alguien la hará por vosotros y probablemente contra vosotros”. (No hace falta traducirlo al canario).