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La vida es puro teatro

Hoy es el Día Mundial del Teatro, y debiera felicitar a los teatreros de Canarias, pero no sé si hacerlo porque tal vez pensarían que estoy de coña y pretendo burlarme de ellos. Que yo sepa, no hay una sola razón para felicitarlos, porque no recuerdo una época en las últimas décadas en la que el mundo del teatro estuviera tan dejado de la mano de Dios.
valle-inclan[1].jpgDicen que es la crisis, pero lo que no acaba de entenderse es que haya crisis para unas cosas y para otras un rumberío parecido a las Bodas de Camacho (no es Camacho el que ex-seleccionador, es otro Camacho) . No hay dinero para producciones canarias, pero sí que lo hay para entrar en un proyecto foráneo de envergadura en el que no había en la práctica representación isleña. También hay dinero para que vengan a sacarse la foto una muchedumbre de teatreros peninsulares que… ¿Sigo?
Pero finalmente he decidido felicitar a los teatreros canarios porque mantienen viva la llama de una actividad que es tan vieja como la cultura, un vehículo de comunicación y reflexión como pocos, y al fin al cabo, hoy es Día del Teatro y todo en la vida lo es, hasta los Premios Max. Por cierto si Max Estrella levantara la cabeza…
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El tipo de la foto es un tal Ramón María José Simón Valle Peña, más conocido como Valle-Inclán, que creó el personaje de Max Estrella en una obrita que está muy bien y que se llama «Luces de Bohemia». Está tan bien que es probablemente una de las ocho o diez funciones teatrales fundamentales en todo el mundo durante el siglo XX.

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El cansancio del poder

z2.jpgDicen que el poder cansa al que no lo tiene, pero también es verdad que va dejando marcas en quien lo ostenta. Lo vimos en Suárez, que envejeció rápidamente en sus cinco años de poder, y lo mismo le sucedió a Felipe González, que entró en La Moncloa como un mocetón pelioscuro y esbelto y salió 13 años después hecho un copito de nieve y con unos cuantos kilos de más. Precisamente vemos en González cómo no tener el poder le ha rejuvenecido, pues últimamente hasta se ha echado novia.
También es evidente este desgaste en Zapatero, y eso que no he encontrado fotos que lo delaten claramente, aunque se ve que en 2004 tenía menos frente, menos ojeras y ninguna cana. En 2009 sigue sonriendo forzadamente pero ya nadie se cree que duerma a pierna suelta cada noche.
Las excepciones son Calvo-Sotelo (tenía aspecto de mayor cuando llegó y no tuvo tiempo de envejecer en el poder) y Aznar, que parece que le ha vendido el alma a Bush (quiero decir al diablo), con su melenón, supongo que teñido, pero sin deterioro visible en su rostro. Debe ser que cuando se trata de una cara muy dura no hace mella el paso del tiempo. Como las esculturas de bronce.aZ.jpg

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El peligroso uso de la ironía

A la hora de escribir un artículo o un post para el blog, empleo distintos tonos. Generalmente hablo en tono medio, con granitos de esto y lo otro. A veces escribo desde la indignación y uso un tono muy duro, pero estas son las menos, porque creo que se pueden decir las cosas sin llegar a un lenguaje excesivamente agresivo.
cumbres].JPGY luego está la ironía, que desde el punto de vista literario es una atalaya que ayuda a guardar las distancias. En los artículos se refiere al lenguaje puro y duro, y es desde luego mi territorio preferido en estos espacios cortos, incluso llevada a extremos que rozan el sarcasmo. Y se me dirá que no la uso demasiado o que escasas veces piso a fondo el acelerador.
Es cierto, y esto sucede porque es un terreno muy peligroso. Si académicamente se entiende por ironía dar a entender lo contrario de lo que se dice, ocurre que a veces puede que se entienda literalmente. Puede ser porque el lector esté espeso ese día y no capte el matiz, o bien por un defecto en la construcción del discurso, porque al tener que funcionar como una máquina sincronizada, cualquier omisión, error o incorporación no deseada puede llevar al lector a confundirse.
Todo esto viene porque ayer leí en el Canarias7 que detuvieron a unos salteadores de caminos a los que se les incautaron dos armas de fuego falsas. Traté de ironizar sobre los asaltos a las diligencias del Oeste o el bandolerismo de Sierra Morena, diciendo que lo de estos bandoleros actuales era una chapuza, pues ya ni los salteadores de caminos son lo que eran. Al leerlo, me di cuenta de que alguien podría entenderlo como apología de la violencia, y opté por dejarlo y aplicarle la misma receta que suelo usar sin excepción: no usar ni una brizna de ironía cuando hay dolor, abusos, discriminación o sufrimiento de cualquier clase, y creo que las víctimas de estos asaltos deben haberlo pasado muy mal, e incluso pueden tener secuelas en el tiempo.
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La foto pertenece al archivo de la Fedac.